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Las tres promesas del programa económico de Ciudadanos que PP y PSOE no querrán pactar

En el partido de Rivera hablan de "prioridades" y prefieren evitar términos como "líneas rojas". El acuerdo no será sencillo

En el partido de Rivera hablan de "prioridades" y prefieren evitar términos como "líneas rojas". El acuerdo no será sencillo

La pelea por el amor por Ciudadanos acaba de empezar. No será un cortejo sencillo. Por un lado, PP y PSOE lucharán por el favor de Albert Rivera. Ambos partidos saben que si quieren gobernar el 21-D, necesitarán el apoyo de los de naranja. Por el otro, son enemigos en busca del mismo voto. Porque el principal caladero de votos de C's está entre los simpatizantes desencantados de populares y socialistas. Las campañas electorales son siempre extrañas, pero ésta que se acerca será especialmente interesante.

Tal y como comentamos el pasado miércoles, hay una serie de claves que determinarán las coaliciones post-electorales. Y es evidente que el resultado será fundamental. No es lo mismo imaginar a PP y PSOE como primera fuerza política, buscando que Rivera les apoye en la investidura, que un escenario en el que Ciudadanos es el partido más votado y es el que tiene que buscar un socio de Gobierno.

Pero no debemos olvidar la cuestión de fondo: qué proponen los programas electorales de unos y otros. Aunque a veces se olvide, los partidos políticos hacen promesas durante la campaña que tratan de cumplir más de lo que parece. Tienen bases que presionan para mantener la pureza ideológica. Y el calendario electoral no se acaba el 20-D. La supervivencia de la organización dependerá mucho de si sus votantes creen que ha cedido o no en cuestiones fundamentales.

En el caso de Ciudadanos, además, hay otro factor muy relevante. La formación se presenta como el representante centrista de la nueva política, que no quiere entrar sólo en un reparto de sillas o cargos, sino que busca alterar el status quo. El "cambio sensato" será el lema de los de Rivera para las Generales. Todo el mundo se ha centrado en el adjetivo ("sensato") pero es igual de importante el sustantivo ("cambio") porque en cualquier conversación con Rivera o con su equipo directivo los ciudadanos aseguran que han venido para que las cosas sean diferentes.

En el terreno puramente económico, el encargado de desarrollar ese plan ha sido Luis Garicano. El catedrático de la London School of Economics ha repetido en numerosas ocasiones que ha bajado a la arena política para hacer cosas, que si no consigue cambiar la situación sentirá que ha fracasado y volverá a sus clases y sus papers. "Para hacer el paripé por ir en coche oficial, prefiero mil veces mi vida actual", le decía a John Muller en su primera entrevista tras su entrada en política.

El mensaje de la formación naranja es que exigirá acuerdos en temas de fondo para llegar a un pacto general. Por ahora, en la cúpula del partido prefieren no hablar de "líneas rojas", aunque sí admiten que existen "prioridades" y que quieren que sus votos sirvan para algo. De hecho, ponen como ejemplo los pactos en autonomías y ayuntamientos, en los que aseguran que han conseguido cosas que el PP o el PSOE no habían admitido en décadas.

El problema es que en toda negociación hay dos partes. Y las promesas más llamativas de Ciudadanos en el programa económico no están ni de lejos entre las prioridades de populares y socialistas. De hecho, entran en contradicción directa con lo que unos y otros han defendido en los últimos años. Es más, en algunos casos afectan a grupos de presión muy queridos por ambos partidos. Como explicábamos el miércoles, hay tres cuestiones fundamentales para el equipo de Garicano (mercado laboral, pacto por la educación y lucha contra la corrupción), ¿pasarán por el aro PP y PSOE?

Una cuestión pendiente

Si hubiera que escoger una sola medida de todas las que Ciudadanos ha presentado desde que en febrero comenzó a desvelar su programa económico, el contrato único sería la escogida en términos de su proyección pública. Si unes Ciudadanos, con Garicano y reforma laboral en una frase, todo el mundo piensa en esta propuesta: una única modalidad contractual con mochila austriaca que complemente el coste del despido. Pero no es lo único que piden los de Rivera. Igual de importante es la reforma en las políticas activas de empleo, los famosos cursillos del INEM. Y en ambos casos, las posiciones están muy lejos de las de PP y PSOE.

¿Qué pide Ciudadanos?:

  • Contrato único para todas las nuevas altas, con indemnizaciones crecientes
  • Cuenta individual equivalente al 1% del salario para caso de despido (mochila austriaca)
  • Cheque formación para parados: los cursos dejan de prestarlos y diseñarlos sindicatos y patronales. Cada parado decide dónde se forma y el Gobierno le paga a la empresa que le ofrece el servicio

PP y PSOE: ninguna de estas propuestas gustan nada en Génova o Ferraz, al menos oficialmente.

En el PP la lucha contra el contrato único se ha convertido en un mantra a lo largo de la legislatura. Desde la reforma laboral de 2012, han sido numerosos los expertos que han abogado por esta figura para luchar contra la desigualdad. El PP se limitó a reducir el coste del despido improcedente (de 45 a 33 días) y aclarar los motivos para el procedente (20 días), pero no se atrevió con el contrato único, incluso aunque había aparecido en algunos estudios de FAES. La ministra Báñez llegó a decir que era "inconstitucional". A la CEOE tampoco le hace mucha gracia, porque cree que encarecerá las contrataciones a corto plazo. Por lo tanto, sería un sapo complicado de tragar para los populares. El argumentario del Gobierno es que no hay que hacer más reformas laborales y que sólo hay que esperar a que la de 2012 dé sus frutos.

El PSOE lo tiene aún más difícil. Los sindicatos se niegan en redondo a cualquier cosa que se interprete como un abaratamiento en el coste del despido. El contrato único es una línea roja para ellos. Si se convierte en ley, habrá protestas y movilizaciones.

Lo mismo ocurre con los cambios en la prestación por desempleo, sobre todo en lo que tiene que ver con los cursillos para parados. En este caso, sindicatos y patronal comparten intereses. Es cierto que la última reforma de Báñez abría bastante la mano en esta cuestión y facilitaba que empresas externas comenzasen a operar en un sector que hasta ese momento era un coto casi cerrado. Pero cuidado, las grandes centrales y las organizaciones empresariales tienen todavía mucho que decir aquí y siguen jugando un papel fundamental en el diseño de los programas. Tocarlo molestará a muchos actores con gran fuerza para la presión. Ni PP ni PSOE han querido nunca cambiar las reglas de juego en lo fundamental.

La reforma "más importante"

¿Qué pide Ciudadanos?: Ciudadanos cree, en palabras de uno de sus principales dirigentes esta misma semana, que "la reforma de la justicia es la reforma económica más importante" que tienen ante sí. Quizás es menos glamourosa que el contrato único o el Pacto por la Educación, pero piensan que es clave y que el país sólo podrá modernizarse de verdad si las instituciones se limpian. De hecho, no sólo es cuestión de la administración de Justicia, que también, sino del conjunto de las instituciones.

En esta cuestión hay todo tipo de medidas en el programa de C's: sacar a los políticos de los organismos reguladores y de los órganos de representación de los jueces, reformar la financiación de los partidos, auditorías obligatorias externas para las formaciones políticas, suprimir los aforamientos, proteger a los denunciantes de corrupción, establecer un régimen de incompatibilidades que dificulten las puertas giratorias, sistemas de primarias para los candidatos en los partidos políticos, un régimen de incompatibilidades más estricto, limitar el número de cargos de confianza, despolitizar todas las autoridades administrativas independientes, cambio en los nombramientos de los órganos de defensa de la competencia,…

Son muchas cosas y muy diferentes. Algunas más políticas y otras más económicas. Pero todas comparten una característica: despolitizar la administración española en su sentido amplio y liberar a los mercados de su dependencia política. No puede ser, como decía Garicano esta semana en el encuentro del Financial Times, que los que triunfen en nuestro país sean los que tienen más contactos y no los más innovadores.

PP y PSOE: el problema es que esto es más fácil decirlo que hacerlo. De cara a la opinión pública, incluso PP y PSOE estarán de acuerdo en muchas de las propuestas. Pero sólo sobre el papel. Y no es cuestión de que se nieguen sólo por protegerse o por miedo a que afloren más casos de corrupción, como podría parecer en un análisis simplista. El tema va más allá. Los dirigentes populares y socialistas han crecido en este ecosistema, son criaturas de este esquema institucional. Llevan décadas acostumbrados a que los gobiernos nombren a los directivos de empresas públicas, a que se repartan los sillones de los reguladores o a que controlen los mercados a través de los órganos de competencia.

Cambiar esta dinámica no es sencillo. Ellos también tienen sus compromisos y ataduras. Para empezar, toda esa gente que ahora ocupa esos cargos y a los que les unen lealtades y favores. Los líderes del PP llevan 40 años trabajando con este esquema. Es muy complicado que acepten que una agencia que depende orgánicamente del Ministerio de Hacienda no cumpla las órdenes del mismo. Sólo el Banco de España (y con matices) lo ha conseguido.

Y lo mismo puede decirse para el PSOE. Por ejemplo, en las instituciones laborales. En España llevamos medio siglo de acuerdos sociales. Sindicatos y patronales organizan todo lo que se mueve en el mercado de trabajo junto al Ministerio. A veces se enfadan entre ellos, o existe mejor o peor sintonía personal entre sus dirigentes, incluso puede que unos le convoquen una huelga general a los otros. Pero en el fondo de la cuestión el esquema general que tienen en la cabeza es el mismo: ellos son las voces autorizadas. Un alto porcentaje de los cargos socialistas comenzó su carrera política en el entorno sindical, o pequeñas asociaciones políticas. ¿Serán capaces de acabar con el modelo en el que nacieron y crecieron?

El gran pacto

La tercera pata del proyecto económico de Ciudadanos se asienta sobre la educación. Es un proyecto a largo plazo, pero están convencidos de que es la clave alrededor de la que girará la prosperidad futura de la economía española. Es más, en el partido de Albert Rivera creen que será su carta de presentación para futuras elecciones. Podrán presumir de que, después de innumerables reformas educativas que tenían fecha de caducidad de una legislatura, han sentado a PP y PSOE para firmar un pacto a largo plazo. Porque el objetivo aquí es casi más complicado que en el mercado laboral. La idea no es sólo llegar a un acuerdo con el partido en el Gobierno, sino sentar en la misma mesa a los enemigos irreconciliablres y obligarles al pacto.

¿Qué propone Ciudadanos?: lo que Ciudadanos pide es que la nueva ley educativa se mantenga en el tiempo. El problema es que luego hay que rellenar de contenido el acuerdo. El programa de Garicano traspasa unas cuantas líneas rojas, especialmente de la izquierda, y las deja muy atrás: MIR para el profesorado, rendición de cuentas de los centros, autonomía para directores, criterios de admisión más estrictos, exámenes estandarizados, FP Dual para que los jóvenes que se deciden por las ramas técnicas comiencen antes su carrera laboral, financiación privada en la universidad, financiación pública ligada a resultados de las facultades, planes de estudio más flexibles…

PP y PSOE: aparentemente, este punto acerca a Ciudadanos al PP y lo aleja del PSOE. La reforma educativa de Garicano es una Ley Wert 2.0. Va en la misma dirección que la que planteaba el exministro popular, pero algo más lejos.

Y por eso mismo le aleja del PSOE. Para los socialistas, conceptos como competencia, excelencia, financiación por resultados, son una herejía cuando se habla de educación. Ni a sus bases ni a sus cuadros les gusta la música. De hecho, el programa electoral del PSOE en educación apunta en la dirección contraria. El único punto de agarre será sacar la educación de sociedad y meterla en economía. Probablemente, en el equipo de Jordi Sevilla estas propuestas no suenen tan extrañas. Otra forma de venderlo es asociarlas a los modelos de éxito del norte de Europa. Lo que pide Garicano es muy parecido a lo que hacen en Finlandia, Dinamarca, Alemania o Reino Unido. Quizás con esa percha se pueda vender ante la opinión pública socialista. Pero no será nada sencillo.

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