La decisión del presidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, de fijar las elecciones generales el próximo 4 de octubre se produce en pleno debate sobre el verdadero alcance de la recuperación económica del país, con Gobierno y oposición a la gresca sobre este asunto.
Aunque el día escogido figuraba en las quinielas y suscitó el consenso entre las diferentes fuerzas políticas, el mensaje de Cavaco Silva (histórico dirigente conservador cuyo mandato acaba en febrero de 2016) levantó ampollas por instar una y otra vez a la necesidad de que de las urnas surja un Ejecutivo con mayoría absoluta.
"Es de la mayor importancia que Portugal disponga de condiciones de estabilidad política y de gobernabilidad la próxima legislatura (...) Los portugueses tienen el derecho, pero también el deber, de exigir un Gobierno estable y duradero (...) Es extremadamente deseable que el próximo Gobierno tenga el apoyo mayoritario y consistente del Parlamento", defendió en su alocución televisada.
El deseo del presidente luso contrasta, sin embargo, con las proyecciones de todos los sondeos, que apuntan a una pírrica victoria de los socialistas sobre la coalición conservadora entre socialdemócratas y democristianos, en el poder desde 2011.
¿Hacia un gobierno de unidad nacional?
La alianza liderada por el hoy primer ministro Pedro Passos Coelho se presenta a esta cita ante las urnas con listas conjuntas, y la ausencia de otras fuerzas situadas a la derecha del arco parlamentario hace que las opciones de un acuerdo con otros grupos sea prácticamente inviable.
Lo mismo les ocurre a los socialistas (PS), aunque por diferentes motivos. A su izquierda se sitúan los comunistas del PCP y los marxistas del Bloque de Izquierda, pero actualmente ninguno de ellos parece dispuesto a estudiar siquiera la posibilidad de gobernar junto al PS.
Ante este panorama cobra fuerza la opción del llamado "bloque central", es decir, un gobierno de concentración que reúna a socialistas, socialdemócratas y democristianos, solución del agrado del propio jefe del Estado, que ya se mostró a favor de esta vía.
La economía, clave
Portugal se encuentra en pre-campaña electoral desde hace meses y el grueso de la discusión se centra en dos preguntas: ¿Hasta qué punto valieron la pena los sacrificios realizados? ¿Es sólida la recuperación económica del país?
La llegada de los conservadores lusos al poder se produjo un mes después de la firma del rescate financiero (2011). Su acción en el Ejecutivo estuvo supervisada durante los tres primeros años de legislatura por la troika.
El gobierno de Passos Coelho se caracterizó por aplicar a rajatabla la mayor parte de los ajustes y recortes acordados con los organismos internacionales a cambio de su ayuda. En consecuencia, el mandatario defiende que esta estrategia es la responsable de la recuperación.
Aunque los socialistas también discutieron y aceptaron el programa de la troika, conforme pasaban los meses fueron distanciándose de las medidas de austeridad y reclamaron una renegociación de los ajustes que nunca llegó.
Portugal crece y reduce el paro
La aprobación de los duros recortes coincidió con la subida del PS en los sondeos, aunque la mejora de los datos macroeconómicos redujo las diferencias y la reciente crisis en Grecia dio alas a la estrategia del Gobierno conservador, que ya confía en la reelección.
Después de tres años consecutivos en recesión, Lisboa cerró 2014 con una subida del PIB del 0,9% y prevé crecer este año un 1,6%, mientras que el desempleo rozó el 18% en 2012 pero ha ido bajando hasta situarse en el entorno del 13%.