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José García Domínguez

Si Grecia cae, los siguientes somos nosotros

Lo de Grecia, desengañémonos, solo tiene dos salidas posibles: una quita de la deuda o… una quita de la deuda.

Lo de Grecia, desengañémonos, solo tiene dos salidas posibles: una quita de la deuda o… una quita de la deuda.
Cordon Press

España tenía un problema de liquidez. Portugal tenía un problema de liquidez. Irlanda tenía un problema de liquidez. Grecia, en cambio, tenía un problema de solvencia. Esa era la pequeña diferencia que no se quiso ver en su día. Una pequeña diferencia que ahora puede llevarse por delante el euro. Y es que, por definición, un deudor insolvente es alguien que no puede pagar sus deudas. Que quiera hacerlo o no, es lo de menos. Que sea comunista o no, es lo de menos. Que cuente con las simpatías de Pablo Iglesias en España o no, es lo de menos. Que sea justo o no, es lo de menos. Simplemente, no puede hacerlo. Punto. Y Grecia no puede. A nadie con dos dedos de frente se le antojaría realista pensar que Atenas iba a amortizar una deuda del 180% de su PIB que, para más inri, está en manos extranjeras en su integridad. Por lo menos, a nadie con nociones elementales de aritmética.

Repárese en que esa fantasiosa quimera, el reembolso de la deuda helena, exigiría como primera condición sine qua non el que la economía de Grecia pasase a crecer a un ritmo ininterrumpido del 4% durante, como mínimo, el próximo cuarto de siglo. Desde mañana mismo hasta 2040. Y eso solo para empezar a hablar. Porque, además, haría falta que a lo largo de esos 25 años seguidos el Estado consolidase un superávit primario del 3%. Creer en serio que ese tipo de cosas pueden ser posibles no es muy distinto a creer en los marcianos. Lo de Grecia, desengañémonos, solo tiene dos salidas posibles: una quita de la deuda o… una quita de la deuda. El resto es soñar despiertos. Por lo demás, de aquí a al siguiente domingo podemos elegir: o llegamos a algún apaño de última hora con los griegos o dejaremos al borde de la quiebra técnica al sistema financiero de la Unión Europea.

Porque si Grecia cae, la gran banca europea caerá detrás. Al cabo, el verdadero problema de Europa siguen siendo sus bancos, no Grecia. Repárese en un simple dato de orden cuantitativo: el día que quebró Lehman Brothers, la suma de los seis mayores consorcios financieros de Estados Unidos apena superaba el 60% del PIB norteamericano. Sus bancos son grandes, sí, muy grandes, verdaderos paquidermos; pero los nuestros, los europeos, son otra cosa: son genuinos dinosaurios. El balance de solo un banco alemán, el Deutsche Bank, equivale al 80% del PIB de Alemania. Las cuatro mayores entidades crediticias de la Gran Bretaña cuentan con activos en sus libros que superan el 400% de su PIB nacional. Los balances de los tres primeros bancos de Italia equivalen al 115% del PIB italiano.

Los tres principales bancos franceses suponen más del 300% del PIB galo. Un solitario prestamista holandés, ING, posee activos cuyo valor contable equivale al doble de todo lo que produce Holanda entera durante un año entero. No son dinosaurios, son megadinosaurios. Y lo peor es que siguen teniendo los intestinos llenos a rebosar de bonos soberanos de los países del Sur. Standard and Poors estima que únicamente la exposición de los bancos franceses a los bonos de España, Portugal e Italia equivale al 30% del PIB de Francia. Si pasara algo con toda esa deuda, si volvieran a dispararse las primas de riesgo, nadie en ningún rincón del continente podría considerarse a salvo. Y "nadie" significa "nadie".

Porque quien va ahora mismo de farol es Merkel, no Tsipras. Los grandes bancos europeos, por mucho que se insista en repetir lo contrario, no son rescatables. La famosa unión bancaria es a ese respecto poco más que una broma pesada. ¿O no suena a broma pesada descubrir que el fondo de garantía europeo dispondrá de una dotación máxima de 55.000 millones de euros, ni siquiera la mitad de lo que costó en su día el rescate de un solo banco británico, el Royal Bank of Scotland? Aún no ha ocurrido, pero si los mercados comenzasen a intuir que el euro no es irreversible, el derrumbe súbito de la cotización los bonos de los PIIG llevaría a besar la lona, esta vez sí, a los dinosaurios. Grecia no debe salir del euro bajo ningún escenario. Pensar lo contrario es de locos.

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