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EDITORIAL

La situación financiera sigue siendo delicada

La aparente calma financiera se podría esfumar si cambia la coyuntura internacional o surge algún acontecimiento imprevisto en el horizonte.

El Estado ha disfrutado en los últimos meses de unos tipos de interés históricamente bajos para financiarse en los mercados, gracias, sobre todo, a la compra masiva de deuda pública que ha venido ejecutando el Banco Central Europeo (BCE). El Gobierno de Mariano Rajoy se ha agarrado a este dato y a la decreciente prima de riesgo para sacar pecho y anunciar a los cuatro vientos que todo era mérito de su eficaz política económica y fiscal. Sin embargo, la realidad es muy distinta. La aparente calma financiera de que disfruta hoy España se podría esfumar rápidamente si cambia la coyuntura internacional o surge algún acontecimiento imprevisto en el horizonte.

Este viernes la prima de riesgo ha escalado hasta los 140 puntos básicos, y no ha ido a más porque el bono alemán también ha repuntado en las últimas semanas. El Tesoro Público se financia a un tipo de interés del 2,2,% a diez años vista, un nivel que sigue siendo muy bajo pero que, dadas las circunstancias, podría subir en los próximos meses. En primer lugar, por la incertidumbre que existe en torno a Grecia. Atenas y sus acreedores tienen de plazo hasta el próximo día 30 para llegar a un acuerdo sobre el rescate y, de este modo, evitar la quiebra helena y su posible salida del euro. Si se cumpliese el peor de los escenarios, es muy posible que el mercado de deuda europeo vuelva a sufrir graves turbulencias, al menos a corto plazo. Y, en segundo término, porque si se mantiene la actual senda de recuperación europea, con precios al alza y relativa reactivación del crédito, el BCE podría frenar o retirar sus compras de deuda y, por tanto, los Gobiernos del euro, especialmente los débiles, tendrían que ofrecer más rentabilidad a los inversores para colocar sus bonos.

La cuestión es que el reciente panorama de tipos negativos y financiación casi gratuita para los Estados, más temprano que tarde, llegará a su fin, y el problema es que cogerá a España con parte de los deberes sin hacer y, sobre todo, con una deuda pública récord. El endeudamiento total de las Administraciones Públicas alcanzó los 1,046 billones de euros en el primer trimestre, 12.344 millones de euros más que a cierre de 2014, rozando ya el 98% del PIB, a tan sólo un punto del objetivo que se marcó el Gobierno para todo el año. Es el volumen de deuda más alto que registra España desde principios del siglo XX, y el problema es que, a poco que suba el tipo de interés, la carga financiera pondrá en un nuevo brete a las cuentas públicas.

A día de hoy, España sufre el déficit público más alto de la Zona Euro, excluyendo a la rescatada Chipre, con casi un 6% del PIB, unos 60.000 millones de euros de descuadre presupuestario que, sumando una deuda del 100% del PIB, coloca al país en una situación financiera muy débil y delicada, dependiente, en todo caso, del entorno exterior. Y el responsable de este preocupante panorama no es otro que el Gobierno de Mariano Rajoy. Por un lado, mientras familias y empresas se apretaban el cinturón para amortizar sus abultadas cargas, el sector público ha seguido gastando muy por encima de sus posibilidades, con el consiguiente aumento de la deuda. Por otro, y a pesar de que los españoles están logrando salir adelante con mucho esfuerzo y trabajo, el Ejecutivo no ha completado, ni de lejos, todas las reformas que precisa el país para acelerar el necesario cambio del modelo productivo y reducir de forma drástica el paro, facilitando así la salida definitiva de la crisis.

Y todo ello en medio de un contexto político muy convulso, en el que la mayoría de partidos aboga por más gasto, más impuestos y más rigidez económica. Si Rajoy hubiera hecho desde el principio lo que tenía que hacer, hoy la situación económica, financiera y política de España sería, sin duda, muy diferente.

En Libre Mercado

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