Parecería que al socialismo del siglo XXI le resulta difícil comprender algo muy básico: la gente trabaja para sus hijos, no para mantener a los gobiernos. Por eso enviamos un mensaje que resume el sentir de los comerciantes guayaquileños:
Y somos claros: defendemos principios, no porcentajes. El problema no es el número, sino el concepto. Es el impuesto en sí. Es el afán estatizante insaciable que revela. El ciudadano no debe trabajar para servir al Estado. Es el Estado el que debe servir eficientemente al ciudadano. El Estado es el medio, no un fin. El fin es el individuo, la persona, el ciudadano.
Todos los bienes que disfrutamos son el resultado del esfuerzo, creatividad y riesgo tomado por generaciones pasadas. Subir impuestos a la herencia es un desincentivo de cara al futuro. No se trata de dinastías, sino de respetar la dignidad de las familias trabajadoras, sean estas pequeñas, medianas o grandes.
Las empresas familiares son el 80% de los negocios. Eso incluye el bazar o la despensa de la esquina, donde todos los miembros aportan a la economía familiar. La gallina de los huevos de oro es la empresa familiar. Con lo que se pretende hacer, Ecuador cobraría el impuesto a las herencias más alto del mundo. Aun bajando del 77,5 al 47,5%, sigue siendo un cambio de reglas y un nuevo aumento de impuestos.
Ahora bien, es verdad que no es recaudatorio. El año pasado se recaudaron solo 10 millones de dólares y con la reforma esperan 40 millones. Es el penúltimo impuesto en recaudación y no equivale ni al 0,5% del total. Bien podrían conseguirse ajustando gastos. No es verdad que sea redistributivo. En un país que produce más de 100.000 millones al año, el efecto de redistribuir 40 millones es nulo. Es netamente ideológico.
La experiencia internacional demuestra que es perjudicial para el ahorro y la inversión. Si el impuesto a la herencia fuera una buena idea para el Ecuador, ¿por qué lo eliminaron trece países en los últimos catorce años? ¿Por qué Suecia y Noruega lo eliminaron? Se habla también de herederos sin mérito. Desconocen que la segunda y tercera generaciones con su trabajo hacen crecer también el patrimonio familiar.
Lo preocupante de este tipo de medidas es que dan la señal de que nunca serán suficientes los fondos para el socialismo del siglo XXI. Abren la inquietud: ¿van a ir por más? Pretender subir impuestos, sobre todo en un año difícil, es un fracaso de la creatividad y una desconexión con la realidad de las familias y empresas. El mensaje de que si prosperas mucho, te dejamos legar la quinta parte de tu esfuerzo de vida, evidencia una mentalidad que desconoce el pasado, altera el presente y pretende apropiarse del futuro. Cada minuto que el empresario dedica a lidiar con nuevas regulaciones es un minuto menos de productividad y generación de empleo.
¡Abran el mercado, eliminen impuestos, aseguren estabilidad normativa, ofrezcan incentivos y verán cómo se democratiza el capital! Bajando impuestos desarrollan el comercio y el empleo, y hasta recaudan más. Con mayor libertad económica se abren oportunidades para todos y se democratiza voluntariamente el capital.
Parecería que el sueño de algunos es que no exista un Messi para que todos seamos iguales. Toda persona con mente abierta y sentido común lo sabe muy bien: empobrecer a los ricos no enriquece a los pobres.