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Carlos Rodríguez Braun

Naomi Klein narra

Es el mensaje de siempre contra la libertad, vestido de democracia, igualdad, progreso, e incluso justicia, distorsionada hasta el paroxismo

Lucía Villa escribió en publico.es sobre la famosa periodista canadiense Naomi Klein, que presentó su último libro: Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima.

Declaró la autora:

El cambio climático es la narrativa más poderosa contra el capitalismo.

Y así es, se trata de una narración, pero no en el sentido del relato de los hechos reales sino de ficciones colectivistas, que sistemáticamente se apuntan a catástrofes efectivas o inminentes atribuibles a la libertad para propugnar su aniquilación. Esto es lo que han hecho siempre las diferentes versiones del socialismo, desde las más vegetarianas hasta las más carnívoras.

Para colocar una mercancía tan averiada es menester cambiar la forma del discurso. Digamos, ahora no pueden los enemigos de la libertad alegar con la facilidad de otrora que es necesario eliminar las instituciones del mercado –la propiedad privada y los contratos voluntarios– para lograr el bienestar de los trabajadores. Da la sensación de que dichas instituciones protegen a los trabajadores, y su supresión los daña. De Corea del Norte hasta Venezuela, da la impresión de que si el capitalismo no es el paraíso, el socialismo se le parece bastante menos.

Entonces surgen nuevos fantasmas, por ejemplo, la naturaleza, dañada por el capitalismo, como si el socialismo se hubiese destacado en cuidarla. Pero Klein puede escuchar al clima: "La naturaleza intenta decirnos que necesitamos un modelo económico radicalmente diferente". O sea, el socialismo. Y la señora Villa, plena de objetividad periodística, apostilla:

Naomi Klein venía avisando desde hace tiempo de los peligros del capitalismo salvaje y despiadado, pero ahora su fin parece precipitarse: el cambio climático, su consecuencia más amenazante, ha puesto fecha de caducidad a la maquinaria neoliberal.

Parece que el socialismo no es salvaje, ni despiadado, ni amenaza a la naturaleza, ni tiene fecha de caducidad, ni es una maquinaria…

Asimismo, el "neoliberalismo" quiere decir cualquier cosa menos el liberalismo de toda la vida. Parece que el libre mercado fue refutado por “el hundimiento de Wall Street”, como si no hubiese habido políticas públicas de expansión de la liquidez orquestadas por instituciones públicas, y para colmo monopólicas, llamadas bancos centrales.

Es el mensaje de siempre contra la libertad, vestido de democracia (¿cómo se llamaba la Alemania que no era democrática?), igualdad, progreso, e incluso justicia, distorsionada hasta el paroxismo: "La justicia del cambio climático".

Y mientras se niega la evidencia, y se toma cualquier dato como prueba contra la libertad, la novelesca narración antiliberal lanza la consigna de la revolución, como si no hubieran vertido las revoluciones suficiente sangre, ante la amenaza del "sistema" (por supuesto, capitalista), contra el que hay que luchar en nombre de la ciencia, siempre de la ciencia, que supuestamente avala el apocalipsis, y siempre ha integrado la mochila totalitaria. De hecho, desde el propio Marx, que llamó a su teoría el socialismo (vamos ¿no lo adivina usted?) “científico”.

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