El tiempo para que Grecia y sus acreedores alcancen un acuerdo sobre el rescate se agota. El Gobierno heleno ya ha admitido que carece de liquidez para afrontar sus compromisos financieros en junio, de modo que, en ausencia de asistencia internacional, suspenderá pagos, entrando así en una nueva fase desconocida en su particular crisis de deuda.
Atenas tiene que realizar varios desembolsos al Fondo Monetario Internacional (FMI) el próximo junio por un importe próximo a 1.500 millones de euros, dinero que, hoy por hoy, el Ejecutivo de Alexis Tsipras no tiene. Necesita recibir con urgencia el último tramo del plan de rescate, cuya cuantía ronda los 7.200 millones, para amortizar deuda y cubrir su gasto público.
Sin embargo, la negociación con la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) sigue encallada en varios puntos, aunque unos y otros admiten que se han producido avances en los últimos días. El problema de fondo es que Atenas se niega a flexibilizar el mercado de trabajo y a realizar ajustes en el sistema de pensiones, tal y como exigen sus acreedores.
La duda, por tanto, radica en saber qué pasará si, finalmente, no se produce el citado acuerdo. Ante tal posibilidad, el Ejecutivo heleno acaba de advertir de que no ingresará la siguiente cuota del préstamo facilitado por el FMI, superior a 300 millones de euros, cuyo vencimiento tendrá lugar el próximo 5 de junio. "Ahora es el momento en que las negociaciones están llegando a un punto crítico. Ahora es el momento de la verdad, el 5 de junio", aseguró el portavoz del Gobierno en el Parlamento griego, Nikos Filis, a la cadena de televisión ANT1. "Si para entonces no hay un acuerdo que aborde el problema actual de financiación, no van a recibir ningún dinero", agregó.
En este sentido, cabe recordar que Atenas cumplió in extremis la anterior cuota, ya que tuvo que recurrir a una cuenta extraordinaria que tenía depositada en el propio FMI. Es decir, pagó al FMI con dinero del FMI. Llegado el caso, el incumplimiento desencadenaría, posiblemente, nuevas restricciones de liquidez por parte del BCE y una mayor fuga de depósitos y capitales, debido al agravamiento de la situación financiera y la elevada incertidumbre sobre su permanencia en el euro.
Desde el pasado diciembre, los bancos griegos han registrado la salida de más de 30.000 millones de euros en depósitos, incrementando así su dependencia del mecanismo extraordinario de liquidez que facilita el BCE (ELA, por sus siglas en inglés). Si Atenas no paga y la retirada de depósitos se acelera, todo apunta a que el BCE tendrá que reducir o cerrar ese grifo y, por tanto, Grecia sufrirá algún tipo de corralito bancario. La agencia de calificación Moody's, por ejemplo, ve muy probable que se acaben imponiendo controles de capital y congelación de depósitos en Grecia en los próximos meses.
Pagarés avalados por deuda pública
Pero esta situación no tiene por qué implicar, necesariamente, el abandono del euro. La quiebra de la banca chipriota y su posterior rescate desembocó en un corralito financiero, pero el país se ha mantenido en la moneda única desde entonces. La diferencia con Grecia, sin embargo, es que el Estado chipriota está bajo el paraguas de un plan de asistencia internacional que le garantiza la financiación necesaria para afrontar todos sus pagos, a cambio, eso sí, de cumplir una serie de condiciones (reformas y ajustes).
Si Tsipras no llega a un acuerdo similar con la troika, el Estado heleno tendrá serias dificultades para seguir sufragando todos sus sueldos, prestaciones y servicios públicos. Es aquí, precisamente, donde entraría la posibilidad de introducir una moneda paralela en Grecia, diferente al euro. La idea consistiría, básicamente, en emitir pagarés cuyo valor estaría respaldado por deuda pública helena.
El proyecto no es nuevo. Destacados economistas alemanes ya lo plantearon en 2012, cuando se barajó seriamente la ruptura del euro. Thomas Mayer, que por aquel entonces ocupaba el cargo de economista jefe en gigante financiero Deutsche Bank, incluso le puso nombre a esa nueva moneda: "Geuro".
Atenas podría empezar a imprimir con cierta rapidez "geuros", meras promesas de pago por parte del Estado griego (pagarés), para cubrir, al menos parcialmente, sueldos, pensiones y prestaciones públicas, así como para pagar a sus proveedores, aplicando, eso sí, un descuento significativo respecto al euro.
Tal y como explicaba Mayer en 2012, "el Geuro podría utilizarse en la mayoría de las transacciones internas. Para adquirir las importaciones esenciales, el Geuro tendría que ser intercambiado por euros, aplicando un descuento considerable, del 50% o más. Dado que un número creciente de mercancías, servicios y salarios se pagaría en Geuros devaluados, el sector exportador podría reducir sus precios en euros y recuperar competitividad frente a los proveedores extranjeros. El tipo de cambio del Geuro en relación con el euro vendría determinado por el déficit público primario del Gobierno [descontando el pago de intereses]", es decir, por la mayor o menor solvencia del Estado heleno.
Tres años después, esta particular fórmula vuelve a estar encima de la mesa. El propio BCE contempla la emisión de pagarés en Grecia y, por tanto, la introducción de una moneda paralela al euro, llámese ésta dracma o geuro. De hecho, Mayer se ha reunido recientemente con el Gobierno heleno para discutir esta posibilidad, aunque Tsipras, por el momento, lo descarta.
Según la prensa alemana, Mayer visitó Atenas el pasado 28 de abril para reunirse con el ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis. "Primero estuve en el despacho del ministro de Finanzas y allí hablamos de todos los aspectos de la crisis, el proyecto de moneda paralela fue solamente uno de los asuntos. Después cruzamos paseando la Plaza Sintagma hasta el despacho del primer ministro". Mayer trabaja en la actualidad para Flossbach von Storch, una firma de inversión.
La imposición de un corralito y la circulación de Geuros podrían frenar la fuga de capitales y cubrir las necesidades financieras del Estado heleno ante la suspensión del rescate, sin necesidad de abandonar definitivamente la moneda única, de modo que el proceso sería reversible, ya que Grecia podría regresar al euro en el futuro si cumple las condiciones necesarias para ello (equilibrio presupuestario, solvencia estatal, etc.).
En una entrevista publicada el martes al diario germano Faz, Mayer insiste en que Grecia podría reintegrase plenamente en la moneda única cuando, finalmente, salga de su profunda crisis, mientras que si optase por abandonar el euro, su reintroducción sería mucho más complicada. El economista alemán afirma, además, que existen experiencias similares, como la emisión de pagarés por parte de California (IOUs) durante la presente crisis financiera o la emisión de dólares sin respaldo real en oro por parte de los estados del norte durante la Guerra Civil de EEUU.