Corría el año 2000. La economía alemana enfrentaba un doble reto: por un lado, el ajuste motivado por la reunificación; por otro lado, el cambio del marco por el euro. Desde el punto de vista laboral, este dilema fue resuelto a partir del año 2003 con la aplicación de distintas reformas enfocadas a potenciar la flexibilidad del mercado de trabajo. Desde el punto de vista empresarial, la palanca elegida fue la de las exportaciones, con las ventas al extranjero como prioridad máxima.
No obstante, mientras el país teutón seguía este rumbo, sus líderes también se comprometían con las tesis de la austeridad fiscal, apostando por un lento repliegue del gasto público y evitando las importantes subidas impositivas que sí han aprobado la mayoría de los países de la Eurozona.
Comenzaba entonces una etapa de quince años en los que el crecimiento económico ha ido de la mano de la austeridad pública.
Gasto: primero reducción, luego congelación
En el campo presupuestario, las Administraciones Públicas habían llegado a gastar el 55% del PIB en el año 1995. No obstante, en 1999 ya se había alcanzado un nivel más reducido, en el entorno del 48% del PIB. El rumbo seguido desde entonces supuso un progresivo repliegue del peso del Estado sobre el total de la economía.
Así, mientras que en 2003 el gasto seguía en niveles del 48% del PIB, las cifras para 2008 ya lo dejaban en niveles del 44%. Cierto es que, como consecuencia de la Gran Recesión, algunos programas automáticos de gasto volvieron a subir en 2009, tocando de nuevo el 48% del PIB. Sin embargo, este aumento fue testimonial y, desde 2012 hasta 2015, el gasto se ha congelado de nuevo en el entorno del 44% del PIB.
De hecho, las cifras que se manejan para los tres próximos años no solamente descartan un posible repunte del gasto, sino que confirman que, poco a poco, el Ejecutivo alemán sigue apostando por un gobierno más reducido. En concreto, está previsto que el gasto baje del 44% al 43,5% del PIB en los próximos años, un ajuste pequeño pero progresivo, en línea con lo ocurrido en los últimos quince años.
La presión fiscal, estable
Ese ritmo pausado de la política fiscal alemana también tiene su reflejo en la presión fiscal que soportan los contribuyentes germanos. En el año 2000, la recaudación de los impuestos nacionales, regionales y locales llegaba al 46% del PIB, mientras que en la actualidad este indicador se queda en el 44% del PIB.
Por tanto, a lo largo de los quince últimos años, el peso de los impuestos sobre el PIB no ha experimentado un aumento neto, sino que ha consolidado una progresiva rebaja que podría ir a más en los próximos años, siempre que se cumplan los estrictos objetivos fiscales que Berlín ha reforzado con motivo de la crisis del euro.
Un crecimiento acumulado del 21% del PIB
Durante los quince años analizados, el PIB alemán ha crecido casi un 21%. Durante todo el periodo, solamente se registraron tasas negativas en los años 2003 (-0,4% del PIB) y 2009 (-5,1%). De media, la economía se expandió a una media anual del 1,4% entre el año 2000 y el 2015.