La tragedia griega continúa. Atenas se enfrenta esta semana a una nueva semana crítica para evitar la temida quiebra, pero, hasta el momento, nada apunta a que se pueda esquivar dicho escenario.
El Gobierno de Alexis Tsipras sigue sin presentar la lista de reformas y ajustes que exigen sus acreedores internacionales para poder desembolsar el último tramo del rescate en la reunión informal que mantendrá el Eurogrupo el próximo viernes, cuya cuantía ronda los 7.200 millones de euros.
Sin ese dinero, el Estado heleno no tendrá liquidez para cumplir sus compromisos financieros y cubrir el coste de pensiones, prestaciones y sueldos públicos. Tanto es así que Atenas ha exigido este lunes que todas las entidades del sector público transfieran sus reservas de efectivo al banco central del país, incluyendo empresas y fondos de pensiones públicos, para tratar de recabar dinero de forma urgente.
La próxima fecha clave tendrá lugar el 12 de mayo, cuando vence otro pago del préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) concedido a Grecia. Si para entonces no se ha alcanzado un acuerdo, la mayoría de analistas e inversores dan por hecho que el país heleno entrará en default, abriéndose un nuevo escenario de incertidumbre sobre su futuro en el seno de la zona euro.
Hoy por hoy, casi nadie confía en que Atenas y sus socios comunitarios lleguen a un pacto. "Europa se prepara para un final desastroso en Grecia", según advierte el Wall Street Journal. "Nadie espera ahora un acuerdo para desbloquear la financiación a Grecia en la reunión de este viernes, fecha que antes se barajaba como el plazo final para llegar a un pacto. El nuevo plazo final ahora se establece en la cumbre del 11 de mayo".
Las negociaciones siguen encalladas, ya que el Ejecutivo de Tsipras se niega a flexibilizar el mercado laboral, a reformar el insostenible sistema de pensiones o a reducir el gasto público, entre otras muchas condiciones que exige el plan de rescate internacional. Como resultado, el riesgo de quiebra de Grecia ha aumentado de forma sustancial en las últimas jornadas. De hecho, el mercado ya ha descontado el default, puesto que la deuda helena cotiza a mitad de precio, y la rentabilidad de sus bonos a corto y medio plazo avanza hacia niveles no vistos desde 2012, cuando el mercado temía la ruptura del euro.
El comisario europeo de Asuntos Europeos, Pierre Moscovici, urgió este lunes al Gobierno griego a presentar "un plan de reformas suficientemente creíble" porque hasta ahora la negociación con sus socios avanza "con demasiada lentitud". En una entrevista a la televisión iTélé, afirmó que "no tengo plan B. El plan A es que Grecia siga en la zona euro", y para eso "hacen falta reformas ahora". Y añadió que "cuando se tiene un plan B es porque ya no se cree en el plan A".
Uno o varios Planes B
Sin embargo, sea como fuere, lo cierto es que tanto Grecia como las instituciones europeas ya contemplan uno o varios Planes B, debido la creciente probabilidad de quiebra helena. Por un lado, Atenas baraja convocar nuevas elecciones generales y retrasar el pago de sus créditos al FMI en caso de que, finalmente, fracasen las negociaciones con sus socios comunitarios. De hecho, ante el riesgo real de quedarse sin liquidez, el Gobierno de Tsipras se ha planteado incluso la posibilidad de emitir pagarés -respaldados con deuda griega- para poder abonar pensiones, sueldos y prestaciones públicas.
Lo más relevante, sin embargo, es que el Banco Central Europeo (BCE) también ha comenzado a analizar ambos escenarios: tanto la quiebra de Grecia como la introducción de una moneda paralela al euro mediante la emisión de pagarés, lo cual, en la práctica, se traduciría en una especie de regreso al antiguo dracma. Según informa Reuters, el BCE "ha analizado un escenario en el que Grecia se queda sin dinero y empieza a pagar a sus funcionarios públicos con pagarés, creando una segunda moneda virtual dentro del bloque del euro", según fuentes próximas a dicha institución.
Dado que no se percibe ningún progreso en las negociaciones entre Atenas y el resto del Eurogrupo, "tenemos que contemplar estos escenarios", añaden. A nivel oficial, por su parte, el BCE insiste en rechazar una posible salida de Grecia del euro, pero el problema es que, sin acuerdo sobre el rescate internacional, Atenas carecerá de dinero para hacer frente a todos sus pagos, abriéndose éste y otros posibles escenarios.
De hecho, la idea de los pagarés no es nueva, puesto que se ha barajado en diversas ocasiones a lo largo de las últimas semanas. La novedad, en este sentido, radica en que el BCE también haya empezado a contemplarla. Pese a ello, los analistas de la institución advierten de que esa opción no evitaría una crisis mayor e incluso la salida de Grecia de la Unión. "Una moneda paralela casi sería equivalente a un Grexit [abandono del euro]", advierten.
En tal caso, se estima que hasta el 30% de los griegos acabaría recibiendo de algún modo esos pagarés en lugar de cobrar en euros, pero los bancos helenos no podrían aceptarlos, ya que el BCE los rechazaría, con lo que dicha emisión conllevaría la nacionalización del sistema financiero griego y la implantación de rígidos controles de capital.
El banco de inversión Goldman Sachs también alertaba en una nota reciente de que la emisión de pagarés no sería una solución viable a medio plazo, puesto que esos "dracmas" tan sólo se emplearían para realizar transacciones dentro del país, pero no servirían para comprar bienes importados. Además, al cotizar con descuento respecto al euro, serían rechazados por la población. Al final, los citados pagarés se convertirían, muy probablemente, en la antesala de la salida del euro.