Menú
José T. Raga

Euforia y coacción

Preferiría equivocarme en mi percepción, pero detecto ciertos movimientos que están enrareciendo el ámbito laboral.

La vida económica de cualquier país es acreedora, por derecho propio, de los vidrios rotos de cualquier hazaña, aventura o fechoría que tenga su origen en las luchas políticas y sociales que, por intereses diversos, desarrollan grupos, partidos políticos, sindicatos y empresarios en sus propios escenarios.

La vida de estos grupos, como la de cualquier mortal, sufre altibajos, que discurren entre la euforia y la depresión. Se dice popularmente que cuando se vive la euforia todo se ve de color rosa, con alegría y complacencia. Contrariamente, cuando estamos en momentos de depresión todo aparece negro, como abocado a un camino tenebroso y sin salida.

Esta valoración, que suele ser la más popular, y parece que hasta la más lógica, quizá quiebre en algún momento para dar paso a comportamientos atípicos, desembocando la euforia en agresividad y la depresión en actitud dócil y aquiescente a objetivos y pretensiones ajenos al propio egoísmo.

Preferiría equivocarme en mi percepción, pero detecto ciertos movimientos que están enrareciendo el ámbito laboral. Me da la impresión, por las noticias que llegan a través de los medios, de que se están produciendo tensiones, preparando huelgas, algunas de intensidad y agresividad notables; hace tan sólo unos días unos trabajadores (llamémosles así) consideraban que tenían que aumentar su valentía, entendida ésta como la acción saboteadora de dejar a buena parte de Madrid sin líneas telefónicas. Para los susodichos, su actividad se entendía comprometida con la causa si se incrementaba la violencia, produciendo el mayor mal posible.

¿Quiere esto decir que quienes así actúan consideran llegado el momento de aumentar la agresividad para conseguir prebendas adicionales, aun en perjuicio de los parados? ¿Será cierto que cuando la economía está más débil la atmósfera laboral es más positiva?

Parece constatarse que, en los peores momentos de la actual crisis económico-financiera, la cooperación del factor trabajo ha sido intachable. No ejemplar, pues no merece este calificativo la conducta de aquel que hace lo que debe, o lo que está obligado a hacer. Fue una conducta de no entorpecer el proceso que permite crecer, crear empleo y ofrecer medios de vida a quienes carecen de ellos.

Esta percepción me ha llevado a la conclusión de que el factor trabajo y la actividad sindical subyacente son cooperantes en la creación de riqueza cuando la crisis, el paro y la angustia ponen en cuestión su futuro, mientras que despiertan del letargo y pasan a la lucha cuando las cosas van por buen camino, aunque siga habiendo grandes incógnitas.

La propia ministra Báñez ha instado a sindicatos y empresarios a concertar un acuerdo salarial que retraiga la conflictividad y permita consolidar la senda de crecimiento. ¿Y si eliminásemos, señora ministra, las cúpulas empresariales y sindicales, y que el acuerdo se tomase a nivel de empresa, entre el empresario y sus trabajadores, que son los afectados directos? Todo estaría más claro y todos más en lo suyo: el trabajador trabajando y el empresario produciendo al mínimo coste.

En Libre Mercado

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso
    • Escultura