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EDITORIAL

La torpeza de Ciudadanos con el AVE

De poco o nada vale abrir un melón de estas características si, al fin y al cabo, no se puede revertir la infraestructura ya construida.

El partido que lidera Albert Rivera ha protagonizado esta semana su primer gran error de estrategia desde que ha saltado al escenario de la política nacional, tras la intensa polvareda que ha levantado su propuesta de frenar la construcción del AVE.

Partiendo de la base de que el debate sobre el desarrollo de esta costosa infraestructura resulta interesante e incluso pertinente en un país desolado por la crisis, su planteamiento, justo ahora que Ciudadanos consolidaba su ascenso en las encuestas, denota una clara torpeza política que, muy posiblemente, es fruto de la inexperiencia de su economista de cabecera, Luis Garicano, nuevo en estas lides. Y ello, por varias razones.

En primer lugar, porque el mantenimiento del AVE no solo no preocupa a la mayoría de españoles, sino que goza de un fuerte apoyo social. Además, con independencia de que sea o no rentable desde el punto de vista financiero, no es, ni de lejos, el peor de los múltiples y graves problemas que todavía sufre la economía nacional. De hecho, tiene poco o ningún sentido que Ciudadanos haya incluido esta medida en la parte que dedica su programa a la mejora del modelo productivo y a la generación de riqueza, cuyas claves deberían centrarse en el aumento de la libertad económica y en la eliminación de trabas administrativas y no en la crítica a una obra pública concreta.

Pero es que, además, de poco o nada vale abrir un melón de estas características si, al fin y al cabo, no se puede revertir la infraestructura ya construida. Todos los expertos en la materia coinciden en la necesidad de mantener las líneas de AVE que están operativas, aunque la inversión realizada no se logre amortizar en las próximas décadas, ya que su desmantelamiento resultaría muchísimo más costoso. De hecho, la propuesta de Ciudadanos resulta incoherente, puesto que defiende terminar los tramos iniciados y las obras licitadas, con lo que el supuesto ahorro previsto es casi inexistente. En concreto, estiman que el Estado se podría ahorrar algo más de 1.000 millones de euros al año, pero lo más paradójico es que dicha cuantía no se traduciría en una reducción de gasto público, ya que proponen destinar ese excedente al fomento de la I+D+i.

La obsesión por impulsar la innovación desde las instancias públicas, haciendo uso del dinero de todos los contribuyentes, quizá sea mucho más rentable que construir extensas líneas de alta velocidad o levantar aeropuertos fantasma, pero no deja de ser una perjudicial y contraproducente injerencia estatal con el ilusorio fin de cambiar el modelo productivo a golpe de decreto, de forma similar a lo que, por ejemplo, pretendió en su día Zapatero con el fomento de las renovables.

En definitiva, ni el debate del AVE era pertinente en este momento ni su planteamiento por parte de Ciudadanos ha resultado en absoluto convincente, razón por la cual se ha convertido en un objetivo fácil y más que justificado de críticas por parte de sus adversarios políticos. Para acabar así la partida, mejor no haberla iniciado.

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