A finales del pasado marzo falleció Lee Kuan Yew, el padre fundador de Singapur y primer ministro del mismo durante más de tres décadas. Tras ceder el testigo de primer ministro en 1990, desempeñó el cargo de ministro Senior hasta 2004 y, posteriormente, de ministro Mentor hasta 2011. Su muerte ha vuelto a poner el foco de la atención mediática en Singapur, el país donde más ha aumentado la riqueza en el último medio siglo.
Pese a sus muchas sombras, por la falta de libertades civiles básicas como expresión, asociación, prensa u orientación sexual (por citar algunos), Singapur se ha convertido un referente mundial en materia de política económica. Merece la pena estudiar y analizar detenidamente las políticas públicas y demás decisiones que han llevado a Singapur a convertirse en lo que es hoy. Lee Kuan Yew supo idear hace ahora casi seis décadas un plan maestro sobre lo que su país debía hacer para lograr convertirse en un lugar muy próspero dentro del sudeste asiático.
El eje central de ese plan ha sido la libertad económica y una educación puntera. En la actualidad, es su hijo Lee Hsien Loong quien dirige el país como primer ministro del Partido de Acción Popular, siguiendo el camino trazado por su padre. La duda es si el marco institucional de libertad y seguridad jurídica que han aupado a Singapur al podium mundial de la prosperidad económica seguirán intactos una vez desaparecida la figura de Lee Kuan Yew.
Singapur, antes y ahora
Hoy, Singapur es uno de los países económicamente más prósperos del mundo. Con una renta per cápita de $56.532 en 2010, se sitúa como el país más rico del mundo. Atendiendo a su tasa de crecimiento, no es exagerado hablar de un milagro económico.
No en vano, entre 1976 y 2014, Singapur creció un 6,81% anualizado. Pero lo mejor es que su futuro no puede ser más prometedor, ya que se prevé que siga ocupando el primer puesto en 2050, con una renta de $137,710 (ajustado a poder adquisitivo de 2010).
Con apenas 5,4 millones de habitantes, Singapur tiene un PIB de $326.500 millones. Es decir, que con la octava parte de la población de España, Singapur produce un tercio de lo que produce nuestro país al año. La renta ha crecido a una tasa del 4,3% anual en el último lustro y la tasa de paro se sitúa en un irrisorio 2%. Pero este paraíso económico no siempre fue tan próspero.
Cuando en 1959 Lee Kuan Yew se convirtió en primer ministro, la renta per cápita del país apenas alcanzaba los $500. Poco tiempo después se creó la Junta de Desarrollo Económico de Singapur para diseñar e implementar una serie de medidas económicas. Por aquel entonces, Lee Kuan Yew decidió apostar por el sector secundario, iniciando una próspera etapa de industrialización.
Esta visión se vio recompensada en los años 70, al lograr atraer capital extranjero de compañías petroleras y convertirse en uno de los mayores centros de refinado de petróleo del mundo. En la actualidad, Singapur es uno de los líderes mundiales en multitud de industrias con un alto valor añadido, como es el caso de la industria petroquímica.
Claves de su éxito
Si tuviéramos que explicar cuál es la clave de su éxito de la forma más breve posible sería, sin duda, aludiendo a su altísimo grado de libertad económica. Según el prestigioso ranking elaborado por la Heritage Foundation sobre Libertad Económica, Singapur ostenta el segundo puesto del mundo, sólo por detrás de Hong Kong.
La visión de Lee Kuan Yew hizo que intentasen aprovechar su favorable localización, a camino entre China y Europa, y su estatus de puerto internacional para convertirse en una de las grandes referencias del comercio de mercancías en los mercados asiáticos. La libertad económica de Singapur resulta evidente por dos aspectos concretos de su economía: la baja presión fiscal y el reducido tamaño del Estado.
Con respecto al primer punto, por ejemplo, el impuesto sobre la renta es de los más bajos del mundo. Oscila entre el 0% para rentas inferiores a $20,000 y el 20% parar rentas superiores a los $320,000. Impuestos sobre las ganancias de capital o herencias son inexistentes.
El Impuesto de Sociedades es del 18% y, además, existen numerosas exenciones para empresas de nueva creación que pueden ir desde el 50% al 100%. El tipo general de la imposición indirecta es del 7%. Con este escenario de impuestos tan bajos, no es de extrañar que la presión fiscal sea de tan sólo del 14% del PIB.
El segundo punto clave de su libertad económica es el reducido tamaño del Estado. A diferencia de lo que ocurre en Europa, en donde el Estado gasta en muchos países el 45% del PIB, en Singapur el peso del sector público apenas asciende al 5% del PIB.
El endeudamiento público está fuertemente controlado gracias a estrictas leyes que limitan que el Estado gaste más de lo que ingresa. Además de los dos puntos comentados anteriormente, el Estado también ha centrado sus esfuerzos en mejorar la educación de sus ciudadanos. Y es que, desde que Lee Kuan Yew tomó las riendas del país, una de sus ideas más claras para aumentar la prosperidad era que sus ciudadanos lograsen una educación del más alto nivel.
A diferencia del resto de países de la región, el inglés fue establecido como lengua cooficial, junto con otras tres, y es la principal lengua utilizada en los colegios. De manera similar a como sucede en Finlandia -referente mundial en materia educativa-, la figura de los profesores es enormemente respetada y valorada por la sociedad. Tanto es así que su remuneración es similar a la que reciben los científicos e investigadores.
Por ultimo, otro de los factores clave que ha contribuido a la riqueza de Singapur es su política de tolerancia cero contra la corrupción. Singapur es uno de los países con menores tasas de corrupción del mundo. La reducida discrecionalidad del gasto que tienen los burócratas singapurenses, el reducido tamaño del Estado y sus estrictas leyes en esta materia han hecho que Singapur sea también un país de referencia en este ámbito a nivel mundial.
El Estado castiga con severas penas de cárcel la prevaricación, el cohecho, la administración desleal y demás delitos relacionados con prácticas corruptas, llegando incluso hasta la muy discutible pena de muerte.