Grecia se está quedando sin tiempo, sin dinero y, lo que es aún peor, sin amigos en el seno de la zona euro. El Gobierno de Syriza afronta graves problemas de liquidez, ya que carece de recursos suficientes para cubrir sus compromisos financieros y el coste de su pesado sector público (sueldos de funcionarios, prestaciones, pensiones, servicios...).
Sin embargo, en lugar de presentar la lista de reformas y ajustes a la que se comprometió a finales del pasado febrero para extender otros cuatro meses el actual plan de rescate, Atenas se hace de rogar, exigiendo a sus socios que le adelanten dinero sin cumplir las condiciones básicas recién acordadas. Este doble juego, de cesión y ataque según el momento, responde a la delicada situación financiera de Grecia y al complejo equilibrio político del primer ministro heleno, Alexis Tsipras.
Por un lado, la coalición de extrema izquierda cruzó todas sus líneas rojas tras renunciar al impago de la deuda, aceptar la prolongación del rescate, con la consiguiente senda de reformas y ajustes que lleva asociada, y permitir la supervisión de sus acreedores internacionales (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) -hoy conocidos como "instituciones", ayer como "troika"-.
La última cesión tuvo lugar el pasado lunes, cuando el Eurogrupo decidió que la negociación sobre las reformas concretas a aplicar comenzaría este miércoles, tanto en Bruselas -a nivel político- como en Atenas -a nivel técnico-. Esto se traduce en que la famosa troika vuelve a visitar Grecia este miércoles, a pesar de las promesas de Tsipras anunciando su "muerte".
La razón de este tipo de cesiones no es otra que la extrema situación presupuestaria y financiera que atraviesa el Estado heleno. Grecia carece de fondos para mantener en pie su Estado y sus bancos. Sin el dinero de sus socios, Tsipras no podría pagar a funcionarios, pensionistas o servicios públicos. Según diversas informaciones, Atenas tendría liquidez para aguantar entre una y tres semanas. Pero es que, además, se vería obligado a decretar un corralito financiero para frenar la histórica retirada de depósitos que sufren los bancos helenos. Tal y como muestra el siguiente gráfico, la fuga de depósitos se ha intensificado antes y después de la llegada de Syriza al poder.
Hoy, la banca helena depende en exclusiva de la línea de liquidez extraordinaria (ELA) que le facilita el Banco Central de Grecia, previa autorización del Banco Central Europeo (BCE), para seguir en pie, tal y como refleja el siguiente gráfico. Si el BCE restringiera o suspendiera esta vía, las entidades tendrían que cerrar o limitar la disposición de efectivo a sus clientes (corralito). Llegados a este punto, el riego de que Grecia salga del euro aumentaría de forma muy sustancial
Por otro lado, sin embargo, Syriza sigue poniendo pegas a las condiciones que exigen sus acreedores internacionales. Aceptó prolongar el rescate, pero, de momento, sigue sin presentar la lista de reformas y ajustes que precisa su economía para garantizar la solvencia del país a medio y largo plazo, el requisito indispensable que impuso el Eurogrupo para seguir prestando dinero.
Estas reticencias han de entenderse en clave interna. Tsipras está contra las cuerdas: tiene que tragar con el rescate y la austeridad para que Grecia siga en el euro, pero esa cesión está generando un cisma en Syriza, ya que supone incumplir sus grades promesas electorales. Al tratarse de una coalición de partidos, si Syriza se descompone, Tsipras perderá el poder.
Además, este delicado equilibrio ya le está empezando a pasar factura en la calle. Hace menos de tres semanas, más del 80% de los griegos apoyaba la posición de Tsipras, pero hoy ese porcentaje se reduce a menos del 65%, según las últimas encuestas. Si el respaldo de la población sigue cayendo, la posición de Tsipras será insostenible.
Las nuevas amenazas
Quizá por eso el primer ministro haya empezado a reaccionar cual gato panza arriba, tras verse acorralado. En los últimos días, Atenas ha elevado, una vez más, el tono de sus amenazas contra la zona euro y, muy especialmente, Alemania, con el fin de lograr fondos de forma anticipada, sin necesidad de cumplir todas las condiciones requeridas por la troika.
El primero en lanzar una seria advertencia fue el polémico ministro de Finanzas, Yanis varufakis, tras avanzar el pasado fin de semana la posibilidad de celebrar un referéndum sobre la permanencia de Grecia en el euro o convocar nuevas elecciones generales en caso de que no alcanzar un acuerdo satisfactorio con el Eurogrupo.
Además, insistió en reclamar una "reestructuración inteligente de la deuda y un plan de grandes inversiones [financiando por los europeos]", pese al rechazo explícito y reiterado de sus socios a ambas medidas. De este modo, Atenas blande de nuevo la amenaza de romper el euro y sus nefastas consecuencias para el futuro de la Unión, ya que, según Tsipras, detrás de Grecia vendrían otros países.
La segunda advertencia provino del ministro de Defensa griego, el nacionalista aliado de Syriza Panos Kammenos, tras amenazar a Europa con una oleada de inmigrantes si deja caer a Grecia. "Si le asestan un golpe a Grecia, deben saber que los inmigrantes obtienen papeles y van a Berlín", dijo Kammenos en una reunión de su partido Griegos Independientes. De hecho, el ministro apuntó, además, que si entre los refugiados hay miembros de la milicia terrorista Estado Islámico (EI), Europa será plenamente responsable por su actitud hacia Grecia en la cuestión de la deuda.
Hace apenas una semana el viceministro del Interior, Giannis Panousis, había hecho una declaración similar, lo que llevó a que el sindicato de la Policía alemana exigiera que de ser necesario había que excluir a Grecia de la zona Schengen. El ministro de Exteriores griego, Nikos Kotzias, advirtió el viernes en el marco de la reunión de ministros de Exteriores de la UE en la capital de Letonia, Riga, que Grecia podría convertirse en la puerta de entrada para "millones de inmigrantes y miles de yidahistas" si el país entra en bancarrota.
La última advertencia procede del propio Tsipras. El primer ministro heleno pronunció el martes un desafiante discurso contra Alemania, exigiendo el pago de reparaciones por la II Guerra Mundial.
Sus palabras se han traducido de inmediato en una amenaza expresa hacia los intereses económicos germanos. El ministro de Justicia, Nikos Paraskevopoulos, ha anunciado este miércoles que está dispuesto a ratificar con su firma un fallo judicial del año 2000, por el cual se autorizaba al Gobierno heleno a embargar los activos y bienes alemanes en Grecia para indemnizar a los familiares de las víctimas de los crímenes nazis durante la II Guerra Mundial. Dicha sentencia necesita la firma del ministro para ejecutarse, y es ahora cuando Atenas parece dispuesta a estamparla.
Las relaciones entre Grecia y Europa atraviesan, por tanto, un punto crítico, al borde casi de la ruptura en caso de que no se encauce la situación. Las relaciones entre ambos se "está convirtiendo en una carrera armamentista" que podría tener difícil vuelta atrás, según alerta Mats Persson, analista de Open Europe, firma especializada en asuntos europeos.