Grexit, el concepto que describe la posible salida de Grecia del euro, vuelve a estar sobre el tapete apenas dos semanas después de que Atenas y el Eurogrupo alcanzaran un acuerdo sobre la extensión del actual plan de rescate durante otros cuatro meses. Aunque, lo cierto es que nunca se fue.
Los ministros de Finanzas de la zona euro se reunieron de nuevo este lunes para analizar la lista concreta de reformas que remitió el pasado viernes el Ejecutivo heleno que lidera Alexis Tsipras, sin que, de momento, haya suscitado demasiados motivos para el optimismo. El Eurogrupo ha decidido, simplemente, que la auténtica negociación con Grecia sobre las reformas concretas a aplicar comenzará el miércoles.
La carta, firmada por el polémico ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, incluye una serie de propuestas ambiguas y, sobre todo, centradas en la lucha contra la evasión fiscal, cuya redacción ya ha sido calificada como insuficiente por algunos responsables del Eurogrupo. Entre otras medidas, destaca, por ejemplo, la idea de que cualquier ciudadano -desde amas de casa, hasta estudiantes o turistas- se convierta en un inspector fiscal encubierto con el fin de combatir el elevado fraude tributario que existe en Grecia.
Atenas confía en que dicha lista resulte suficiente para lograr un adelanto de los fondos comprometidos, ya que el Estado heleno atraviesa graves dificultades financieras para atender sus pagos inmediatos -tiene reservas de liquidez para tres semanas, según fuentes oficiales-. El reciente acuerdo alcanzado con el Eurogrupo indicaba de forma explícita que Grecia tendría que completar de forma exitosa el actual programa de rescate para poder acceder al resto de tramos de ayuda mediante la aprobación de una serie de reformas estructurales y ajustes presupuestarios. Sólo entonces recibiría el dinero.
Pero, una vez más, el Ejecutivo heleno hace uso del chantaje para lograr fondos de forma anticipada sin necesidad de cumplir lo prometido. El tiempo apremia. La intensa fuga de capitales que ha sufrido el país en los últimos meses y la paralización de la actividad económica ante la llegada de Syriza al poder se ha traducido en una fuerte caída de ingresos fiscales, de modo que Grecia afronta graves dificultades para atender todos sus pagos de aquí al próximo mes de junio.
Sin embargo, en lugar de acelerar la reformas comprometidas y reducir gastos para paliar la situación y ofrecer suficientes garantías a sus socios para que adelanten parte del dinero, Atenas insiste en poner el carro delante de los bueyes. Concreta una lista difusa e insuficiente y, a cambio, exige el desembolso inmediato de nuevos tramos del rescate. Y ello, blandiendo, una vez más, como amenaza la salida del euro y sus nefastas consecuencias para el conjunto de la Unión Monetaria.
Esta estrategia de constante chantaje responde a la delicada situación política de Tsipras, ya que, por un lado, la aceptación del rescate y de las condiciones impuestas por el Eurogrupo aseguran, por el momento, la permanencia de Grecia en el euro, pero, por otro, ha generado un cisma en el seno de su formación, que, en última instancia, podría poner en riesgo la estabilidad de su Gobierno y, por tanto, su propio cargo de primer ministro.
El Eurogrupo pide responsabilidad
El presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, avanzó este fin de semana que no cree que los socios europeos vayan a adelantar dinero a Grecia este mes para solucionar sus problemas de liquidez, según comentó en una entrevista televisada con el diario neerlandés Volkskrant. "Grecia tiene una necesidad urgente de dinero porque sus arcas parece que están casi vacías, pero tiene que dar algún paso antes de recibir dinero. No creo que vaya a pasar este mes", comentó.
Dijsselbloem explicó que cuando la gente oye hablar de acuerdo con Grecia se piensa que se les va a dar dinero, pero aseguró que en la práctica las cosas funcionan de otra manera. "Solo daremos dinero cuando los griegos muestren que han dado pasos", recalcó.
Preguntado acerca de la salida de Grecia del euro, Dijsselbloem insistió en que "nadie en el Eurogrupo quiere un Grexit". Aseguró que los Diecinueve "estamos dispuestos a seguir apoyando a Grecia y que sigan en la eurozona", pero "tiene que haber los ajustes necesarios para que Grecia sea financieramente independiente".
Por su parte, el secretario de Estado de Finanzas alemán, el cristianodemócrata Steffen Kampeter, exigió este lunes a Grecia claridad sobre su situación presupuestaria y planes concretos de reforma. En declaraciones a la emisora Deutschlandfunk, Kampeter subrayó que "Grecia debe mantener ahora de una vez por todas negociaciones y conversaciones serias con la troika. Intercambiar cartas sin carácter vinculante no es suficiente, ahora toca discutir y trabajar duro", agregó, al tiempo que subrayó que "no basta con hacer un anuncio, sino que debe quedar patente que hay voluntad de ponerlo en práctica".
Para Kampeter, "no se trata de que el Gobierno griego presente cualquier papel, sino de trabajo duro y de compromisos vinculantes". Lo importante es "un compromiso claro" a favor de la consolidación fiscal y de continuar con las reformas", pues "eso es lo que Europa espera de Grecia", insistió.
Asimismo, la canciller alemana, Angela Merkel, pidió este lunes a Grecia "responsabilidad" a la hora de aplicar las "reformas necesarias" que acordó con los países de la eurozona, y afirmó que ambas partes tienen "un camino difícil por delante". Merkel se pronunció así durante una rueda de prensa en Tokio, celebrada tras reunirse con el primer ministro nipón, Shinzo Abe, durante la primera jornada de si visita oficial de dos días a Japón, la primera en los últimos siete años.
"Ya lo he dicho varias veces y lo vuelvo a repetir, nuestro objetivo es que Grecia se quede en la eurozona. Hemos hecho muchos esfuerzos en este sentido durante muchos años". Pero, al mismo tiempo, advirtió de que "también hay dos aspectos a tener en cuenta. Por un lado, está la solidaridad de los socios europeos, y, por otro, la responsabilidad de aplicar las reformas necesarias a nivel nacional", informa Efe. "Lo que puedo decir es que tenemos un camino difícil por delante".
Grecia amenaza con la salida del euro
El problema, llegados a este punto, es que Atenas vuelve a las andadas, ya que no parece dispuesta a aceptar esta senda de reformas y ajustes al que se ha comprometido por escrito a cambio de extender el rescate. Así, el propio Varufakis indicó este fin de semana que su Gobierno no descarta celebrar unas nuevas elecciones e incluso un referéndum sobre la permanencia o no en el euro en caso de no alcanzar un acuerdo satisfactorio con sus socios comunitarios.
Un pacto que, según explicó Varufakis, debe asentarse sobre tres pilares: "Un superávit del presupuesto revisado, una reestructuración inteligente de la deuda y un plan de grandes inversiones". El primer punto se incluyó en el acuerdo alcanzado a finales de febrero, no así los otros dos. El Eurogrupo, con Alemania a la cabeza, ha rechazado por activa y por pasiva la posibilidad de aplicar una nueva reestructuración (sería la tercera) a la deuda pública de Grecia, y aún menos disparar el gasto público con la vana intención de estimular el crecimiento, tal y como exige Syriza.
La cuestión es que, si no se alcanza un acuerdo, el riesgo de Grexit se dispararía, regresando así a la casilla de salida de las negociaciones. Si el Eurogrupo no anticipa parte de los fondos y Syriza no aplica nuevos recortes, es muy posible que Atenas se vea obligada a impagar sus compromisos financieros, así como sueldos públicos, pensiones y servicios sociales, con el consiguiente descontento de la población. Llegados a este punto, también podría intensificarse la retirada de depósitos, más allá del récord registrado hasta el momento, obligando a decretar, en última instancia, el temido corralito bancario.
Las consecuencias del Grexit
En caso de producirse dicho escenario, la salida del euro se convertiría en una opción bastante plausible, según coinciden numerosos analistas, aunque discrepan acerca de sus posibles consecuencias para el conjunto de la zona euro.
La agencia de calificación Fitch, por ejemplo, considera posible una salida de Grecia de la eurozona, pero poco probable un contagio a otros países. "La eurozona sufriría un impacto significativo si Grecia saliera del euro, pero sería poco probable que desencadenara una crisis sistémica como sí hubiera ocurrido en 2012, o la inmediata salida de otro país", según la firma. "La eurozona ha desarrollado mecanismos que impiden las probabilidades de contagio de las dudas sobre la solvencia de otros países, por eso no vemos posible una reacción en cadena si Grecia sale del euro", añade.
Por otro lado, "la salida de Grecia del euro sería una señal de que la participación y la integración en la eurozona requiere la aceptación de una política fiscal restrictiva y reformas impopulares para crear una economía capaz de encajar en su interior". Por ello, el Grexit también podría, en última instancia, "estimular el fortalecimiento de las instituciones de la eurozona y, por tanto, la unión monetaria".
La mayoría de los analistas e inversores de la City londinense, por el contrario, considera que se está subestimando el caos financiero que supondría dicha salida, según una encuesta del Financial Times. El Grexit podría "acelerar el desmantelamiento de la zona euro", alertan.
En esta misma línea, el prestigioso analista en materia comunitaria Jean Pisani-Ferry indica que, en caso de salida, "las sospechas serían irreversibles, y sustituiría la creencia de que la eurozona es irreversible". Además, "la historia demuestra que ningún compromiso es irrevocable", ya que "desde principios del siglo XIX se han disuelto 67 uniones monetarias", recuerda. "Cualquier salida de la eurozona haría que se percibiera una mayor probabilidad de que tarde o temprano otros países pudieran salir también", insiste.
Sea como fuere, las autoridades europeas empiezan a barajar de forma muy seria la salida de Grecia del euro, hasta el punto de proponer la elaboración de informes al respecto.