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Manuel Llamas

¿Podemos? No, no podéis

Podemos no representa ninguna esperanza para los españoles, sino una futura pesadilla de pobreza, decadencia y represión.

Podemos no es la solución a los graves problemas institucionales, económicos y sociales que padece España desde hace años, sino la puntilla que amenaza con hundir a este país en el pozo de la más absoluta ruina, decadencia y ostracismo durante décadas.

Se equivocan quienes, por pura ignorancia o ingenuidad, piensan que el partido de Pablo Iglesias representa la ansiada regeneración política que tantos españoles venían reclamando desde hace tiempo, puesto que su ideología no es más que una simple y maniquea actualización de los viejos y sempiternos postulados del comunismo, cuya aplicación ha conllevado, siempre y en todo lugar, represión, pobreza y muerte.

Ejemplos del desastre colectivista, por desgracia, sobran a lo largo de la historia, como bien demuestran las fatídicas experiencias soviética o china ayer, o la agonía que aún hoy padecen millones de personas en Cuba, Venezuela o Corea del Norte. La catástrofe humana que ha provocado el paso del comunismo ha sido de tal calibre que hasta los podemitas, pese a profesar dicho pensamiento, reniegan de ese concepto mediante la utilización de burdos, aunque efectivos, eufemismos propagandísticos, como "casta" ("burguesía) o "democracia" ("dictadura del proletariado") para desligarse de su negro pasado.

De ahí, precisamente, que también intenten distanciarse de Venezuela, ahora que es evidente que el chavismo ha fracasado estrepitosamente con su "Socialismo del siglo XXI" -el colectivismo de toda la vida-, a pesar de que la cúpula de Podemos ha asesorado y apoyado abiertamente al régimen bolivariano durante años.

Por el contrario, según claman hoy Iglesias y los suyos, su modelo a imitar no es la caótica economía venezolana, sino el muy exitoso y próspero sistema nórdico. Ojalá fuese cierto, pero la realidad es bien distinta. Podemos no defiende el modelo nórdico por una sencilla razón: odian el capitalismo. Y lo que nunca admiten ni admitirán los podemitas es que los países del norte de Europa que tanto dicen envidiar son capitalistas, profundamente capitalistas, mucho más capitalistas que España...

Dinamarca, cuyo nivel de desigualdad, por cierto, es muy elevado -la desigualdad no es mala-, es la cuarta economía más libre del planeta, según el último Índice Doing Business del Banco Mundial; Noruega ocupa la sexta posición; Finlandia, la novena; Suecia se coloca en el puesto once del ránking; Irlanda en el trece; Alemania, en el catorce... España, sin embargo, ocupa el puesto 33 del mundo.

Los países nórdicos son ricos porque abrazan el capitalismo. Sus economías son mucho más flexibles que la española, los derechos de propiedad gozan de mayor protección, y tanto la seguridad jurídica como el libre mercado son los principios sobre los que se asienta su desarrollo. Es cierto que también cuentan con un mal llamado Estado del Bienestar muy avanzado, pero su sostenibilidad financiera depende de la gran capacidad que posee su economía para generar riqueza y no al revés -el Estado no crea, sino que destruye riqueza-.

Además, los podemitas parecen ignorar que muchos servicios públicos han sido privatizados o externalizados para maximizar su eficiencia, de modo que poco o nada tienen que ver con la cara e ineficaz Administración Pública española. No y mil veces no. A lo que aspira realmente Podemos no es a implantar el muy capitalista modelo nórdico, a diferencia de la socialdemocracia que sí propugna Ciudadanos, sino el intenso estatismo que padecen Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia o la misma Grecia, entre otros.

Basta observar sus diferentes y variados programas electorales para percatarse de que su gran propuesta consiste, sencillamente, en mucho más Estado y menos mercado. Es decir, en otorgar más poder y capacidad de influencia a la denostada casta política, a costa de reducir la capacidad de decisión de la sociedad civil. Aplicar un mega Plan E de 100.000 millones de euros para crear empleo, aprobar una renta básica, disparar los impuestos, nacionalizar empresas, expropiar fincas o legalizar la okupación de viviendas no son medidas propias de países serios, ricos y desarrollados, sino de regímenes bananeros en los que el populismo campa a sus anchas.

Como bien explicaba el reverendo William Boetcker a través de su famoso Diez no podéis, publicado en 1916, el colectivismo no puede, por definición, cumplir lo que promete. El decálogo en cuestión señala lo siguiente:

  1. No podéis crear prosperidad penalizando el ahorro.
  2. No podéis fortalecer al débil debilitando al fuerte.
  3. No podéis ayudar a los pequeños aplastando a los grandes.
  4. No podéis ayudar al pobre arruinando al rico.
  5. No podéis elevar al asalariado presionando a quien paga el salario.
  6. No podéis resolver los problemas gastando más de lo que ganáis.
  7. No podéis promover la fraternidad de la humanidad incitando el odio de clases.
  8. No podéis garantizar una adecuada seguridad con dinero prestado.
  9. No podéis formar el carácter y el valor de un hombre quitándole su independencia, libertad e iniciativa.
  10. No podéis ayudar a los hombres permanentemente, realizando por ellos lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos.

No se trata de una mera declaración de intenciones. La imposibilidad del comunismo (puro o suave, da igual) ha sido constatada tanto en la teoría como en la práctica. Países como Argentina o Venezuela llevan décadas aplicando el particular recetario estatista que propone Podemos, y los resultados saltan a la vista: ambos se sitúan entre los regímenes más corruptos, despilfarradores e inseguros del mundo; su antigua riqueza ha mutado en una larga y constante decadencia económica, llena de desesperanza y calamidad para la gran mayoría de la población, especialmente para los más pobres y necesitados; y en donde las libertades y derechos fundamentales del individuo están seriamente cercenados por el omnipresente poder político.

Por eso, ahora más que nunca, cuando el populismo llama a las puertas de España, conviene tener muy presente los siete grandes pecados nacionales que, según alertó también Boetcker, ningún pueblo debe cometer para no caer preso del oscuro designio colectivista:

  1. No pienso.
  2. No sé.
  3. No me importa.
  4. Estoy demasiado ocupado.
  5. Dejemos las cosas como están.
  6. No tengo tiempo para leer ni descubrir.
  7. No me interesa.

Así pues, ¿Podemos? No, no podéis. Primero, porque todas las promesas de riqueza y bienestar que anuncia Iglesias son de imposible realización. Y, segundo, porque, en última instancia, usted y yo aún estamos a tiempo de impedirlo. Despierten. Podemos no es la esperanza, sino nuestra futura pesadilla, como bien explica este didáctico vídeo elaborado por Un Ciudadano Cualquiera.

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