El Gobierno griego se mantiene en sus trece. El primer ministro, Alexis Tsipras, se niega a prolongar el actual programa de rescate, a pesar de que el Estado y la banca helenos se quedarán sin financiación exterior a partir del próximo 28 de febrero, cuando expire el citado plan. "No vamos a solicitar una prórroga del memorando ni con una pistola en la sien", según ha advertido el portavoz del Ejecutivo griego este lunes.
El líder de Syriza pretende lograr una plan alternativo de financiación hasta el próximo verano ("crédito puente") mientras negocian con la troika un tercer programa de asistencia, consciente de que si acepta prolongar el actual rescate se juega su propio cargo y la estabilidad política de su Gobierno. La intención de Tsipras, por tanto, consiste en vender a la opinión pública griega que ha logrado poner punto y final a la impopular senda de austeridad y reformas marcada por la UE. Sin embargo, el Eurogrupo tampoco cede e insiste en que la única opción de Grecia es solicitar la extensión del rescate vigente -y sus condiciones de ajustes y reformas-.
La estrategia de la coalición de izquierda radical es muy arriesgada. Si no llegan a algún tipo de acuerdo el próximo viernes, es muy posible que el Banco Central Europeo (BCE) restrinja aún más la línea extraordinaria de liquidez (ELA) que facilita a los bancos griegos a través de su banco central. Como consecuencia, se dispararía el riesgo de que Atenas decrete un corralito bancario este mismo fin de semana para evitar la retirada masiva de depósitos, aumentando de paso la probabilidad de que Grecia acabe saliendo del euro.
Abandonar la Unión Monetaria tendría efectos desastrosos para la economía helena. ¿Cómo es posible, entonces, que Tsipras arriesgue tanto? Su gran baza es blandir el efecto contagio. En Atenas están convencidos de que, más allá del elevado coste económico que tendría su salida para el resto de socios (impagaría buena parte de su deuda pública y externa a través de dracmas devaluados), el principal motivo para evitar ese escenario es la posibilidad real de que otros países terminen, igualmente, saliendo de la moneda única.
Tanto Bruselas como Berlín confían en que el abandono de Grecia podría ser "manejable", gracias a la reducida exposición de la banca europea a la deuda pública helena y, sobre todo, a los mecanismos de salvaguarda que existen en la actualidad para suavizar la tormenta, como el Fondo de rescate europeo (MEDE), la unión bancaria o la compra masiva de deuda por parte del BCE (Quantitative Easing). Llegado el caso, Europa activaría ésta y otras medidas para contener la hemorragia, ya que se dispararía la tensión financiera y la prima de riesgo de los países más débiles de la Unión.
Riesgo de contagio a otros países
Ante tal escenario, los analistas tienen opiniones enfrentadas. En este sentido, hay quien piensa que la crisis podría contenerse mediante la activación de los citados salvavidas europeos, pero otros consideran que no es una mera cuestión de dinero, sino de confianza. Lo cierto es que la salida de Grecia o de cualquier otro país supondría la caída de un mito. A saber, que la integración monetaria es un proceso "irreversible". Este hecho marcaría un precedente hasta ahora inimaginable y, como consecuencia, inversores y depositantes empezarían a preguntarse cuál será el siguiente país en abandonar.
En un reciente informe, los economistas del banco suizo UBS advertían de que los mercados estaban "subestimando los riesgos asociados" al "difícil" proceso de negociación entre Atenas y la troika repsecto a la renovación del rescate. Y es que, en caso de no llegar a un acuerdo y producirse, finalmente, la salida de Grecia, "existe un riesgo significativo de que otros países se sumen al abandono del euro".
La materialización de dicho escenario dependería, básicamente, de si los depositantes piensan que su país seguirá o no los pasos de Grecia y de la confianza que manifiesten hacia las instituciones comunitarias para garantizar la integridad del sistema bancario. "La seguridad de que los depósitos bancarios están garantizados por el BCE es completamente inútil si el público en general cree que su país va a salir del euro", ya que muchos optarán por retirar su dinero, con el consiguiente riesgo de desatar un pánico bancario.
Según UBS, el canal de transmisión del contagio se produciría a través de los depósitos bancarios, no mediante desplomes bursátiles o el aumento de las primas de riesgo. Lo que cotizaría aquí sería el riesgo divisa. Ante la percepción de que un país abandone la Unión, aunque ésta sea pequeña, muchos depositantes decidirían salvaguardar sus ahorros de una hipotética devaluación.
"En el caso de la zona del euro, parece poco probable que la incompleta unión bancaria actual y la inexistente unión fiscal serían suficientes para prevenir el contagio de que las corridas bancarias se extiendan a otros países a raíz de la salida de Grecia del euro", añade la entidad. Es decir, otros países también serían susceptibles de salir.
"Si se mantiene el statu quo político, hay que considerar probable que Grecia no estará sola en la salida del euro [...] Al igual que sucedió con la retirada de depósitos dentro de Grecia, una vez que la primera chispa del miedo se enciende, es probable que el incendio de contagio se propague rápidamente".
La cuestión, según UBS, es si la UE adoptaría entonces medidas suficientemente contundentes como para para cambiar la percepción de otros europeos acerca de que la integridad del euro -y de sus ahorros- está garantizada. "El apoyo ilimitado del BCE a los bancos de la zona euro, la monetización de deuda y una progresiva unión fiscal serían el tipo de políticas que podrían cambiar esa percepción", aunque todas, "por supuesto, tienen un coste". El informe concluye que la salida del otros países ya no sería una cuestión de solvencia bancaria o soberana, sino de credibilidad política.
Pese a ello, cabe destacar que el euroescepticismo está creciendo en el norte de Europa debido, precisamente, al rechazo que manifiestan muchos contribuyentes a los rescates y transferencias masivas de recursos a los países periféricos, de modo que la aplicación de dichos mecanismos tampoco garantizaría la integridad del euro a medio y largo plazo.
La lección de la historia
De hecho, la historia demuestra que las desintegraciones monetarias no son fenómenos excepcionales, ni mucho menos. Más bien al contrario. Así, tal y como detallan los economistas de Harvard Keneth Rogoff y Carmen Reinhart, un total de 181 países han abandonado el patrón oro o algún tipo de unión monetaria desde 1919 hasta 2007, y uno de los datos más relevantes es que 124 (el 70%) lo hicieron en el mismo año o tan sólo un año después de que otro país optara por la salida en esa misma región.
Es decir, el efecto contagio o imitación se eleva hasta el 70% en el momento en el que se produce la primera salida, según revelan otras experiencias históricas en el pasado. Tal y como señalan los analistas de Royan Bank of Scotland, "cuando uno se va... Otros le suelen seguir". Syriza lo sabe y por eso centra gran parte de su estrategia negociadora frente al Eurogrupo en blandir el miedo al contagio... ¿Le saldrá bien la jugada?