Alemania y Grecia empezaron a acercar posturas el jueves, tras la fallida reunión del Eurogrupo del pasado miércoles, en el que ambas partes, una vez más, no alcanzaron un acuerdo. El Eurogrupo que se celebra el próximo lunes será clave en la nueva negociación sobre el programa de rescate heleno. Por ello, Berlín y Atenas están ya trabajando en ciertos puntos en común con el fin de escenificar algún tipo de pacto en dicha cita.
Sin embargo, el avance de las conversaciones, por el momento, se debe más a las cesiones de Grecia que a las de Alemania. En el olvido queda ya esa postura inicial de máximos que blandió el primer ministro heleno, Alexis Tsipras, durante sus primeros días de Gobierno. El líder de la coalición radical de izquierdas, Syriza, llegó al poder a caballo de tres grandes promesas:
- Aplicar una nueva y sustancial quita sobre la deuda pública.
- Suspender el actual rescate, cuya vigencia expira el próximo 28 de febrero, y renegociar un nuevo programa con el resto de socios europeos. Esto significa, básicamente, convertir en papel mojado el memorando de condiciones acordado previamente con la troika.
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Y, por último, rechazar la supervisión de la troika.
En base a estos compromisos electorales, Tsipras anunció la subida del salario mínimo, la suspensión de la reforma laboral y del recorte de empleo público, la paralización de las privatizaciones y el aumento del gasto público mediante un plan de emergencia social, entre otras medidas. Asimismo, exigió a Bruselas la aprobación de una quita y la disolución de la troika. Y, hasta hace un par de días, rechazaba la prolongación del rescate, solicitando a cambio un crédito puente hasta verano para poder negociar con la UE la aprobación de un nuevo plan de rescate, con el objetivo último de dejar atrás la impopular senda de reformas y recortes.
La respuesta de Berlín a todas y cada una de estas demandas se resume en una simple palabra: Nein! (No). "Si Grecia quiere abandonar el rescate, no podemos hacer nada. Es su problema", es lo que venían a decir desde el Gobierno de Angela Merkel. Sin embargo, el escaso margen de tiempo, la falta de fondos (Atenas no puede financiarse en los mercados, ya que nadie le presta dinero) y la delicada situación de su banca, cuya supervivencia depende actualmente de los préstamos de emergencia del BCE, están ablandando, poco a poco, a Syriza.
Es decir, Tsipras empieza a ceder, aunque tira de eufemismos para poder mantener ante su electorado su particular retórica anti-troika y antiausteridad. Así, en la rueda de prensa posterior a su primera cumbre europea celebrada el jueves, el primer ministro heleno insistió en la necesidad de poner fin al rescate actual una vez expire a finales de mes y sustituirlo por un acuerdo "puente" hasta que se encuentre un consenso definitivo. "El memorando de entendimiento ]con las exigencias al país a cambio del rescate] ya no existe" y "la troika ya no existe", anunció.
La realidad, sin embargo, es que sí existen y todo apunta a que seguirán existiendo. Primero, Atenas sustituyó la exigencia de quitas por algún tipo de reestructuración de deuda pocos días después de llegar al poder, y, ahora, acepta incluso la posibilidad de extender el actual plan de rescate, manteniendo en mayor o menor medida la senda de austeridad y reformas marcada, además de admitir la denostada troika, solo que bajo otro nombre.
El punto de inflexión se produjo el jueves, cuando se filtró el acercamiento entre Grecia y Alemania. La negociación en curso consiste en extender el actual plan de rescate más allá del 28 de febrero, solo que suavizando algunas condiciones. En concreto, se discute la posibilidad de reducir el superávit fiscal primario (descontando el pago de intereses) comprometido inicialmente y modificar, pero solo parcialmente, el plan inicial de privatización de activos.
Es decir, Atenas seguirá adelante con las privatizaciones y, además, tendrá que registrar superávit (gasto inferior a los ingresos públicos). Dicho de otro modo, Tsipras parece ahora dispuesto a tragar con el rescate, la austeridad y las reformas. De hecho, incluso admite que, de una u otra forma, su país tendrá que seguir bajo la supervisión de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), los tres organismos que componen la troika.
La única diferencia es que cambian los términos usados:
- La prolongación del rescate se maquillaría bajo el término programa "puente".
- La "antiausteridad" que pregona Tsipras se traduciría en una reducción del superávit comprometido (del 4% al 3% o el 1,5% del PIB).
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Y la troika se denominaría ahora "instituciones".
A cambio, tal y como mantuvo desde el principio, la troika estaría dispuesta a alargar la devolución de los préstamos concedidos y a reducir una vez más el tipo de interés para reducir la carga de la deuda a Atenas, pero, rechazando, en todo caso, la aplicación de nuevas quitas. De este modo, Alemania conseguiría su principal objetivo, que Grecia mantenga la senda de reformas y ajustes para sanear su economía y sus finanzas públicas, al tiempo que Tsipras salva la cara ante su partido y su electorado.
"Grecia hará todo lo posible por llegar a un acuerdo con sus socios de la zona euro en la reunión del lunes de los ministros de Finanzas de la zona euro sobre cómo hacer la transición a un nuevo programa de apoyo", señaló el portavoz Atenas este viernes. La posible hoja de ruta para alcanzar un acuerdo sería la siguiente, según los analistas del banco germano Berenberg.
- Grecia pide una extensión del programa actual de rescate, aceptando la inmensa mayoría de las condiciones acordadas con sus acreedores.
- Además, mantiene las reformas económicas importantes, como la mayor flexibilización del mercado laboral o la reforma de las pensiones y la Administración Pública.
- Europa, por su parte, cambia el nombre a la "troika", acepta algún tipo de eufemismo para prolongar el actual programa de rescate y reduce su exigencia de superávit fiscal primario.
- Además, promete prolongar los plazos de amortización de los créditos y reducir los tipos de interés, siempre y cuando Atenas mantenga la senda de reformas y ajustes.
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Tras completarse la revisión pendiente del plan de rescate vigente, la troika -y especialmente el FMI y el BCE- jugarán un papel más reducido y, sobre todo, menos visible en la supervisión del progreso griego.
El éxito y los detalles del compromiso, en caso de alcanzarse, se conocerán en los próximos días. El tiempo, no en vano, sigue corriendo, y el plazo marcado concluye el próximo 28 de febrero.