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EDITORIAL

Pocas reformas para tanto desempleo

Lo preocupante es el bajísimo ritmo de crecimiento en un pais en el que más de una de cada cinco personas en disposición de trabajar no lo puede hacer.

Es cierto que enero es un mes en el que tradicionalmente sube el paro porque termina la campaña de Navidad. Es verdad que el aumento del desempleo registrado el mes pasado es el menor repunte en enero desde el año 2007; como también lo es que, eliminado el efecto calendario, el número de parados habría descendido en 42.723 personas.

Sin embargo, no es menos cierto que todo lo anterior supone un magro consuelo ante el hecho de que el número de parados registrados haya subido el pasado mes en 77.980 personas respecto a diciembre de 2014 y se haya situado en 4.525.691. Porque, puestos a desestacionalizar y relativizar las cifras de paro según su contexto, tampoco es lo mismo que el paro suba en enero cuando se tiene una tasa de paro del 10%, como es el caso de la media europea, que cuando se tiene una del 23%, como es el caso español.

Por ello, aunque aun hoy, y más en los próximos meses, podamos seguir hablando de creación de empleo, lo preocupante es su bajísimo ritmo de crecimiento, en un país en el que más de una de cada cinco personas en disposición de trabajar no lo puede hacer. El supuesto reformismo del Gobierno del PP y su no menos impostada política de austeridad pública han sido un escaso estímulo, cuando no un mero maquillaje, con el que convencer a los acreedores de que España puede seguir endeudándose. Lo cierto es que el Ejecutivo de Rajoy ha mantenido prácticamente intacto el sobredimensionado sector público y el asfixiante marco regulatorio, y que las rebajas de impuestos anunciadas para este año electoral no suplen el brutal incremento de la presión fiscal a lo largo de la legislatura.

Lo más preocupante es que al Gobierno del PP ni siquiera se le podría acusar de hipocresía al predicar un programa reformista y una política de austeridad que, en realidad, apenas ha practicado y que ahora ya ni reivindica. Instalado en un estado de autocomplacencia, interiorizando incluso que debe dejar de apelar a la austeridad como si ya no se tratara de una virtud pública, el Ejecutivo de Rajoy lo confía todo al temor a la llegada del populismo comunistoide de Podemos y a las nuevas facilidades para el endeudamiento que el BCE ha anunciado para todos aquellos Gobiernos que no desafíen abiertamente a sus acreedores.

Así las cosas, no es de extrañar que, a escasos diez meses de las próximas elecciones generales, el Gobierno no haya reducido en nada las desastrosas cifras de paro dejadas por Zapatero.

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