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Carlos Rodríguez Braun

Espectáculo del poder

La mayoría de los ciudadanos siempre quiere pagar menos impuestos y siempre termina pagando más.

Hace unos meses, a propósito de una operación de la Agencia Tributaria y la Guardia Civil, que abordaron el barco de Carmen Thyssen en Ibiza para notificarle la apertura de un nuevo expediente fiscal, reclamó un editorial de El Mundo: "Buscar la eficacia fiscal sin necesidad de espectáculos"

Este es el pensamiento mayoritario a propósito de la fiscalidad: hay que cobrar los impuestos que marque la ley, hay que perseguir a quienes no los paguen, pero ¿para qué montar tanto alboroto?

Es un análisis equivocado, porque si aceptamos que hay que cobrar y perseguir, el alboroto es indispensable. En efecto, aceptar que hay que pagar lo que el Estado diga es renunciar a la libertad y permitir al poder que usurpe los bienes de sus súbditos no en la medida en que éstos lo deseen sino en la medida en que le convenga al propio Estado, que es claramente lo que sucede, en particular en los regímenes democráticos, donde se da la paradoja de que, al revés del supuesto de que el Estado obedece a los ciudadanos, la mayoría de los ciudadanos siempre quiere pagar menos impuestos y siempre termina pagando más.

La dinámica del Estado, así, lo lleva a legitimarse mediante el gasto público, para que se vean los "logros y conquistas sociales del Estado de Bienestar", pero a la vez a subir continuamente la presión fiscal y a extenderla mucho más allá de "los ricos". Los Estados actuales no pueden financiarse gravando a los ricos, ni siquiera expropiándolos completamente, cosa que evitan hacer porque en tal caso los ricos aguantarían sólo una expropiación, y después la evitarían no generando propiedad ni riqueza, o generándolas en otro país.

Por tanto, los Estados deben castigar a la mayoría de la población. Cuando la corrección política dice que hay que perseguir a los que no pagan y "luchar contra el fraude fiscal" lo que en realidad está diciendo es que el poder político y legislativo debe reprimir y perseguir a millones de modestos ciudadanos. El Estado lo sabe, y por eso monta espectáculos como el de la señora Thyssen, para transmitir la idea de que es particularmente rudo con los ricos, y ocultar la verdad, a saber, que usurpa cada vez más bienes a cada vez más ciudadanos corrientes y molientes.

El espectáculo, en consecuencia, es imprescindible, y por eso siempre se ha hecho. En nuestro país empezó con los socialistas en los años 80 tras los pasos de Lola Flores, y ahora con las autoridades del PP persiguiendo a la Pantoja: todos quieren por esta vía disfrazar los atracos que perpetran contra las personas que no son famosas, ni ricas.

(Entre paréntesis, el truco funciona no sólo en el caso de los impuestos sino también a todos los niveles de violencia estatal, desde los regímenes revolucionarios y comunistas más carnívoros hasta los socialdemócratas más vegetarianos. Por eso los comunistas mataron a la familia del zar, y los revolucionarios franceses al rey y a María Antonieta: era para dar la idea de que iban contra los privilegiados y ocultar que decenas de miles de trabajadores franceses cayeron asesinados en la guillotina, y decenas de millones de trabajadores fueron muertos por los comunistas).

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