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Gonzalo Melián: "Nuestras ciudades están cada vez menos contaminadas gracias al capitalismo"

El director de OMMA y experto urbanístico desmonta algunos de los mitos más extendidos sobre la polución de las grandes urbes.

El director de OMMA y experto urbanístico desmonta algunos de los mitos más extendidos sobre la polución de las grandes urbes.

El aumento de los niveles de polución que ha sufrido el aire de Madrid en los últimos días ha generado una intensa polémica sobre la contaminación de la capital, originando una oleada de críticas hacia el Ayuntamiento del PP, los habituales mensajes alarmistas por parte de los ecologistas y propuestas bastante conflictivas de partidos, asociaciones y sindicatos.

¿Qué hay de cierto en torno a este asunto? ¿Es tan grave la contaminación de la capital? ¿Restringir o prohibir la circulación de coches es una solución? Gonzalo Melián, director del Centro de Estudios Superiores OMMA, profesor del IE University y experto en planificación y diseño urbano, responde a estas y otras cuestiones en una entrevista concedida a Libre Mercado, desmontando algunos de los mitos más extendidos en torno a la polución ambiental de las grandes urbes.

- En los últimos días, se ha registrado un aumento de los niveles de contaminación en Madrid, disparando las alertas tanto a nivel mediático como político. ¿Realmente es tan grave este repunte como nos intentan hacer creer?

A esta hora -las 18:00 del pasado lunes-, en la Estación de Plaza del Carmen del centro Madrid, según datos del propio Ayuntamiento, el nivel de dióxido de azufre (SO2) es 14 µg/m³ de aire, de monóxido de carbono (CO) es 0,5 mg/m³, de dióxido de nitrógeno (NO2) es 69 µg/m³ y de Ozono (O3) es de 13 µg/m³. Los parámetros de SO2, CO y O3 son excelentes y el de NO2 estaría totalmente dentro de la normalidad.

Para que nos hagamos una idea, según la "Directiva 1999/30/CE del Consejo, de 22 de abril de 1999, relativa a los valores límite de dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y óxidos de nitrógeno, partículas y plomo en el aire ambiente", el umbral de alerta fijado para el SO2 es de 500 µg/m³ y para el NO2 es de 400 durante tres horas consecutivas.

Por poner otro dato, en el Real Decreto 102/2011, de 28 de enero, relativo a la mejora de calidad del aire, se establece que 200 µg/m³ registrados durante una hora para el SO2 sería el umbral que no se puede sobrepasar.

Por todo ello, no se entiende el alarmismo que se está vendiendo en los últimos días. Es más, el año pasado la Organización Mundial de la Salud sacó un informe en donde Madrid no era la ciudad más contaminada de España. De hecho, en nuestro país había 30 ciudades más contaminadas que Madrid, donde el informe situó su contaminación en 11 µg/m³ de partículas contaminantes PM 2,5, las más pequeñas y perjudiciales.

Además, si comparamos la polución de Madrid con la de otras grandes ciudades del mundo podríamos decir, incluso, que es una ciudad muy poco contaminada, ya que, según este mismo informe, la contaminación de la capital de India, Nueva Delhi, es de 152 µg/m³ de partículas contaminantes PM 2,5.

- ¿Sufren hoy las ciudades más contaminación que en tiempos pasados?

Según la Environmental Protection Agency (EPA), entre 1990 y 2002, las emisiones de monóxido de carbono, los compuestos orgánicos volátiles, las partículas, el dióxido de azufre y el dióxido de nitrógeno han decrecido en cantidades diferentes, que van del 17% al 44%. Para el plomo la reducción ha sido del 99% entre 1970 y 2002.

Además, hay autores, como Julian Simon, que han escrito bastante sobre cómo nuestras ciudades son más limpias que en el pasado. Por ejemplo, en su libro junto con Stephen Moore (It's Getting Better All the Time : 100 Greatest Trends of the Last 100 Years) explica que la polución se ha estado reduciendo durante varias décadas y que nuestras ciudades estaban mucho más contaminadas en el pasado.

Así, según dichos autores, la polución del aire en Chicago decreció más de la mitad desde 1960. A principios de los 70, ciudades como Philadelphia, Chicago, Los Ángeles y New York tenían más de 150 días al año de aire muy contaminado o insano, mientras que en 1996 esta cifra no sobrepasaba los 20 días en ninguna de estas ciudades.

La explicación es bastante sencilla: nuestras ciudades están cada vez menos contaminadas gracias al capitalismo y a la desindustrialización de las mismas. El capitalismo ha permitido que el principal recurso de las ciudades sea el capital humano y no los recursos físicos.

El socialismo sigue pensando que lo que genera riqueza es poner a mucha gente trabajando en una fábrica haciendo láminas de acero. De hecho, las ciudades que siguen estando muy contaminadas son las que han sufrido o sufren el comunismo y están fuertemente industrializadas, como muchas en China o la propia Moscú.

La tendencia del capitalismo es la desindustrialización de las ciudades y, gracias a ello, cada vez son más limpias, puesto que los propios ciudadanos quieren lugares confortables donde vivir y, gracias al transporte, la industria puede situarse a las afueras de la urbe.

En el pasado, las ciudades carecían de saneamiento y los desechos se vertían en la vía pública, no existían automóviles y las calles estaban repletas de excrementos de animales, y cuando se produjo la revolución industrial éstas se llenaron de fábricas, que eran las que realmente contaminaban una enormidad, de modo que los trabajadores, al no tener automóviles, no tenían más remedio que vivir donde las fábricas.

Las ciudades más contaminadas en la actualidad son las que todavía mantienen mucha industria en su interior, cosa que no pasa con Madrid. Curiosamente, el nuevo partido de izquierda Podemos plantea la reindustrialización de nuestras ciudades, lo cual sería un completo disparate ambiental.

- Son muchos los políticos y analistas que culpan a conductores y fabricantes de coches de la contaminación que sufren las ciudades. ¿Qué opina al respecto? ¿Quiénes son los verdaderos responsables de esta situación?

Es un error de bulto. Los ecologistas deberían erigir un monumento al coche como expuso en un brillante artículo hace unos años el actual Rector de la Universidad Francisco Marroquín, Gabriel Calzada. Gracias al coche, las ciudades dejaron de ser un estercolero repleto de excrementos de animales.

Además, gracias a la innovación y a la importante capitalización de la industria automovilística -es decir, a los fabricantes de coches-, los automóviles cada vez contaminan y consumen menos. Basta comparar un coche de hoy con alguno de los años 30 que todavía sigue circulando por la Cuba comunista. El humo contaminante del primero ni se aprecia y el consumo de combustible es bastante pequeño, mientras que en el segundo, como se meta en los pulmones el hollín que desprende, seguro que te ocasiona más de un problema y, además, un depósito de combustible repleto no da para muchos kilómetros.

Las aseveraciones para restringir la circulación en la ciudad sólo se pueden explicar desde el odio al coche, el odio a que las personas puedan elegir moverse libremente cuando les de la gana. Lo que no podemos negar es que existe polución en nuestras ciudades y que los coches contaminan. Pero igual de cierto es que esta contaminación sería menor si no fuera por las regulaciones que imponen analistas, burócratas y políticos en nuestras ciudades.

- ¿Por qué?

Muy sencillo. Si nos quedamos de pie mirando durante 30 minutos en cualquier calle del centro de Madrid, veremos pasar varias veces los mismos coches, pues están buscando aparcamiento. En Madrid existen miles de coches que están funcionando durante horas buscando aparcamientos. Seguro que más de uno culpa al mercado de no realizar dichos aparcamientos.

Sin embargo, los culpables son los políticos y burócratas, ya que sus regulaciones urbanísticas impiden la construcción de nuevos aparcamientos. El centro de Madrid se encuentra totalmente regulado, urbanísticamente hablando, y la gran mayoría de edificios están protegidos, por lo que resulta casi imposible realizar nuevos aparcamientos. Si esto no fuera así, habría más parking, los coches estarían menos horas contaminando y los precios de los aparcamientos, previsiblemente, se reducirían por el aumento de la oferta.

- El Ayuntamiento de Madrid aprobó el pasado julio un protocolo que establece restricciones al tráfico, con medidas como la prohibición de circular alternativamente a vehículos con matrículas pares o impares en caso de que se dispare la contaminación por dióxido de nitrógeno. ¿Cree que esto solucionaría el problema? ¿Qué consecuencias negativas tendría esta medida?

En primer lugar, como señalé anteriormente, el nivel actual de contaminación en Madrid no es un problema. Por ello, es increíble que los políticos dediquen su tiempo a esto y a no al verdadero problema de nuestro país, que es el incremento de la pobreza y el paro.

Por otro lado, es evidente que si prohibimos los coches eliminaremos la contaminación de los coches. Eso hasta un niño de primaria nos lo puede certificar. Pero en ningún caso la solución a este supuesto problema debe consistir en más prohibiciones o nuevas subidas de impuestos, puesto que tendría importantes consecuencias negativas, tales como la eliminación de la libertad de los ciudadanos para poder moverse en su vehículo cuando ellos decidan o el incremento de los costes de muchas personas que, sin duda alguna, iría en detrimento de nuestra economía y, por tanto, de nuestro empleo.

- El PSOE, por su parte, plantea prohibir la circulación de coches diésel por la ciudad. ¿Qué le parece esta idea?

Tan disparatada como la anterior o pensar que elevando aún más los impuestos de los carburantes -hoy ya representan el 55% del depósito- se va a solucionar el problema. Lo único que generan estas medidas son externalidades negativas y empobrecimiento de los ciudadanos.

Sólo habría que calcular la cantidad de puestos de trabajo que se podría generar en el sector privado si el dinero que se le quita a la gente con estos impuestos permaneciera en sus bolsillos para poder destinarlo a otras cosas en vez de mantener el enorme aparato estatal que sufrimos o en pagar a los funcionarios que inventan este tipo de regulaciones y trabas urbanísticas.

- CCOO apuesta, directamente, por prohibir el tráfico en el centro. ¿Qué opina?

No me sorprende, los socialistas siempre han odiado el coche. No aguantan que los individuos puedan desplazarse libremente cuando les plazca y prefieren que lo hagan en transportes colectivos, públicos y gestionados de forma pública por supuesto, para que, de esta forma, la gente no se pueda mover cuando le plazca, sino cuando el burócrata de los horarios estipule. No obstante, seguro que a los miembros de CCOO les encanta ir en coche.

- ¿Fomentar el transporte público sería una solución?

Depende de lo que entendamos por fomentar. Si por fomentar entendemos prohibir el coche para forzar a la gente a ir en transporte público, que, por cierto, cada vez es más caro, pues no sería la solución. Ahora bien, si por fomentar entendemos liberalizar el sector para que nuevas empresas puedan realizar ese servicio de una forma mejor y más barata, puede que, efectivamente, más personas elijan libremente usar más veces el transporte público. No obstante, Madrid es una ciudad donde, aunque cada vez es más caro el transporte público, muchas personas lo eligen.

Sin embargo, sí han surgido grandes ideas empresariales de transporte colectivo que reducirían las emisiones de los automóviles como, por ejemplo, Uber, pero justo ésa ha sido prohibida por los poderes públicos. También Google está trabajando en un coche sin conductor que podría ir pasando a recoger gente, pero, como vemos, todas estas propuestas surgen de la innovación del sector privado y, por desgracia, muchas no pueden aflorar debido a las regulaciones que se empeñan e imponer algunos.

- Desde su punto de vista, ¿cómo se podría solventar, entonces, el problema de la contaminación urbana?

Las soluciones siempre pasan por más libertad y no por menos. La asignación del uso del automóvil en las autopistas y vías urbanas mediante un sistema de precios de libre mercado para, de este modo, mejorar la calidad ambiental de las ciudades, reducir el tráfico, incrementar el uso del transporte colectivo -no necesariamente público- y conseguir, por tanto, una menor contaminación y un mejor uso de los recursos en nuestras ciudades es, en mi opinión, la única vía a seguir.

Por culpa de la planificación urbana centralizada, hemos construido unas ciudades ineficientes con unos costes exagerados, soportados, en su mayor parte, por terceros. La figura del empresario juega un papel fundamental en nuestra sociedad para descubrir tanto las soluciones a la contaminación como al tráfico, y para poder transformar las ciudades de la forma más eficiente posible.

Si eliminamos o restringimos esta figura, tal y como han conseguido las actuales regulaciones urbanas, las descoordinaciones afloran por doquier, como bien ejemplifica la falta de aparcamientos o la poca densificación de nuestras ciudades.

Si nuestras ciudades se transformaran en función de los precios de mercado y no al gusto del burócrata planificador de turno, serían más densas, como sucede en otros países, y, por tanto, se usarían menos coches, ya que los tránsitos serían más cortos y los servicios de transporte colectivo más eficientes y baratos.

El sistema de precios de mercado es el único que tenemos para poder asignar los recursos de la forma más económica posible. Esto es aplicable para todo, tanto para los aparcamientos como para el uso de las calles. De ahí que cuando un bien es muy escaso y muy útil, su precio sube para protegerlo, y cuando deja de ser útil o escaso en términos relativos su precio baja.

Las calles no dejan de ser un recurso y, dado que es un common good por no tener precios de mercado asignados -es decir, no excluible en oferta y existe una rivalidad en su consumo-, padecemos una sobreexplotación del recurso (tragedia de los comunes). De ahí que veamos una cantidad ingente de ciudadanos parada en una autopista consumiendo energía y contaminando en vez de usar el transporte público, igualmente ineficiente, en muchos casos, por falta de usuarios.

Ojo. Estos precios nada tienen que ver con aplicar impuestos sobre las calles o prohibir a mucha gente el uso del coche. Podría existir un sistema de precios según las horas y con libre competencia entre las distintas calles, lo cual conduciría a precios accesibles, pues, en caso contrario, esas calles se quedarían vacías.

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