La política europea ya no navega entre izquierda y derecha, sino entre el europeísmo que defienden los partidos tradicionales y el euroescepticismo que pregonan las formaciones populistas de nuevo cuño. Ésta es la principal conclusión que extrae Goldman Sachs acerca del actual panorama electoral en la UE.
"La tradicional distinción entre izquierda y derecha, que ha regido la política europea durante la mayor parte del siglo pasado, ha perdido importancia en los últimos tiempos". El inédito auge del populismo en el seno de la Unión está desplazando el núcleo del debate hacia la permanencia o no en el euro, con todo lo que ello supone para la supervivencia de la moneda única, tal y como avanzó Libre Mercado.
Y no sólo en los países del sur, sino también en los del norte. Las elecciones generales que se celebrarán en Grecia el próximo 25 de enero podrían marcar un punto de inflexión en el devenir de la Unión Monetaria en caso de que Syriza logre el poder, ya que su permanencia en el euro estaría en riesgo.
Sin embargo, no se trata de un fenómeno aislado. El auge del populismo se ha extendido, de una otra forma, en el conjunto de la UE, cuyo denominador común es el rechazo a la UE y el euro. En Grecia y España, este particular movimiento antieuropeísta ha emergido de la izquierda radical, con Syriza y Podemos al frente, en Italia se sitúa entre la izquierda y la derecha, con el Movimiento Cinco Estrellas, mientras que en el centro y el norte de Europa surge de la derecha, tal y como ejemplifica el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, Alternativa para Alemania, el Partido de la Independencia en Reino Unido (UKIP) o el Partido del Pueblo en Dinamarca, entre otras formaciones.
En este sentido, cabe recordar que en 2015 tendrán lugar un total de siete elecciones parlamentarias en Europa, más allá de la cita helena: Dinamarca, Estonia, Finlandia, Polonia, Portugal, España y Reino Unido. Además, Francia, España e Italia celebran comicios regionales, y el Parlamento italiano deberá elegir nuevo presidente de la República. La cuestión es que, por primera vez en décadas, el populismo jugará un papel relevante a nivel electoral.
Según Goldman, este fenómeno se explica, en parte, por la creciente preocupación social y política que se deriva del impacto de la globalización en ámbitos tales como la inmigración, la evolución de los salarios o la desigualdad, alimentando así el auge del populismo tanto en la izquierda como en la derecha del tradicional espectro político.
"La globalización ha creado una nueva división de la sociedad", advierte el informe. En las economías avanzadas, las capas sociales con una mayor formación se han beneficiado de las oportunidades que ofrece la economía global, mientras que las menos educadas se han enfrentado a una mayor competencia debido a la inmigración y a la entrada de productos más baratos procedentes de las economías emergentes, amenazando su nivel salarial y su garantía de empleo.
El populismo ha bebido de estas nuevas preocupaciones, tanto a izquierda (representantes de los trabajadores menos pudientes y del sector público, en general) como a derecha (defensora de una visión más nacionalista y conservadora), diluyendo así el tradicional esquema partidista. En la actualidad, el debate político oscila entre los partidarios de una mayor apertura económica y los que defienden una visión más proteccionista, consistente en limitar la inmigración y la integración económica, englobados bajo la etiqueta "populista".
"En Europa, dado el papel desempeñado por la legislación de la UE en la apertura y la liberalización de los mercados, la promoción de reformas del mercado laboral que erosionan la seguridad del empleo, y la libre circulación de trabajadores y capitales, la respuesta populista a las preocupaciones sobre la globalización ha adoptado un tono euroescéptico", indica la entidad.
Esta percepción se ha intensificado a raíz de la crisis económica, debido, por un lado, a la impopularidad de la austeridad y las reformas en los países más débiles de la Unión, y, por otro, al rechazo de los rescates soberanos y la consiguiente factura para los países ricos. Como consecuencia, este particular descontento social se ha materializado en corrientes populistas, tanto en el sur como en el norte de Europa, contrarios al euro e incluso la UE.
El resultado es una fragmentación del arco político que dificultará la formación de gobiernos estables, capaces de formular medidas contundentes para solventar los importantes retos económicos que aún afronta Europa, añaden estos analistas.
La respuesta inicial a esta fragmentación ha sido formar "gobiernos de coalición", en donde los partidos tradicionales, defensores del europeísmo, llegan a grandes pactos, tal y como ha sucedido en Alemania o Grecia. Goldman indica que este escenario se repetirá en otros países en las próximas elecciones generales -España inclusive-.
Sin embargo, según la entidad, si los problemas económicos persisten, el auge del populismo se consolidará y, por tanto, la nueva división política entre europeístas y euroescépticos se mantendrá en el tiempo.
Como resultado, también cambiará el tradicional perfil de los votantes: la distinción entre izquierda y derecha perderá peso, y la división se acentuará entre aquellos que quieren conservar su poder adquisitivo permaneciendo en el euro (trabajadores cualificados y pensionistas) y quienes piensan que la salida de la Unión facilitaría el crecimiento.
Por ello, tal y como ha puesto de manifiesto la experiencia griega, si los distintos gobiernos de la UE no aprovechan su mandato para restablecer la senda del crecimiento y la creación de empleo, al tiempo que se construye una "gobernanza económica creíble" en toda la zona euro, "el fracaso resultante para neutralizar la amenaza populista planteará nuevos y significativos retos políticos al euro", alerta el estudio.
"El proceso que hemos observado en Grecia sugiere que las grandes coaliciones pueden ganar algo de tiempo para detener la influencia del populismo, pero no lo pueden detener por completo", concluye.