Si el éxito electoral que obtuvo Podemos en las pasadas elecciones europeas ya fue una sorpresa para muchos, el creciente apoyo social que está recabando el partido de Pablo Iglesias constituye, si cabe, un motivo de asombro -y nerviosismo- mucho mayor para el resto de fuerzas políticas y buena parte de la población. No en vano, el súbito y rápido crecimiento que está cosechando Podemos en las encuestas electorales supone un hecho inédito en la historia de la joven democracia española.
El único fenómeno similar -y equivalente en el tiempo- a este auge político es el que ha tenido lugar en Grecia durante estos años de crisis, tras el ascenso de Syriza, el Movimiento Cinco Estrellas en Italia o el fuerte avance del Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia. Partidos que, en general, son tachados de populistas, al igual que Podemos en España, por defender, no una reforma, sino un cambio radical del sistema político y económico vigentes.
Aunque existen diferencias, estas formaciones comparten una serie de puntos comunes, como el rechazo expreso a los partidos tradicionales en sus respectivos países, las críticas a las políticas de la troika (austeridad y reformas) y un mayor peso del Estado o, en última instancia, la oposición a la UE y al euro.
Pero la clave de su éxito no es tanto lo que defienden como el eco que recaban sus propuestas entre la población. Así, si hace ocho años un partido hubiera apostado por salir del euro, es probable que su mensaje hubiera caído en saco roto, a diferencia de lo que sucede en la actualidad. El cambio trascendental, por tanto, reside en la sociedad y, más concretamente, en su percepción acerca de los principales problemas del país y sus posibles soluciones.
La dura y larga crisis económica que golpea a los países del sur de Europa ha impactado de forma muy sustancial en la conciencia de mucha gente, generando un caldo de cultivo propicio para el auge del populismo, tal y como ya aconteció en épocas pasadas de la historia.
Y si por populismo se entiende el movimiento que dice representar y defender los intereses del pueblo -lo que la mayoría de la población demanda al poder político-, basta fijarse en lo que, hoy por hoy, piensan y reclaman los españoles para entender la carrera meteórica de Pablo Iglesias. Uno de los estudios más detallados a este respecto es el Transatlantic Trends, una encuesta anual que toma el pulso a la opinión pública estadounidense y europea sobre asuntos clave de la actualidad global.
Fuerte impacto de la crisis
En su última edición, el informe destaca, en primer lugar, el amplio impacto que ha tenido la crisis económica en los países del sur de Europa. El 65% de los europeos declara que ellos o su familia se han visto afectados o muy afectados por la crisis en 2013, frente al 55% en 2009, pero esta cifra se dispara en las economías más débiles de la zona euro.
En este sentido, destacan Portugal (90%) y España (82%), pero, recientemente, también Francia, con un 65% frente al 53% registrado en 2012 (una subida de 12 puntos). El mayor porcentaje de quienes manifiestan sentirse poco o nada afectados por la crisis se observa en Suecia y Alemania (70% y 56%, respectivamente).
Por norma general, las dificultades económicas suelen generar un gran descontento social, pero la clave aquí es la percepción general sobre las causas y posibles soluciones a la crisis, de tal modo que uno u otro diagnóstico llevan a resultados muy diferentes, tanto a nivel político como económico. Y es aquí, precisamente, donde Podemos ha conectado con la percepción de muchos españoles, explicando así su éxito.
Contra la casta
En primer lugar, el mensaje central de Pablo Iglesias no gira en torno al tradicional eje "izquierda-derecha", sino "pueblo" versus " casta". Los siguientes datos demuestran por qué ese discurso ha calado entre la población: españoles, polacos y franceses son quienes menos aprueban la gestión económica de sus respectivos gobiernos, con un 18%, 23% y 23%, respectivamente. Es decir, los españoles son los que menos se fían de sus políticos, pero, curiosamente, desean darles más poder a través del Estado para solventar los problemas del país.
Mientras que en la UE, de media, el 66% de la población desaprueba la gestión de sus gobiernos, en el caso de España alcanza el 82%, el nivel más alto de los países analizados. También destaca Francia, con un rechazo del 74%, tras subir 17 puntos respecto a 2012. Además, España también presenta el menor apoyo al liderazgo europeo que ostenta la canciller alemana, Angela Merkel, y a la gestión de la crisis llevada a cabo por las instituciones europeas.
Contra la troika
Este último punto también refleja la percepción negativa que, en general, tienen los españoles de la denominada troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), responsable de las políticas de austeridad y reformas que deben aplicar los países más débiles del euro -ver gráfico anterior-.
En este sentido, otro de los grandes ejes de Podemos consiste en rechazar a la troika para, a continuación, reclamar la "soberanía" del pueblo sobre la política económica y monetaria del país.
Los tres países más frágiles del euro (España, Portugal e Italia) expresan una fuerte desaprobación a la gestión e influencia de Merkel en la crisis europea (82%, 65% y 58%, respectivamente).
Asimismo, los países de la UE más afectados por la crisis tienden a arrojar los índices más elevados de descontento con la gestión llevada a cabo por la UE (España: 75%; Francia, Portugal, Reino Unido: 55%; Italia: 49%). Esto explica en parte el creciente desapego que existe hacia la UE y la pertenencia al euro.
Contra los ricos
Otro de los mantras más extendidos de Podemos es que el actual sistema económico beneficia a unos pocos, a los ricos y privilegiados, a costa de la mayoría de la población, abogando así por un mayor intervencionismo del Estado en la economía bajo el argumento de redistribuir los recursos. La cuestión es que también aquí existe el sustrato sociológico necesario para que dicha idea cuaje.
De media, el 82% de los europeos cree que su sistema económico recompensa desproporcionadamente a unos pocos a expensas del grueso de la población, frente al 68% de estadounidenses, por ejemplo.
Pero, dentro de Europa, en varios países se alcanza la unanimidad: el 93% de italianos cree que su sistema económico recompensa a unos pocos, igual que el 92% de los portugueses o el 91% de los españoles (superior al 82% en 2012). En términos relativos, el mayor porcentaje de quienes piensan que su sistema funciona de manera justa para todos son holandeses (35%), suecos (34%) y estadounidenses (25%).
Contra la austeridad
Podemos destaca, igualmente, por rechazar de forma frontal las políticas de austeridad, apostando por más gasto público y un mayor peso del Estado sobre el PIB. El 45% de los europeos apoya los recortes de gasto para reducir déficit y deuda, mientras que un 30% se inclina por mantener los niveles actuales y el 19% por aumentarlo.
Sin embargo, las respuestas varían mucho en función de los distintos países. España destaca en este ámbito por registrar el mayor apoyo a los recortes de gasto en Defensa, pero también al incremento del gasto en Ciencia, Tecnología y, sobre todo, Estado del Bienestar.
Es decir, tal y como reflejan otras encuestas, la inmensa mayoría de españoles reclama que se mantenga e incluso incremente el actual modelo de Estado del Bienestar, aun a costa de tener que subir los impuestos, además de abogar por un papel muy activo del Gobierno en la economía e incluso incrementar el gasto público para salir de la crisis.
Contra el euro
Por último, Podemos es uno de los escasos partidos que defiende abiertamente salir del euro. Aunque esta opción no es apoyada por la mayoría de españoles, el desapego hacia la troika y la UE deja una puerta entreabierta a este particular discurso.
La mayoría de los europeos (57%) cree que la pertenencia a la UE ha sido beneficiosa para su economía, aunque se observan marcadas diferencias entre países (desde el 71% registrado en Alemania hasta el 40% en el Reino Unido) y, sobre todo, algunas caídas drásticas (de 20 puntos porcentuales en Portugal, donde el porcentaje se queda en el 49%).
En general, aumenta entre los europeos la percepción de que la pertenencia a la UE ha tenido un efecto negativo en la economía nacional, sobre todo en los países más afectados por la crisis: un 36% de franceses afirma que la pertenencia de su país a la Unión Europea ha tenido un efecto negativo en su economía, frente al 25% en 2012, al igual que el 44% de los españoles (por encima del 38% en 2012) y el 42% de los portugueses (frente a sólo el 25% en 2012).
Por ello, una mayoría cada vez más fuerte en Europa (68%, 11 puntos más que en 2012) está en contra de otorgarle mayor autoridad a la UE en el control de la política económica y presupuestaria de cada país; sólo un 26% está a favor. Tan sólo el 21% de españoles, frente al 42% de 2012, prefiere otorgarle mayor autoridad a la UE en el control de la política económica, al igual que el 28% de los italianos (15 puntos menos que en 2012) o el 29% de los franceses (11 puntos menos).
Igualmente, la mayoría (60%) en todos países europeos estudiados, salvo tres de ellos, afirma que el euro ha sido (o, en países no miembros, habría sido) negativo para su economía. Sólo en Alemania, Rumanía y Eslovaquia la mayoría o un elevado porcentaje cree que el euro ha sido o habría sido positivo para su economía.
Sin embargo, pocos quieren dejar la moneda única. Cuando a quienes responden que el euro ha sido negativo para su economía, se les pregunta si desean volver a su moneda anterior, la mayoría de ese subgrupo prefiere mantener el euro: en Francia (57%, el 27% del total de la muestra), Italia (51%, el 24% del total), Países Bajos (54%, el 22% del total), Portugal (55%, el 27% del total) y España (51%, el 30% del total). Por el contrario, la mayoría de ese subgrupo en Alemania (57%, el 26% del total) desea recuperar su moneda anterior.
Los datos existentes demuestran, por tanto, que España, al igual que otros países del sur, presentaba -y presenta- las condiciones necesarias para que triunfen los mensajes y recetas populistas de un partido como Podemos. Tan sólo faltaba la figura política capaz de liderar ese movimiento: Pablo Iglesias.