El desastre económico que sufre Venezuela, inmersa en la hiperinflación y una grave crisis de desabastecimiento, ha llegado hasta tal punto que, pese a contar con una de las mayores reservas de crudo del mundo, el Gobierno bolivariano de Nicolás Maduro se ha visto obligado a importar petróleo procedente de Argelia por primera vez en su historia.
Sin embargo, al constante deterioro que sufre desde hace años su otrora potente industria petrolífera, se le suma ahora la fuerte caída que ha registrado el precio internacional del crudo en los últimos meses, ya que, de mantenerse esta tendencia, el Estado venezolano se verá abocado a la quiebra.
La depreciación del petróleo amenaza de forma directa la sostenibilidad de las cuentas públicas de Venezuela, ya que una parte muy sustancial de sus ingresos fiscales proviene de la venta de crudo. En concreto, el petróleo representa más del 95% de los ingresos por exportaciones del país, con la consiguiente entrada de dólares, y el 30% de los recursos tributarios del Gobierno.
El problema para Maduro es que el barril de crudo Brent cotiza hoy por debajo de los 90 dólares y todos los expertos coinciden en que el el umbral debe situarse por encima de 100 para poder hacer frente a sus pagos. De hecho, este cálculo sería incluso optimista. Los analistas de Deutsche Bank indicaban la semana pasada que Venezuela necesita con urgencia un precio por encima de 120 dólares por barril para poder equilibrar sus cuentas públicas, es decir, que el petróleo suba casi 40 dólares, lo cual es, hoy por hoy, muy improbable.
La caída de los ingresos petrolíferos agravará, por un lado, los preocupantes problemas de escasez de todo tipo de productos que sufre la población. Venezuela importa cerca del 75% de los bienes que consume y necesita financiar más del 90% de sus importaciones, de modo que el deterioro de sus recursos petrolíferos intensificará la escasez de dólares que sufre el país, como consecuencia del estricto control cambiario que impuso el Gobierno. En este sentido, cabe recordar que sus reservas de divisas apenas rondan ya los 19.000 millones de dólares, el nivel más bajo desde octubre de 2003.
Por otro lado, el Estado venezolano necesita vender su petróleo a 120 dólares por barril para financiar su actual nivel de gasto público. Tras la caída de precios sufrida, Maduro contará con cerca de 10.000 millones de dólares menos en ingresos fiscales, según los cálculos de Bank of America. Mientras, el excedente de explotación de la principal petrolera estatal, PDVSA, representa cerca del 17% de los recursos totales de las empresas públicas frente al 26% de media registrado en los últimos cinco años.
Y la clave es que nada hace augurar un repunte del precio del petróleo a corto o medio plazo, más bien al contrario. La ralentización económica a nivel mundial y la sobreoferta existente gracias a la revolución del fracking en EEUU -que ya está exportando crudo- son factores bajistas para el petróleo.
Ante tal situación, Maduro ha solicitado una reunión urgente de los países exportadores de petróleo (OPEP), que tienen previsto reunirse el próximo 27 de noviembre, para plantear un recorte de la producción mundial con el fin de elevar los precios, pero Arabia Saudí y otros miembros árabes no están dispuestos a seguir dicha estrategia, ya que les interesa mantener los precios bajos para ganar cuota de mercado, sobre todo en Asia.
La probabilidad de impago supera el 75%
Con una deuda pública externa próxima a 35.400 millones de dólares, otros 32.000 millones de deuda por parte de PDVSA, un déficit presupuestario de casi el 17% del PIB en 2013 y un préstamo bilateral de unos 50.000 millones concedido por el régimen de China a cambio de petróleo, es cada vez más difícil que Venezuela pueda hacer frente a sus pagos si no toma medidas drásticas para atajar el desbocado gasto gubernamental -la clave que mantiene al chavismo en el poder-.
El mercado ha reaccionado a esta situación aumentando de forma sustancial el riesgo país. La rentabilidad del bono venezolano se disparó la semana pasada hasta el 18%, su nivel más alto en cinco años, superando incluso a países de solvencia muy dudosa, como es el caso de Argentina o Ucrania.
Los inversores conceden hoy a Venezuela un riesgo de default del 75%. Los conocidos economistas de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff van incluso más allá, tras dar por hecho la semana pasada que Venezuela entrará en suspensión de pagos. No sería la primera vez. "Desde su independencia, Venezuela incumplió los pagos de su deuda externa en bonos en 1826, 1848, 1860, 1865, 1892, 1898, 1983, 1990, 1995 y 2004".
Así pues, Venezuela se asoma, una vez más, a la quiebra soberana en medio de una hiperinflación histórica y el creciente colapso de su economía. Maduro podría verse obligado a recortar de forma drástica el gasto público, a reducir las amplias subvenciones a la gasolina, a restringir el envío de barriles a sus socios -como es el caso de Cuba-, además de restringir aún más las importaciones para evitar la salida de dólares o devaluar de nuevo la moneda, acelerando aún más la elevada inflación... Medidas, en todo caso, impopulares en medio de un contexto político muy desfavorable, puesto que apenas uno de cada tres venezolanos apoya la gestión de Maduro al frente del país.
La revolución chavista fue financiada la pasada década gracias a los abundantes ingresos procedentes del petróleo, y, aún así, con el barril por encima de 100 dólares, el Gobierno lleva tiempo atravesando graves problemas financieros. Ahora, con un precio por debajo de los 90 dólares, Venezuela se acerca cada vez más al default.