Es lógico que el Gobierno trate de quitar hierro al temor a una nueva recesión en Europa que está tiñendo de rojo los parqués del continente. Ahora bien, si "en lo que nos hemos de fijar", siguiendo el consejo del secretario de Estado, García-Legaz, no es en los altibajos de la bolsa sino "en los fundamentos de la economía española", el panorama en modo alguno resulta más alentador.
Lejos de dar "señales muy positivas", los fundamentos de nuestra economía –con la excepción de una reforma laboral incompleta– siguen siendo los mismos que dejó el anterior Gobierno socialista. Ya podrá García-Legaz asegurar que "la economía española sigue creciendo, cumple los equilibrios presupuestarios y nunca se ha financiado a niveles del 2,2%": lo cierto es que los índices de crecimiento son tan raquíticos y frágiles como lo fueron durante aquellos brotes verdes de Zapatero; lo cierto es que la España de Rajoy va camino de incumplir, por tercer año consecutivo, los objetivos de déficit público, y lo cierto es que el descenso de la prima de riesgo de la deuda soberana –deuda que se ha incrementado a un ritmo aun mayor que con Zapatero– se debe única y exclusivamente a la engañosa política monetaria seguida por el Banco Central Europeo a partir de 2012, consistente en conceder crédito artificialmente barato para que ningún manirroto gobernante europeo cayera en suspensión de pagos.
Alguien podría romper una lanza por Draghi señalando que dio aquellas facilidades financieras para que los Gobiernos acometieran un auténtico programa de reformas y austeridad pública. Lo cierto es que, al margen de cuáles fueran sus intenciones, ese manguerazo crediticio, que ha hecho descender la prima de riesgo no sólo de la deuda española sino de la de todos los países que forman parte del euro, ha sido utilizada por la mayoría de los Gobiernos europeos para, en el mejor de los casos, predicar pero nunca practicar el reformismo y la austeridad.
Especialmente significativo es el caso español. Rajoy va camino de acabar la legislatura con más gasto e impuestos que Zapatero. Este mismo jueves, el ministerio que dirige Montoro ha animado a las comunidades autónomas a subir aún más los impuestos.
La brutal subida fiscal con la que Rajoy inició su reguero de traiciones al electorado liberal-conservador de su partido no es lo único que explica la tardanza y la fragilidad de la recuperación económica. Ese permanente incremento de la presión fiscal no deja de ser la consecuencia de la renuencia de este Gobierno a cambiar, precisamente, los fundamentos de la economía, a enfrentarse a los partidarios y beneficiarios de un statu quo en el que el sector público está absolutamente sobredimensionado. Una crisis de endeudamiento no puede ser verdaderamente superada con más endeudamiento, que en el caso español ya supera el 100% del PIB. Exige auténticas y liberalizadoras reformas estructurales, que aquí siguen brillando por su ausencia.
Rajoy, sin embargo, ha optado por que el Estado viva del crédito barato y ha confiado en que la mejoría en el panorama internacional le evitara acometer las reformas y una política de austeridad que ya ni siquiera predica. Las exportaciones siguen siendo una suerte de brote verde de la economía, pero un parón como el que se está percibiendo en Europa puede marchitarlo.