La mejora que viene registrando la actividad económica en los últimos trimestres, tanto en términos de crecimiento como de empleo, empieza a mostrar preocupantes síntomas de fatiga. A la negativa evolución del saldo exterior, señal de que el modelo productivo español apenas ha cambiado y sigue asentado sobre las ruinas de la burbuja crediticia, se suma ahora el estancamiento que ha empezado a experimentar la productividad, por primera vez desde el inicio de la crisis, tras acumular un aumento constante desde 2006.
La combinación de ambos factores, el regreso del déficit exterior y el frenazo de la productividad, son "síntomas de fatiga" a tener muy en cuenta, sobre todo, porque apenas acaba de iniciarse la recuperación económica, según advierten los analistas de la consultora Barceló & Asociados en su último informe trimestral de coyuntura.
Imaginemos a alguien que sufre de alcoholismo que tras mucho esfuerzo consigue superar su adicción. Al poco de comenzar a llevar una vida casi normal, alguien le ofrece una copa de vino y la acepta. No podríamos decir que la persona ha vuelto a ser alcohólica, pero esa única copa bastaría para intranquilizarnos.
Algo semejante ocurre en este momento con la economía española. Dos variables claves, cuyo deterioro en la década pasada fue equivalente a incubar el virus de la crisis, han vuelto a presentar resultados insatisfactorios.
En primer lugar, el déficit comercial se duplicó en el primer semestre con respecto al mismo período de 2013, hasta rozar los 12.000 millones euros, un incremento de más de 6.000 millones pese a la caída del precio del petróleo. La balanza por cuenta corriente de España regresó a terreno negativo, lo cual significa que España vuelve a endeudarse con el exterior para financiar su nivel de consumo e inversión. Según esta firma, España cerrará 2014 con un déficit exterior del 0,6% del PIB.
El déficit exterior explica, en buena medida, la burbuja precedente. El déficit por cuenta corriente de España pasó de apenas 500 millones de euros en 1997 hasta 105.000 millones diez años después. La suma de los sucesivos déficit elevó el endeudamiento bruto de España con el exterior desde el 70% del PIB en 1997 hasta el 200% en 2007.
Tras el estallido de la crisis, y gracias al desapalancamiento protagonizado por las familias y empresas españolas, dicha brecha empezó a reducirse de forma muy sustancial y, como consecuencia, la deuda externa bruta del país pasó de un máximo del 211% del PIB en marzo de 2010 a situarse por debajo del 200% en la actualidad.
Esta carga debilita, por un lado, la capacidad de crecimiento -el pago de los intereses ascienden a casi el 5% del PIB anual-, al tiempo que su refinanciación aumenta la vulnerabilidad de la economía a shocks o eventos externos.
"Solo hay dos maneras de solucionar este problema. Una es la generación de un superávit en la cuenta corriente del balance de pagos durante varios años. La otra es el crecimiento de la economía (al aumentar el PIB, la deuda cae como proporción del mismo). Obviamente, lo ideal es que ambas cosas ocurran al mismo tiempo", indica el estudio.
El problema, sin embargo, es que España ha vuelto a las andadas, y no tanto por la parálisis de las exportaciones, cuyo volumen sigue aumentando (+0,5% interanual), como por el incremento de las importaciones (+6%). Excluyendo las mayores compras de Bienes de Equipo y de componentes para automóviles -que pueden considerarse saludables por favorecer la inversión productiva-, el problema de fondo se restringe a las fuertes importaciones de automóviles y de bienes de consumo no duradero, ya que explican, en gran medida, el incremento del déficit comercial.
Si bien es cierto que el aumento de las compras al exterior ilustra la recuperación del consumo interno, que lo haga a este ritmo, pese a registrar casi seis millones de parados y una abultada capacidad productiva ociosa, no es una señal positiva, puesto que significa que España tiene que volver a endeudarse con el exterior para cubrir su demanda nacional.
El aumento del gasto interno no se traduce en una mayor producción interna, sino en un aumento de las importaciones, lo cual significa que España consume más de lo que produce y, por tanto, tiene que endeudarse con el exterior para poder financiar la diferencia.
La economía nacional, por tanto, se mantiene a grosso modo instalada en las ruinas de la burbuja, de forma que cualquier incremento significativo del gasto interno únicamente nos permite aumentar las importaciones -producción exterior que sí es demandada, pero no producida, por los españoles-. España compra más fuera, pero sin vender más fuera, con el consiguiente incremento de la deuda externa en lugar de acelerar su devolución mediante la generación de un creciente superávit comercial.
España seguirá viviendo de prestado, dependiendo de la financiación externa, mientras el modelo productivo no cambie de forma sustancial para exportar más o para producir dentro parte de lo que ahora importamos.
La productividad laboral se estanca
El segundo factor preocupante a tener en cuenta es el frenazo de la productividad laboral (PIB por persona ocupada). "El crecimiento de la productividad es la variable que más influye a largo plazo en el desarrollo económico de un país. Además de ser un determinante clave de la competitividad de una economía, el aumento de la productividad es esencial también desde un punto de vista social: solo con una productividad creciente es posible que suban los salarios de manera sostenible, manteniendo (o incluso rebajando) los costes laborales", advierten desde Barceló & Asociados.
Entre 1998 y 2006, la productividad laboral de España descendió -el empleo aumentó más deprisa que el PIB- para, posteriormente, recuperarse tras el inicio de la crisis. Una productividad en descenso indica que los nuevos puestos de trabajo incrementan los costes y, por tanto, no resultan sostenibles a largo plazo. En concreto, a comienzos de 2008, el volumen producido por cada ocupado en España era, en promedio, un 6,4% inferior al de 1999.
Eso implica que eran necesarias más personas para obtener un mismo volumen de producción. Durante esos años, la productividad cayó especialmente en el sector de la Construcción (-18,8%) y los Servicios (-8%). "La Construcción financió esa menor productividad con el incremento de los precios de las viviendas [...] A su vez, la economía en su conjunto sobrellevó esa ineficiencia aumentando su deuda con el exterior", explica el informe.
Desde 2008, por el contrario, la productividad media por ocupado aumentó un 13,3% en general, con progresos en todos los sectores económicos, sobre todo en la Construcción (+59%) y en la Industria (37%). "La crisis es, desde esta óptica, la historia de la recuperación de la productividad", solo que, a diferencia de otros países, "por el método más brutal: la destrucción masiva de empleo".
Sin embargo, a pesar de la importante recuperación de la productividad durante la crisis, "la tarea no puede darse por terminada", añaden los expertos. No en vano, pese a esta mejora, la productividad media en España ha crecido un 0,4% anual en los últimos 15 años, frente al 0,5% de Alemania, el 0,6% de Francia o el 1,3% de Reino Unido, de modo que la brecha de productividad entre la economía nacional y otros países del entorno se ha seguido ampliando.
Y lo peor es que, en lugar de seguir avanzando, la productividad laboral media se estancó en el segundo trimestre "por primera vez en ocho años", permaneciendo igual a como estaba un año antes. Además, la "información preliminar del tercer trimestre sugiere que la productividad podría tener un ligero descenso", añaden estos analistas.
"Los datos disponibles no permiten alcanzar conclusiones definitivas. Una tendencia ascendente de la productividad no es incompatible con un bache de un par de trimestres (o incluso más) […] No obstante, que la productividad muestre síntomas de fatiga cuando apenas se ha iniciado la recuperación es preocupante. Más aún cuando se produce en el único sector que crea empleo", en referencia a los Servicios, cuya productividad bajó un 0,5% interanual entre abril y junio.
Ambos indicadores, déficit exterior y frenazo de la productividad laboral, apuntan en la misma dirección, arrojando una diagnóstico muy claro: "La economía necesita más reformas para fortalecer la recuperación. Y con más premura de la que el calendario político parece permitir (en mayo de 2015 habrá elecciones municipales y autonómicas)", concluye el informe.