En 1971, el entonces presidente de EEUU, Richard Nixon, declaró oficialmente la "guerra contra las drogas". Hoy, esta histórica contienda política podría estar llegando a su fin tras algo más de 40 años de infructuosa lucha policial contra el mercado ilegal de estupefacientes.
EEUU, como primera potencia mundial, ha marcado, en gran medida, la política internacional contra las drogas durante buena parte del siglo XX, pero, igual que en su día tuvo que reconocer el fracaso de la Ley Seca -la prohibición de vender alcohol que estuvo vigente desde 1920 hasta 1933-, Washington está cada vez más cerca de la rendición en materia de estupefacientes.
Las políticas prohibicionistas empezaron a implantarse en EEUU a principios del pasado siglo, ya que en 1914 se decretó la prohibición de la cocaína y la heroína, entre otras sustancias, y en 1937 fue el turno de la marihuana, pero no fue hasta finales de los 60 y principios de los 70 cuando el Gobierno federal declaró la guerra total a este mercado, con el objetivo de reducir drásticamente su consumo mediante operaciones policiales contra el narcotráfico y un endurecimiento generalizado de las penas por posesión y venta de drogas.
Desde entonces, el fracaso del prohibicionismo ha sido rotundo y el coste de su aplicación ingente, tanto en términos económicos como humanos. El consumo y venta de drogas no ha dejado de aumentar, con el agravante de que la ilegalidad ha propiciado la transmisión de graves enfermedades como el SIDA y un gran número de muertes por sobredosis, la población reclusa se ha disparado, al tiempo que las redes criminales del narcotráfico se han cobrado decenas de miles de vidas alrededor del globo...
Sin embargo, algo importante cambió en 2011, cuando la Comisión Global de Política de Drogas, de la que forman parte varios expresidentes de gobierno, el exsecretario general de ONU Kofi Annan e importante personalidades de prestigio internacional -ver cuadro-, lanzó un demoledor informe advirtiendo sobre la necesidad de repensar las políticas prohibicionistas.
A partir de este momento, un número creciente de gobiernos, expertos y foros internacionales de primer nivel se han ido sumando a esta corriente que aboga por decretar el fin de la "guerra contra las drogas". Uruguay ya ha dado un paso firme en esta dirección tras legalizar la marihuana, y lo mismo sucede en varios estados de EEUU, donde ya se permite la libre compraventa de este producto con fines lucrativos, y no sólo terapéuticos.
Y ahora todo apunta a que 2016 podría ser la fecha elegida para decretar el principio del fin de esta contienda internacional, ya que será entonces cuando tendrá lugar la próxima sesión especial de Naciones Unidas contra la droga (UNGASS), una "oportunidad sin precedentes para revisar las políticas sobre drogas", según afirma el nuevo informe de la Comisión Global publicado este martes bajo el título Tomando el control: caminos hacia políticas sobre drogas que funcionen.
El preámbulo, firmado por el expresidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso, señala lo siguiente:
En nuestro informe de 2011 instamos a los líderes globales a que se sumaran a un debate abierto sobre la reforma de las políticas de drogas […] Hoy, tres años después, nos complace ver que un auténtico debate sobre los nuevos enfoques de las políticas de drogas está en marcha en diversos foros nacionales y regionales […] La discusión es verdaderamente global [...]
La realidad en 2014 es que los gobiernos y la sociedad civil no se limitan a hablar, sino que muchos están pasando a la acción. La reforma de las políticas de drogas se está desplazando desde el ámbito de la teoría a la práctica. Líderes valientes de todo el espectro político se han percatado de los numerosos beneficios económicos, políticos y sociales que trae la reforma a la política de drogas. Escuchando las muchas voces que reclaman un nuevo rumbo, ellos han comenzado a reconocer que el cambio es inevitable [...]
En este informe proponemos una amplia hoja de ruta para asumir el control de las drogas. Reconocemos que los enfoques previos que se basaban en el paradigma punitivo han fracasado enfáticamente. La aplicación de este modelo ha tenido como resultado más violencia, el aumento de la población carcelaria y la erosión de los gobiernos alrededor del mundo. Los daños a la salud derivados del consumo de drogas no han disminuido, sino que incluso han empeorado […]
Existe un reconocimiento general de que el sistema actual no está funcionando, pero también la conciencia de que el cambio es posible y necesario. Tenemos la convicción de que la Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre drogas (UNGASS) será una oportunidad histórica para discutir las limitaciones del régimen de control de los estupefacientes, identificar alternativas viables y alinear el debate a las discusiones en curso […]
Nuestro informe no ofrece la solución definitiva. Proporciona, en su lugar, una hoja de ruta para un cambio político pragmático que, pensamos, hará que los problemas derivados de las drogas que el mundo padece en la actualidad sean mucho más manejables. Solicitamos a los países que aprovechen la UNGASS 2016 como una oportunidad para al fin empezar a asumir el control de las drogas.
Despenalización y legalización
En concreto, la Comisión Global propone cinco vías para mejorar el marco internacional de las políticas de drogas:
1. Abandonar las "fallidas leyes punitivas" e impulsar intervenciones en el campo de la salud y de la prevención para reducir los daños asociados al abuso de drogas basadas en evidencias científicas.
2. Garantizar el acceso a medicamentos esenciales que contribuyen a controlar el dolor: "Más del ochenta por ciento de la población mundial carga con el enorme peso de un dolor y sufrimiento evitables, con escaso o nulo acceso a este tipo de medicamentos" -básicamente, opiáceos-.
3. "Poner fin a la penalización del uso y posesión de drogas, y dejar de imponer tratamientos obligatorios a las personas cuyo único delito es el consumo de drogas o su posesión".
4. Implantar alternativas al encarcelamiento para los infractores no violentos del narcotráfico, como los campesinos, las mulas y otros involucrados en la producción, transporte y venta de drogas ilícitas.
Asimismo, el informe indica que "es preciso enfocarse en la reducción del poder de las organizaciones criminales, así como la violencia e inseguridad que resultan de la competencia entre sí y con el Estado". Es decir, "los objetivos de la represión de la oferta de drogas deben reorientarse desde la inalcanzable erradicación del mercado hacia posibles reducciones de la violencia y los daños asociados con el tráfico".
5. "Permitir e incentivar distintos experimentos de regulación legal del mercado con drogas actualmente ilícitas empezando, entre otras, por el cannabis, la hoja de coca y ciertas sustancias psicoactivas nuevas".
Éste último punto resume el radical cambio de orientación que se pretende dar a la política de drogas, ya que implica pasar de la criminalización a la regulación legal de estupefacientes, como sucede con otro tipo de productos que resultan potencialmente perjudiciales para la salud de las personas.
Así, según la Comisión, "mucho se puede aprender de los éxitos y fracasos de la regulación del alcohol, el tabaco, los fármacos y otros productos y actividades que presentan riesgos para la salud y de otro tipo para los individuos y las sociedades".
Y añade: "Se necesitan nuevos experimentos que permitan el acceso legal, pero restringido a drogas que actualmente están disponibles solo de manera ilegal […] En última instancia, el método más efectivo para reducir los extensos daños causados por el régimen mundial de prohibición de drogas y para promover los objetivos de salud pública y seguridad es controlar las drogas a través de una regulación legal responsable".
La burocracia, el gran obstáculo
Pese a ello, los firmantes admiten que los obstáculos para esta reforma son "abrumadores y diversos", muy especialmente "las poderosas burocracias nacionales e internacionales a cargo del control de las drogas", ya que son "acérrimas defensoras de las políticas del statu quo y rara vez cuestionan la posibilidad de que su rol y sus tácticas puedan hacer más daño que bien".
Igualmente, advierten de que los "medios de comunicación con frecuencia exhiben una tendencia al sensacionalismo ante cada nueva alarma de droga. Y los políticos normalmente se adhieren a la atractiva retórica de la tolerancia cero y a la creación de sociedades libres de drogas, en lugar de buscar enfoques informados, basados en la evidencia de lo que funciona. La popular asociación de las drogas ilícitas con las minorías étnicas y raciales siembran el miedo e inspiran leyes severas. Asimismo, muchas veces los más destacados de la reforma son acusados de debilidad ante el crimen o incluso de estar a favor de las drogas".
Aún así, y pese a todas la barreras y dificultades existentes, "la buena noticia es que el cambio se respira en el ambiente", afirma el informe. "A la Comisión Global le complace ver que un número cada vez mayor de las recomendaciones que se ofrecen en este informe ya están siendo estudiadas, han sido desarrolladas o están firmemente instaladas en varios lugares del mundo".
"Por fortuna, es improbable que se reitere en 2016 la retórica obsoleta y las metas poco realistas de la UNGASS sobre las drogas de 1998. De hecho, hay un creciente respaldo a las interpretaciones más flexibles y a la reforma de las convenciones internacionales sobre el control de drogas […] Todo esto resulta propicio para las reformas que proponemos". Como resultado, "estamos en el comienzo de la travesía", concluye.