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Pedro de Tena

El Rallo que sí cesa

Siento vergüenza y pena por que una sección de UGT sea capaz de imponer el cese del liberal Juan Ramón Rallo en TVE.

Siento vergüenza y pena por que una sección de UGT sea capaz de imponer el cese del liberal Juan Ramón Rallo en TVE.

Siento vergüenza y pena por esta gran nación española en la que una sección de UGT, una organización plagada de dirigentes manifiestamente corruptos, es capaz de imponer el cese del liberal Juan Ramón Rallo en un programa de Televisión Española, que, recuerden, es una televisión que pagamos todos los ciudadanos. Esto es, en este país y en su televisión pública pueden hablar y expresar sus opiniones todos aquellos que considere UGT políticamente adecuados a sus propósitos, pero ningún otro. El liberalismo, expresión ideológica básica de la democracia –de siempre se le ha llamado democracia liberal–, no tiene cabida en la televisión pública porque no le gusta a UGT ni a otros agazapados bajo su sombra. Sí la tienen y la han tenido todos los aspirantes a dictadores, todos los exterminadores de la libertad de expresión, todos los enemigos de que los españoles puedan escuchar los argumentos liberales sobre lo que sea, incluso sobre la televisión pública. UGT se arroga el monopolio de la defensa de "lo público", ese caudal de dinero y puestos que sus dirigentes en Andalucía y otras regiones han esquilmado vilmente y por lo que están a punto de sentarse en el banquillo. Ellos sí pueden estar en los programas de la televisión pública.

Pero no este Rallo que tenía que cesar. Uno de los más jóvenes y capacitados exponentes de las ideas liberales –ideas que dieron paso a nuestra Constitución de 1812 y a muchas otras en la Europa democrática– no puede hablar y exponer sus tesis en Televisión Española porque UGT no quiere. Y va el señor director general de esta casa, no común pero pagada en común, y cancela la presencia física de Juan Ramón Rallo en un programa. No sé cómo ningún partido político ni asociación ciudadana han pedido aún la dimisión del perpetrador de la infamia consistente en permitir que UGT decida qué deben escuchar los ciudadanos y qué no. De un golpe, esto sí que es golpismo informativo, se acaban de cargar un grupo de derechos fundamentales de los ciudadanos y en este país no pasa nada.

Dejó escrito Stuart Mill, uno de los mejores defensores públicos de la libertad y fundador, o casi, de la socialdemocracia de origen liberal, que la libertad de opinión y la libertad de expresar las opiniones son absolutamente necesarias para el bienestar intelectual de la especie humana, del cual depende cualquier otra clase de bienestar. Pero UGT, sola y en compañía de otros liberticidas, no quiere que este Rallo siquiera aparezca físicamente por Televisión Española. Pero ¿quién es UGT con sus amigos para prohibir la presencia de un liberal en la televisión pública, que pagan, entre otros, los liberales españoles? Pues, por lo visto, es un poder fáctico irresistible capaz de impedir que en un programa los espectadores escuchen las explicaciones y los argumentos liberales. Y no pasa nada. Ejecución mediática inmediata de este Rallo que sí cesa, obligado por quienes no saben siquiera qué es libertad en una democracia en la que no han creído nunca.

Y no dimite ni el director general de esta televisión, que no es pública sino de la UGT y sus amigos, al parecer, ni el ministro correspondiente. Ni siquiera se lleva a los tribunales una decisión que borra de un plumazo derechos fundamentales. Por ello tenemos que hacer que este Rallo, como el otro, tampoco cese:

Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

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