La silla de presidente del Eurogrupo que tanto ha codiciado el Gobierno para el ministro Luis de Guindos se podría estar alejando del horizonte, a la vista de las últimas declaraciones de quien hoy ocupa el puesto. El holandés Jeroen Dijsselbloem ha fiado el relevo para largo –pretende quedarse "como mínimo" hasta el próximo verano-, y hasta le ha afeado con aspereza a su contrincante unas presiones que "no son buenas para el Eurogrupo". Así las cosas, que el Gobierno logre el deseado desagravio por su pérdida de poder en Europa podría estar, exclusivamente, en manos de Miguel Arias Cañete y de la cartera que se le asigne en la nueva Comisión Europea.
El malestar de España por haber perdido peso en los puestos claves del ajedrez institucional, que estos días apura sus últimas jugadas, llevó al Gobierno a apostar fuerte a una carta que, en privado, muchos daban por ganada. Mientras que en Bruselas fuentes diplomáticas repetían que la posibilidad de que De Guindos se sentara al frente de los Gobiernos del euro era cosa "prácticamente hecha", mera cuestión de tiempo, desde distintas capitales, y muy especialmente desde Berlín, llegaba un apoyo inequívoco para el ministro de Economía.
Sin embargo, en los últimos días, Holanda ha demostrado que pretende dar la batalla. El sábado pasado, en la cumbre europea que designó al nuevo presidente del Consejo, el prémier holandés, Mark Rutte, ya enseñaba los dientes adelantando que habría partido. Secundaba su jugaba el belga Van Rompuy recordando con sorna, como ha hecho este martes el propio interesado, que "no hay ninguna vacante en este momento".
El calendario institucional, de hecho, les da la razón. Hasta junio de 2015, Dijsselbloem tiene todo el derecho a permanecer en su asiento, a falta de un destino más suculento. Pero es que, además, el holandés insiste en dejar abierta la puerta a una reelección. Lo cierto es que tanto su futuro como el del ministro español dependen, en gran medida, de si, como se ha venido debatiendo, los gobiernos deciden que el puesto sea un cargo a tiempo completo y no ligado al ministerio de Economía de cada país. En todo caso, el tono, ya casi retador, de Dijsselbloem, ha ido subiendo. Ya no sólo habla de permanecer en el puesto, sino que se queja de que la presión de España "no es buena para el Eurogrupo" y que apostilla en tono poco casual que habría que "pensar menos en los trabajos de los políticos y más en el de la gente".
"Nos lo merecemos"
Desde la Moncloa evitan las estridencias y continúan con las negociaciones. En la última cumbre europea, y tras recibir el apoyo explícito de Ángela Merkel -con quien escenificó la mejor de las relaciones en una inusual visita oficial de la canciller a Santiago de Compostela-, Mariano Rajoy aseguró que su ministro estrella en las instituciones comunitarias contaba con "muchos apoyos" para lograr la presidencia del Eurogrupo. "Vamos a eserar a cuando toque", afirmó en declaraciones a los periodistas.
El jefe del Ejecutivo mantiene el pulso. "España se merece ese puesto", en voz de un ministro consultado con las declaraciones de Dijsselbloem en todas las portadas. "Más tarde o más temprano, el puesto será nuestro", añadió. Si bien, oficiosamente se admite que España esperaba que el relevo se produjera cuanto antes. "El presidente ha sido muy claro en este sentido: quiere a Guindos en el Eurogrupo", aún insistieron fuentes gubernamentales.
Lo cierto es que la relación del Ejecutivo con el holandés nunca fue especialmente buena; de hecho, ya tuvo un inicio poco amistoso con el proprio Guindos. En enero de 2013, el Gobierno quiso poner de manifiesto su cabreo por la pérdida de poder en las altas esferas de la UE votando en contra del único nombre que había sobre la mesa para presidir el Eurogrupo: el holandés Jeroen Dijsselbloem, un casi desconocido con poca experiencia, pero con honores de triple A en su pasaporte. El ministro de Guindos explicó entonces su desplante sin consecuencias –fue el único en votar en contra y el holandés fue aupado capitán de los Gobiernos del Euro entre brindis- como protesta contra lo que consideró "injusta infrarrepresentación" de España en las instituciones, máxime desde que se perdió la silla en el consejo de Gobierno del Banco Central Europeo.
El caso de Cañete
Así las cosas, será clave la cartera que se le adjudique a Miguel Arias Cañete en la nueva Comisión Juncker. Inmerso en su formación de equipo, y haciendo malabarismos para cuadrar las cuotas –de género sobre todo, pero también geográficas y políticas-, Juncker estudia estos días un reparto de carteras que pueda presentar al Parlamento Europeo sin riesgo de que una institución siempre deseosa de demostrar su poder se la tumbe.
De momento, el mismo día de la entrevista de Cañete en el despacho de Juncker, diversos medios han publicado las actuales quinielas. En ninguna de ellas, poco fiables por ahora, Cañete conseguiría una cartera de relumbrón con competencias reales como lo era la de Joaquín Almunia al frente de Competencia.