El emprendedor y líder académico y empresarial John Chrisholm, CEO de John Chisholm Ventures de San Francisco, charló con nosotros sobre educación online, innovación, empresarialidad, regulación y ofreció consejos para España.
Como presidente del MIT Worlwide Alumni Association, ¿qué impacto consideras que está teniendo la enseñanza online?
Un gran impacto. El online está reduciendo los costes de la educación e incrementando la calidad y la capacidad de elección a la misma vez. Decenas de miles de alumnos pueden participar en el mismo curso a la vez, pudiendo optar a los mejores profesores y cursos desde cualquier parte del mundo. Universidades de la categoría del MIT, Harvard y Stanford ofrecen muchos cursos gratuitos, a la vez que otros con una estrecha demanda cuyo coste de ser lanzado no puede ser justificado a nivel presencial, pueden salir adelante gracias al alcance global que permite el formato online.
El online esta haciendo la educación superior mucho más accesible alrededor del mundo, ayudando a equilibrar el acceso a la educación entre las naciones en desarrollo y las desarrolladas.
Además, está cambiando la forma en que se imparten las clases y la propia organización de las universidades. Sal Khan fue el primero en describir la clase "flipped" classroom, la clase al revés, donde el alumno "atiende" clases online como deberes y posteriormente va a una clase a participar con otros estudiantes en diferentes proyectos y recibir ayuda con sus trabajos pendientes. El formato online está desvinculando el propio campus de los cursos: los estudiantes pueden residir en un campus pero recibir cursos o asignaturas desde muchos. La transferencia de créditos, que originalmente pretendía facilitar la migración de los estudiantes entre diferentes campus, ahora les permitirá personalizar su currículum académico desde diferentes fuentes de conocimiento. El modelo de una única universidad ofertando todos los cursos e incluso la experiencia asociada a los campus se está volviendo rápidamente obsoleto; al igual que miles de servidores, ordenadores portátiles y dispositivos móviles han sustituido al ordenador de sobremesa.
Fue precisamente el MIT el pionero en la educación online cuando en 2002 lanzó el Open Course Wate (OCW), con los apuntes de algunas clases del MIT disponibles gratuitamente para todo el mundo. MIT expandió OCW a todos los curso con MITx en 2011. Para que se pueda entender la magnitud de su impacto, hay que prestar atención a los datos: cuando el primer curso de MITx salió a la luz en 2012, más de 154.000 personas se apuntaron y más de 7.000 la aprobaron, casi tantos como habían aprobado esta asignatura principal de Ingeniera Eléctrica en los 40 años precedentes en MIT. Posteriormente en 2012, MIT expandió su oferta online mediante acuerdos de colaboración con Harvard a través de edX. Hoy en día, edX es una más de las ofertas de educación online líderes entre las que se incluyen Coursera, Udacity, Khan Academy, Codecademy y OMMA (Online de Madrid Manuel Ayau).
¿Quiénes son los ganadores y los perdedores con la educación online?
Los ganadores son, sobre todo, los estudiantes. Los programas convencionales requieren exámenes de acceso y miles de dólares de matrícula y gastos asociados. Por el contrario, la mayoría de los cursos abiertos online (MOOCs) son gratuitos y abiertos a todo el mundo. Cada vez más, una educación de calidad es disponible a cualquiera que tenga iniciativa propia, autodisciplina y la voluntad de trabajar duro. En ese sentido, estos requerimientos siempre existirán.
Para los profesores, hay ganadores y perdedores. Los mejores profesores en su campo encontrarán audiencias nuevas, globales y potencialmente mayores, y prosperarán. Parámetros del desempeño de los profesores tales como claridad, coherencia, dinamismo y capacidad de respuesta, se están volviendo más y más transparentes. Los estudiantes están comenzando a usar Yelp y TripAdvisor como lugares para valorar profesores y cursos, resultando que algunos de estos profesores están generando una base global de admiradores, como sucede con figuras del rock o del mundo del deporte.
Además, el formato online está aportando un nuevo soporte para los mejores cursos sobre campos minoritarios o en declive. Incluso el mejor curso sobre flamenco de principios del siglo XVIII, género que me enamoró la primera vez que asistí a un directo en Granada en marzo pasado, actualmente sólo es capaz de atraer a un puñado de estudiantes en un único campus, mientras que online podría globalizar el curso atrayendo a cientos o miles, haciéndolo viable o quizás incluso muy rentable. De esta forma, el formato online permite una mayor amplitud de elecciones educativas y una mayor especialización en asignaturas y profesores. Como consecuencia veo que el online está ayudando a crear una sinergia muy positiva a nivel mundial y acelerando el ritmo de aprendizaje e innovación en todos los campos.
Los colegios, universidades y profesores de menos calidad serán los perdedores en este entorno más competitivo y meritocrático. Por ejemplo, los mediocres colegios de liberal arts en los EE.UU. ya se están teniendo que adaptar rápidamente. Es de esperar que los profesores de menor calidad acaben o bien aceptando roles de apoyo para los cursos online líderes (ayudando con los problemas, apoyando en tutorías y seminarios) o teniendo que buscar empleo en otros sectores. En efecto, la destrucción creativa schumpeteriana está abriéndose camino entre los sagrados muros de la academia.
¿Piensa que la educación online puede ofrecer una alta calidad suficiente para un nivel de grado o de máster? En España ahora mismo esto está siendo cuestionado por algunas universidades públicas y el Ministerio de Educación.
Por supuesto. OMMA ya está haciéndolo. Usted puede ver cientos de programas online en los rankings estadounidenses de grados, MBAs, ingenierías, enfermerías y otro tipo de programas en donde se incluyen muchas universidades de las más prestigiosas del mundo.
Para ser muy claro, los campus residenciales ofrecen experiencias diferentes y complementarias a la educación online, concretamente el aprendizaje colaborativo con otros estudiantes en persona. Esta, que es la parte más costosa de la educación, ni desaparecerá ni debe desaparecer. Pero veo cada vez más las estancias físicas en las universitarias como opcionales y periódicas más que ineludibles y continuadas. Ahora que los cursos y campus están comenzando a estar desvinculados, se espera ver una presión a la baja de los precios de la educación residencial o presencial.
¿Y qué pasa con las ciencias e ingenierías respecto a las llamadas "liberal arts"?
Yo creo que los programas técnicos e incluso las certificaciones técnicas que imparten y dan fe de habilidades específicas y que tengan más salida en el mercado van a continuar ganando terreno respecto a las humanidades, comunicación, historia y otros programas de "liberal arts". La tecnología y la innovación están avanzando a un ritmo cada vez mayor. Por ello, adquirir de forma temprana nuevas habilidades técnicas y ser de los primeros en adoptar las nuevas herramientas y tecnologías - incluso por, digamos, tan sólo seis meses – nos da una ventaja de productividad cada vez mayor que puede ayudar a alguien a encontrar o crear un trabajo. A raíz de los últimos años, donde un gran número de recién graduados terminaron asfixiados a causa de la deuda estudiantil contraída y sin haber adquirido habilidades demandadas por el mercado que les permitieran encontrar nuevos trabajos, o crearlos; los estudiantes están comenzando a enfocarse en la autosuficiencia financiera.
Las certificaciones, además, están experimentando mucha innovación en sus formas como por ejemplo los recientemente anunciados por Udacity "nano-títulos" en desarrollo de webs y aplicaciones móviles y análisis de datos, desarrollados en cooperación con una gran cantidad de empleadores tecnológicos. Este tipo de certificaciones prácticas, rentables y de fácil colocación en el mercado también irán seguramente ganando su espacio entre los tradicionales grados en ciencias.
En el transcurso de una década, los avances tecnológicos pueden dejar obsoletos tanto los títulos como las certificaciones. Es esperable que los objetivos y logros en el largo plazo de un individuo adquieran tanta visibilidad en la red, no sólo desde la perspectiva de los empleadores sino a nivel global (imaginemos perfiles de LinkedIn 10 veces más grandes con información automáticamente recogida de diferentes fuentes) que tanto títulos como certificaciones se transformarán en sólo eso: formalidades. Cualquier cosa que hayas hecho (o que no) para obtener ese título será directamente visible.
Mi amigo Jon Bischke, CEO de Entelo, un proveedor de herramientas online de contratación, dice que esto ya está pasando en Silicon Valley. Las mejores compañías de software tales como Google y Facebok, apunta, valoran más el talento que los títulos o grados. Esas compañías podrían elegir un desarrollador que tenga habilidades probadas o proyectos reales completados, aun no teniendo ninguna certificación académica, por ejemplo, antes que un candidato con un grado en ingeniería informática de Stanford.
Disponemos de nuestras vidas completas para explorar y desarrollar nuestras pasiones, pero la mayoría de nosotros tenemos como máximo unos pocos años para transformarnos en autosuficientes financieramente. Aconsejo a los estudiantes afrontar la autosuficiencia primero, no importa lo modesta que sea la forma. Y posteriormente serán libres para enfocarse en sus pasiones para el resto de sus vidas.
MIT es un exitoso vivero de innovación y emprendimiento. Sin embargo, a menudo se habla de los efectos de la regulación sobre ellos, en Forbes y en otros lugares.
En la mayoría de los aspectos, tanto la innovación como el emprendimiento han ido haciéndose cada vez más fáciles en las últimas dos décadas. Las innovaciones son mayoritariamente combinaciones de innovaciones ya existentes, gracias a que la web y la búsqueda online permiten que innovaciones existentes sean más rápidamente identificadas, investigadas y combinadas. El software se ha vuelto más funcional e inteligente y un gran número de departamentos pueden ahora ser automatizados, haciendo que el lanzamiento de nuevos negocios sea mucho más simple. Los negocios necesitan a día de hoy menos financiación para ser lanzados y son más fácilmente identificados por los inversores cualificados, y como hemos visto, los negocios y las habilidades técnicas pueden ser aprendidos gratuitamente a través de cursos online. Todo esto ha hecho más fácil la innovación y el emprendimiento. Pero una cosa, sin embargo, sí ha obstaculizado en todo este tiempo ambas cosas: la regulación gubernamental.
Las regulaciones afectan negativamente a la innovación levantando obstáculos al emprendimiento, desalentando la inversión e investigación en áreas reguladas o entreteniéndola con cumplimientos regulatorios. Por ejemplo, convenciendo al US Internal Revenue Service (servicio estadounidense de recaudación de impuestos) de que unos proveedores de una start-up son proveedores y no empleados a menudo requiere de a) un procurador especialista ó b) haciendo que otra firma contrate al proveedor como empleado y que ésta a su vez subcontrate a esa persona a la tuya (una carga administrativa engorrosa o económica en cualquier caso). Para cualquier emprendedor, un costoso inconveniente. Un emprendedor que al comenzar se ve atrapado en un laberinto de gestiones y sin liquidez es probablemente una situación arrolladora, posiblemente insalvable.
La acumulación de regulaciones, normalmente sin plan o diseño, son muy difíciles de deshacer. Hasta hace poco, la mayoría de regulaciones estadounidense relacionadas con los sistemas de ventilación de las cocinas de los comerciales habían sido redactadas en la década de los 50. Desde entonces, los circuitos integrados, controles de estado sólido y los microsensores han cambiado completamente el panorama de la ventilación. Mucho dinero y energía fueron gastados durante décadas cumpliendo con estas regulaciones anticuadas.
Si quieres conocer más casos como este, puedes echarle un vistazo a mi artículo en Forbes "6 formas para salvar empleos y startups estadounidenses de la muerte por regulación".
Eres parte de la junta directiva del Santa Fe Institute, el centro de investigación de nivel mundial especializado en complejidad. ¿Ha afectado esto a tu pensamiento sobre la economía?
Profundamente. El funcionamiento de la economía es más parecido al de una selva, un cerebro humano u otros sistemas complejos, más que a un sistema de maquinaria. Este tipo de sistemas mecánicos está diseñado en un orden vertical de arriba abajo. El orden en la economía, la selva o el cerebro surge de las interacciones de cientos de agentes conectados. Sistemas tan complejos como estos son dinámicos y nunca se encuentran en equilibrio, y no pueden ser ni planeados, ni diseñados, ni previstos. El orden en la economía procede de las millones de interacciones entre empresas, proveedores, clientes y socios.
Los mercados son regulados de una forma espontánea desde abajo hacia arriba con leyes tales como la oferta y la demanda, los contratos privados, el estado de derecho y el boca a boca. Introduce varios niveles de regulaciones sobre este entorno espontáneo y obtendrás consecuencias no intencionadas como la asfixia de la innovación, un crecimiento económico más lento, o la generación de burbujas en el sector financiero. Cualquier sistema basado en reglas puede ser burlado, y añadiendo más reglas y regulaciones simplemente se incrementan el número de oportunidades para burlarlo.
El economista y experto en tecnología Brian Arthur, autor de The Nature of Technology y anteriormente jefe de profesorado del SFI, es el padre de la Economía Compleja, que entiende la economía como un sistema complejo adaptativo. Entro muchas otras cosas, la Economía Compleja nos aporta humildad, como poco sobre la economía, a pesar de lo que pudiéramos pensar, predecir o controlar.
¿Qué consejo tendrías para España?
En marzo viajé desde San Roque a Granada, un trayecto de 4 horas, en Renfe, la compañía de ferrocarriles propiedad del estado. Mi tren no tenía más servicios que dos máquinas expendedoras y tampoco tenía wi-fi, por lo que dediqué mi tiempo a mirar por la ventana y dormir. Fue como volver atrás en el tiempo. Renfe fue creado con la nacionalización de los ferrocarriles españoles en 1941. Casi pareciera que muy poco hubiera cambiado desde entonces.
Dos días más tarde, tras visitar la magnífica Alhambra, tuve que viajar de nuevo desde Granada a Madrid. Estuve a punto de pagar 80 euros para reservar dos asientos en un tren de Renfe cuando me enteré de la existencia de Alsa Autobús. Esta compañía privada de autobuses hace el mismo trayecto, en casi el mismo tiempo: 4 horas y media. Sin embargo, cada pasajero disfrutaba de una pantalla personal de entretenimiento con ofertas de películas, música y noticias. Tenía WiFi, por lo que pude enviar y recibir e-mails y mensajes de texto. Pude incluso seguir nuestro viaje con un mapa interactivo de nuestra ruta, algo genial para turistas como yo. La mejor parte: el precio de Alsa era de 42 euros, la mitad de dinero por la misma ruta que el servicio nacional de trenes. No hace falta decir que mi amigo y yo elegimos Alsa. Además de esto, a la mitad del viaje de 4 horas y media el encargado se nos acercó ofreciendo snacks, café, té o zumo como obsequio. Mucho mejor que las máquinas expendedoras de Renfe.
Pero las diferencias no terminan aquí. El sitio web de Renfe parecía al principio dar la oportunidad de elegir entre español, inglés, francés o catalán. Pero tras seleccionar el lugar de salida y el destino dejando atrás la página principal, todo el proceso de reserva online cambia a español, por lo que realmente no existe una oferta de elección de lenguajes en absoluto. ¡Vaya broma! Lo llamo el teatro del marketing. Pedí ayuda a la recepcionista del hotel, que me habló sobre Alsa, que en contraste oferta una selección de 7 idiomas para todo el conjunto del proceso de reserva. En lo que a mí respecta, no puedo esperar a montar en un autobús de Alsa de nuevo y espero no tener que coger uno de Renfe nunca.
Entonces, ¿cuál es tu mensaje para España?
Es sencillo: la nacionalización de sectores ahoga la innovación, la mejora sostenida de la calidad de vida y en definitiva el crecimiento económico.
Como monopolio dirigido por el gobierno, Renfe está aislada de las fuerzas de mercado, evitando a la competencia. En contraste, un negocio privado como Alsa tiene que competir con otros proveedores del servicio y ofrecer a los accionistas un retorno razonable de sus inversiones. Esto significa que están obligados a ofrecer un servicio de calidad asequible al cliente, o si no serán vendidos, reestructurados o acabarán fuera del negocio.
Además de todo esto, la estatal Renfe acumula una abultada deuda y, a pesar de ser un monopolio, sigue perdiendo dinero. Otra vez: una triste broma. Estas pérdidas son en última instancia pagada por los ciudadanos de España, de la Unión Europea, o la combinación de los dos. En contraste con la más barata Alsa Autobús, que además paga impuestos, la estatal Renfe consume los ingresos procedentes de estos mismos impuestos.
Podéis ver también mi charla en Milán del pasado Abril en "Qué puede aprender la Unión Europea de Silicon Valley".
¿Y por qué desastres públicos como Renfe persisten?
Reguladores y políticos tienen agendas que no se alinean con los intereses públicos (situación denominada como Elección Pública y los Problemas de Agencia) como preocuparse de aquellos que les apoyan y de permanecer el poder. Por supuesto, nunca hemos oído hablar de líderes del gobierno responsabilizándose de fallos públicos. En palabras del profesor de Desarrollo Internacional Lant Prichett en la Harvard Kennedy School, "las organizaciones que sobreviven a sus propios fallos desarrollan mecanismo de camuflaje para sobrevivir a fallos adicionales".
Regulaciones y las nacionalizaciones son perniciosas: sólo bajo circunstancias especiales como experimentos naturales podemos ver qué tan negativo efecto tienen sobre nuestra calidad de vida. Ejemplos de experimentos naturales son divisiones arbitrarias de regiones comunes y personas como sucedió en Alemania Occidental y Alemania oriental, o en Corea del Norte en la actualidad. Nadie querría vivir en la extinta Alemania oriental o en la actual Corea del Norte. El caso de Renfe vs. Alsa Autobús es un pequeño experimento natural donde nosotros podemos también ver las diferencias entre la nacionalización y la libre empresa de un servicio. Pero la mayor parte del tiempo no podemos ver de qué forma el control estatal de los negocios y servicios afecta negativamente nuestra calidad de vida, puesto que al no haber una alternativa, no hay experimento de control. Como dijo Bastiat, lo mucho mejor que podríamos estar viviendo es algo oculto a primera vista.
¿Qué aconsejaría tu firma, John Chisholm Ventures, a los jóvenes emprendedores españoles?
Este abril en Madrid y Barcelona estaba emocionado e impresionado de encontrar emprendedores con tal rango de capacidades y pasiones para aplicar la tecnología disponible en nuevas formas más útiles y prácticas. En España, como en cualquiera lugar, sólo necesitas dos cosas para crear y construir un negocio: una necesidad real e insatisfecha de los clientes, y una ventaja competitiva para satisfacer esa necesidad. Todos nosotros estamos rodeados de necesidades insatisfechas de consumidores, y tenemos muchas más ventajas competitivas de la que tendemos a darnos cuenta. Viejos y nuevos emprendedores pueden encontrar técnicas sencillas para identificar necesidades de clientes, sus ventajas y muchos otros trucos prácticos para lanzar nuevas iniciativas en mi taller de ideas: "Desata tu compañía interior".
English version
Entrepreneur and business and academic leader John Chisholm, CEO of John Chisholm Ventures (www.johnchisholmventures.com) in San Francisco, talks about online learning, innovation, entrepreneurship, regulation, and offers advice for Spain.
As President-select of the MIT Worldwide Alumni Association, what impact do you see of online learning?
A huge impact. Online is reducing costs of education, increasing quality, and increasing choice, all at the same time. Tens of thousands of students can take the same course at once; students can opt for the best professors and courses offered anywhere in the world; top-tier universities like MIT, Harvard, and Stanford offer many courses free of charge; and courses with narrow appeal that can’t be cost-justified on campus can thrive with the global reach of online. Online is making higher education much more broadly accessible around the globe, helping level the playing field between developing and developed nations.
It is also changing the way classes are taught and the very organizations of universities. Sal Khan first described the "flipped" classroom: students "attend" lectures online as homework, and come to class to collaborate with other students on projects and get help on assignments. Online is decoupling campuses from courses: students may reside on one campus but take courses from many. Credit transfers originally intended for students moving between campuses now let students assemble and customize their curricula from many different sources. The model of a single university providing all of a student's courses and even campus experiences is rapidly becoming obsolete—much as thousands of servers, laptops, and mobile devices have replaced mainframes.
MIT pioneered online learning in 2002 with Open CourseWare (OCW), which made lecture notes for MIT courses free to all. MIT expanded OCW to full courses with MITx in 2011. To convey the magnitude of its impact, when the first MITx course, Circuits and Electronics, went live in 2012, more than 154,000 enrolled and over 7,000 passed the course -- as many as had taken and passed this core electrical engineering course in the preceding 40 years at MIT. Later in 2012, MIT further expanded its online initiative by partnering with Harvard through edX. Today, edX is just one of many online learning leaders that include Coursera, Udacity, Khan Academy, Codecademy, and Madrid’s own OMMA (Online de Madrid Manuel Ayau).
Who are the winners and losers?
Above all, students are winners. Conventional degree programs typically require entrance qualification exams and thousands of dollars for tuition and expenses. In contrast, most massively open online courses (MOOCs) are free and open to everyone. Increasingly, a quality education is available to anyone with initiative, self-discipline, and willingness to work hard. These requirements will not go away.
For faculty, there are winners and losers. The best faculty in their fields will find new, larger, and potentially global audiences, and thrive. Instructor performance metrics such as clarity, cohesion, dynamism, and responsiveness are becoming more and more transparent. Students use Yelp- and TripAdvisor-like rating sites and leader boards to choose courses and instructors; some instructors are gaining global fan bases, like sports figures and rock stars.
Online is providing new life support for the best courses in narrow or arcane fields. Even the world’s best course on early 18th century flamenco music (which enamored me at a concert in Granada in March) may attract only a handful of students on any one campus, but globally could attract hundreds or thousands, making it viable, perhaps even very profitable, online. So online enables a longer tail in educational choices and greater specialization in courses and faculty. I see this ultimately helping create a more positive-sum world and accelerating the pace of learning and innovation in all fields.
Low-performing colleges, universities, and instructors will be losers in this more highly competitive, meritocratic environment. Pricey, undistinguished liberal arts colleges in the US are already scrambling. Expect to see low performing instructors either moving into supporting roles for the leading online courses – helping with homework, leading discussion sessions – or finding work in other fields. Schumpeterian creative destruction is indeed making its way into the hallowed halls of academia.
Do you think online education can offer high enough quality for an undergrad or master degree? In Spain, right now, this is being questioned by some of the public universities and the Ministry of Education.
Absolutely. OMMA is already doing this. You can see US News’ ranking of hundreds of online degree programs in the US for bachelors, MBA, engineering, IT, nursing, and other degrees at http://www.usnews.com/education/online-education, including many from top-tier US universities.
To be very clear, residential campuses provide experiences different from and complimentary to online learning, namely, co-learning and collaborating with fellow students face-to-face. This – the most costly part of education – will not and should not go away. But I see on-campus residency increasingly becoming optional and periodic, rather than near universal and continuous. Now that courses and campuses are becoming unbundled, expect to see residential education come under price pressure.
What about the sciences and engineering vs. liberal arts?
I expect technical degrees and even technical certifications that impart and attest to specific and marketable skills to continue to gain share over humanities, communications, history, and other liberal arts degrees. Technology and innovation are advancing at an ever-faster pace. So being an early acquirer of new technical skills and an early adopter of new tools and technologies – by even, say, just six months – imparts an ever-increasing productivity advantage that can help someone find or create a job. College students are rightly focusing on financial self-sufficiency since so many recent graduates are both saddled with debt yet lack marketable skills to find or create jobs.
Certifications, in particular, are undergoing much experimentation and rapid innovation, such as Udacity’s recently announced "nano degrees," co-developed with large technology employers, in web and mobile app development and data analysis. Such practical, marketable, and cost-effective certifications will surely encroach upon Bachelors of Science degrees as well.
In a decade’s time, technology advances may obsolete both degrees and certifications. I expect an individual’s life-long accomplishments and achievements to become so accessible, detailed, and visible online, not just to prospective employers but to the world – think of LinkedIn profiles expanded tenfold, automatically compiled from many sources – that either formal degrees or certifications will become just that – formalities. Whatever you did (or did not do) to earn the degree will become directly visible.
My friend Jon Bischke, CEO of Entelo, a provider of online recruitment tools, says this is already happening in Silicon Valley. The best software companies such as Google and Facebook, he notes, weigh talent more heavily than titles or degrees. Those companies might choose a developer who has proven skills, completed real-world projects, but holds no degrees or certifications, for example, over one with a BS in Computer Science from Stanford.
We have our whole lifetimes to explore and develop our passions, but most of us have at most a few years to become financially self-sufficient. I advise students to address self-sufficiency first, no matter how modestly. Then they will be free to focus on their passions for the rest of their lives.
MIT is a hot bed of innovation and entrepreneurship. Yet you often talk about the impact of regulation on them, in Forbes and elsewhere.
In most respects, innovating and entrepreneurship have become easier in the last two decades. Innovations are most commonly combinations of existing innovations, and the Web and online search let existing innovations be more quickly identified, researched, and combined. Software has become more functional and smarter, and entire departments can now be outsourced or automated, making starting new businesses easier. Businesses generally need less funding to get started today and can more easily identify and qualify investors. As we have just seen, business and technical skills can be learned free through online courses. All of these things have made innovation and entrepreneurship easier. But one main thing has made them harder: government regulation.
Regulations negatively impact innovation by raising obstacles to entrepreneurship, by discouraging investment and research in regulated areas, or by diverting it to regulatory compliance. For example, satisfying the US Internal Revenue (tax collection) Service that a start-up’s contractors are contractors and not employees often requires either a) a tax specialist or attorney, or b) having another firm hire the contractor as an employee and contract that person to you—a significant management burden and expense in either case. For any entrepreneur, a costly hassle. For a first-time, cash-strapped entrepreneur? Probably overwhelming, possibly insurmountable.
Regulations accumulate, usually without plan or design, and are very hard to undo.
Until very recently, most US regulations governing commercial kitchen ventilation dated back to the 1950s. Since then, integrated circuits, solid-state controls, and micro-sensors have completed changed the ventilation landscape. Much money and energy were wasted over the decades complying with these outdated regulations.
For more, see my Forbes article, "6 Ways To Save U.S. Startups And Jobs From Death By Regulation".
You serve on the board of the Santa Fe Institute, the world-class research center specializing in complexity. Has that affected your thinking about economics?
Profoundly. The economy is more akin to a rainforest, the human brain, and other complex systems than it is to machinery. Machinery is designed from the top-down; order in the economy, rainforest and brain emerges from the interactions of hundreds of connected agents. Complex systems like these are dynamic; never at equilibrium; and can be neither planned, nor designed, nor predicted. Order in the economy emerges from the millions of interactions among companies, suppliers, customers, and partners.
Markets are naturally regulated bottom-up by such laws of supply and demand, private contracts, tort law, and word of mouth. Layer multiple levels of regulations on top of these and you get unintended consequences, like stifled innovation, slower economic growth, or a ballooning financial services sector. Any rule-based system can be gamed, and adding rules and regulations only increases the number of opportunities for gaming.
Economist and technologist Brian Arthur, author of The Nature of Technology, formerly head of the SFI faculty, is the father of complexity economics – viewing the economy as a complex adaptive system. Among much else, complexity economics teaches us humility—how little about economies, despite what we may think, we can predict or control.
What advice would you have for Spain?
In March I traveled from San Roque to Granada, a four-hour journey, on Renfe, Spain’s state-owned railway. My train had no services other than two vending machines; and no WiFi, so I spent the time looking out the window and dozing. It was like stepping back in time. Renfe was created with the nationalization of Spain's railroads in 1941. It almost seemed like little had changed since then.
Two days later, after visiting the magnificent Alhambra, I needed to travel again from Granada to Madrid. I was about to pay 80 Euros per seat to reserve two seats on Renfe, when I heard about Alsa Autobus. This privately owned bus service took the same length of time, 4-1/2 hours, as Renfe. But every passenger enjoyed a personal entertainment screen with choices of movies, music, and news. There was WiFi, so I could send and receive email and text messages. I could even follow our trip with an interactive map of our route, great for visitors like me. The best part: Alsa was only 42 Euros per seat from Granada to Madrid, half as much as the same route on the Renfe nationalized railroad. Needless to say, my friend and I chose Autobus. In addition to everything else, twice during the 4-1/2 hour trip, the hostess came by with free snacks, coffee, tea, and juice. Much nicer than the two vending machines on Renfe.
But the differences don’t stop there. The Renfe web site appears at first to give you a choice of Spanish, English, or French, or Catalan. But after you select your desired departure and destination and leave the home page, the entire online reservation process reverts to Spanish. So you don’t really have a choice of languages at all. What a joke! I call that marketing theatre. I asked my hotel receptionist for help, who told me about Alsa, which gives you a choice of seven languages for the entire reservation process. For my part, I can’t wait to take Alsa Autobus again. I hope I don’t have to take Renfe again.
So what’s your message for Spain?
Simple: nationalization stifles innovation, sustained improvements in quality of life, and ultimately economic growth.
As a government-run monopoly, Renfe is insulated from market forces. It doesn’t have to compete. In contrast, a privately owned business like Alsa has to compete with other service providers and provide shareholders a reasonable return on their investments. That means providing quality customer service and satisfaction affordably, or else be sold, re-structured, or go out of business.
In addition to everything else, state-owned Renfe is very much in debt and, despite its monopoly, losing money. Again, a sad joke. That loss is ultimately paid for by citizens of Spain, the EU or both, through either higher taxes, debasement of the Euro’s value, or a combination of the two. In contrast to the cheaper Alsa Autobus who is paying taxes, state-owned Renfe is consuming tax revenues.
See also my talk in Milan in April, "What the EU can learn from Silicon Valley" .
So why do public failures like Renfe persist?
Regulators and politicians have agendas that do not align with public interests – so-called public choice and agency issues – like rewarding those who support them and staying in power. Of course, we never hear about public failures from the government leaders responsible for them. In the words of international development professor Lant Prichett at Harvard Kennedy School, "Organizations that survive failure develop camouflage mechanisms to survive further failure."
Regulation and nationalization are insidious: only under special circumstances like natural experiments can we see how negatively they affect our quality of life. Examples of natural experiments are arbitrary divisions of common regions and people as in the former East and West Germany, or North and South Korea. No one would want to live in the former East Germany or North Korea today. Renfe vs. Alsa Autobus is a smaller natural experiment where we can also see differences between nationalization and free enterprise. But most of the time, we can’t see how much state control of businesses and services negatively affects our quality of life, because there is no alternative, no experimental control. As Bastiat said, how much better we could be living is unseen.
What advice would your firm, John Chisholm Ventures, give young Spanish entrepreneurs?
This April in Madrid and Barcelona, I was thrilled and impressed to find entrepreneurs with a wide range of skills and passions for applying technology in practical, useful new ways. In Spain as elsewhere, you need only two things to create and build a business: a real, unsatisfied customer need, and an advantage for satisfying that need. All of us are surrounded by unsatisfied customer needs, and have many more advantages than we tend to realize. Entrepreneurs young and old can find simple techniques for identifying customer needs, their advantages, and many other practical tips for starting new ventures in my workshop, "Unleash Your Inner Company".