Sucede con la eventual explotación de los yacimientos petrolíferos situados cerca de las Canarias lo mismo que en muchos otros ámbitos de la vida social, que la hipocresía, el doble rasero y la irracionalidad afloran de forma que produce un sonrojo de difícil calificación. La contestación pública en este caso constituye un clásico ejemplo de lo que los anglosajones conocen como fenómeno NIMBY, acrónimo de la expresión "Not In My Back Yard", no en el patio de mi casa. En castellano disponemos también de un acrónimo para denotar este comportamiento: SPAN, significando en este caso "Sí, Pero Aquí No".
No es nuevo, es un fenómeno recurrente que tiene lugar siempre que se intenta implantar en algún sitio concreto una nueva tecnología, instalación o avance que la sociedad considera como un riesgo. La hipocresía aparece porque los mismos colectivos que protestan contra esa implantación disfrutan en realidad de los beneficios de esa denostada tecnología. Tenemos claros ejemplos en las antenas de telefonía móvil, las cárceles, las centrales nucleares, los vertederos de basuras o los hornos crematorios. Nadie los quiere cerca, pero todos tenemos móvil, no queremos que los delincuentes anden sueltos por la calle, queremos tener electricidad barata en casa, que la basura nos la quiten de la vista y que nos incineren al fallecer, si así lo hemos decidido. Queremos que todas estas instalaciones existan. Sí, Pero Aquí No, no al lado de mi casa.
Esta doble moral se articula de la única forma en la que estas cosas se pueden ejecutar: manipulando a la opinión pública apelando al pathos, al miedo que se nutre de la desinformación alentada por los intereses creados. La letanía apocalíptica se repite una y otra vez, al estilo Goebbels, hasta convertirse en una verdad absoluta, en un mantra indiscutible, muestra inequívoca del relativismo que nos asola. Todos recitan el argumentario al pie de la letra, todos se saben el discurso. Pero cuando todos dicen lo mismo, suele ser porque todos leen y escuchan las consignas escritas por unos pocos, que son los que piensan por todos ellos.
Así, escuchamos argumentos como que se va a acabar con el turismo en Canarias debido a las prospecciones petrolíferas. Noruega, uno de los países nórdicos con más turismo y que visitan millones de personas al año por su riqueza natural, es el mayor productor de petróleo en Europa (sin contar a Rusia). En el año 2012 extraían 2 millones de barriles de petróleo cada día y más de 50 empresas tenían licencias en el sector. Sólo en 2012 se hicieron prospecciones en 42 emplazamientos marinos y, en la actualidad, tienen casi 100 pozos petrolíferos en explotación o en desarrollo. El turismo allí no se ha acabado.
Estos argumentos falaces son reiterativos y vienen heredados del máximo exponente de la exégesis medioambientalista, el demonio de la energía nuclear. Durante años hemos tenido que escuchar que las centrales nucleares son incompatibles con el turismo. Lo cierto es que el país con más turistas del mundo es el país de Europa con más centrales nucleares, Francia. Y el segundo país con más turistas del mundo es el país con más centrales nucleares del planeta, Estados Unidos. Una de las zonas más turísticas de España, el Baix Camp de Tarragona, con sus parques temáticos y su Costa Daurada está rodeado por uno de los mayores polos químicos de España, una refinería de petróleo y tres reactores nucleares. Como siempre en estos casos, la propaganda alarmista va por un sitio y la realidad por otro.
Al grito de guerra de "Canarias dice no al petróleo y sí a las renovables" salen a la calle cabalgando en una falsa disyuntiva, como si ambas fuentes de energía fueran mutuamente excluyentes y utilizando argumentos que lo mismo valen para yuxtaponer las renovables a las nucleares que al gas o al carbón, según convenga. Es la receta que sirve para todo, que en realidad no sirve para nada. Convencidos que de que hay que apostar por las renovables como modelo energético, lo cierto es que aquí no sólo hemos apostado por ellas, sino que hemos jugado a la ruleta rusa y nos han volado el cráneo en forma de multimillonario déficit tarifario. Es el progreso, dicen. Noruega, sin embargo, produce el 96 de su electricidad con energías renovables baratas (no como las nuestras), demostrando cómo éstas son perfectamente compatibles con ser el mayor productor de petróleo de los países de Europa. Un país de referencia con un 3% de tasa de desempleo y un PIB per cápita de 100.000 dólares al que ahora, desde Canarias, nos permitimos dar lecciones de civismo y ecologismo teniendo una tasa de paro superior al 30%, una economía deficitaria y familias que comen una vez al día, a pesar de tener más de diez millones de turistas al año.
Prescindir del petróleo que podamos encontrar en territorio español es un lujo que no nos podemos permitir. Nos ayudaría a reducir nuestra dependencia energética, generar empleo consolidado y riqueza, mejorar nuestra balanza de pagos y no ser el hazmerreir de medio mundo al renunciar a explotar nuestros recursos naturales. Recuerdo cuando en una conferencia le preguntaron a José María Saiz, el alcade de Villar de Cañas donde se construirá el almacén de residuos nucleares: "¿por qué quiere instalar un cementerio nuclear en su pueblo si eso es la muerte?" Y él respondió, en un tono muy sereno: "¿ha visto usted mi pueblo?, la muerte vendrá si no lo instalamos".