La reciente publicación de El Capital en el siglo XXI ha convertido a Thomas Piketty en uno de los economistas favoritos de la izquierda estadounidense. Según sus tesis, la brecha entre rentas altas y bajas lleva años desarrollando una tendencia creciente que anticipa un mundo de mayor desigualdad socioeconómica.
Sin embargo, la pesimista interpretación que hace Piketty de las últimas décadas ha sido puesta en tela de juicio por Kevin Hassett y Aparna Mathure, entre muchos otros. Ambos economistas han subrayado que "los datos de ingresos no siempre son la mejor referencia para medir el nivel de bienestar de una sociedad". En su caso, el enfoque adecuado es el que pondera la capacidad de consumo de los hogares.
¿Cómo determinarlo? Hassett y Mathur citan dos fuentes centrales:
- En primer lugar, la Encuesta Nacional de Gasto de los Consumidores (CEX, por sus siglas en inglés).
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En segundo lugar, la Encuesta de Consumo y Utilidades Energéticas Familiares (RECS, por sus siglas en inglés).
Ateniendo a la primera de estas dos fuentes, encontramos que "desde 1980 hasta la actualidad, el aumento de la desigualdad ha sido mínimo. De hecho, este indicador habría ido a menos durante la reciente crisis (2007-2009)". Hassett y Mathur construyen incluso un Coeficiente Gini dedicado a medir la desigualdad por capacidad de consumo de forma análoga al Coeficiente Gini que estudia la desigualdad según nivel de ingresos. El resultado vuelve a ser revelador: apenas hay cambios pese al paso de los años.
Con el índice CEX como referencia, vemos que en el año 1984, los hogares correspondientes al 20% más rico de la población estadounidense amasaban el 37% del gasto de consumo en el país del Tío Sam. Para dicho ejercicio, el 20% de menor renta sumaba alrededor del 10%.
En el año 2005, el quintil de mayor renta mejoró su posición relativa de forma muy sensible, alcanzando cotas del 38% o 39%. No obstante, el estallido de la Gran Recesión volvió a achicar las diferencias, con el 20% más humilde ganando un punto porcentual en el total de consumo nacional.
Expresando estos datos según el Coeficiente Gini, vemos que las diferencias según la capacidad de consumo se han mantenido prácticamente iguales a lo largo de los últimos treinta años. Concretamente, de 1984 a 1990, la ratio fue de 4,21 puntos, mientras que entre los años 2000 y 2010 dicho indicador se quedó en 4,46, con tendencia a la baja desde el estallido de la Gran Recesión.
No obstante, la mejor forma de optimizar estos cálculos pasa por considerar varios factores: por un lado, los datos de la encuesta CEX se refieren a cada hogar, por lo que cabe adaptarlos a una escala per cápita; por otro, al analizar una muestra de años tan significativa es recomendable controlar los datos para considerar el aumento de la población.
Establecidas estas correcciones, vemos que el crecimiento del gasto de consumo del 20% más rico ha ido prácticamente parejo al desempeño del 20% de menor renta. De hecho, tanto en la crisis de las "punto com" como durante la Gran Recesión, las rentas más bajas han experimentado mejores datos que el quintil de mayores ingresos.
Expresando estos datos en términos del Coeficiente Gini, vemos que la desigualdad de capacidad de consumo se mantiene inalterada pese al paso del tiempo. Tanto si nos ceñimos al análisis por unidad familiar como si atendemos al criterio per cápita, comprobamos en ambos casos que la desigualdad se ha mantenido prácticamente inalterada a lo largo de las tres últimas décadas.
También resulta interesante analizar la desigualdad a partir de los datos que aporta la otra fuente consultada por Hassett y Mathur: la Encuesta de Consumo y Utilidades Energéticas Familiares. De acuerdo con la misma, los hogares estadounidenses de menos ingresos han mejorado sustancialmente su equipamiento doméstico (aquí entran accesorios y prestaciones dispares: aire acondicionado, calefacción, microondas, lavaplatos…).
La Encuesta RECS revela así el buen nivel de vida que disfrutan los estadounidenses de menos ingresos. Buena parte del quintil de menor renta (incluyendo aquí al 15% de la población que, según las estadísticas oficiales, vive "por debajo de la línea de pobreza") habita residencias de entre tres y cinco habitaciones (a lo que se unirían baños, pasillos, garajes…). Es por eso que Hassett y Mathur concluyen que "aunque existan diferencias, no se puede hablar de un problema de pobreza en Estados Unidos".
Considerando todo lo anterior, Hassett y Mathur aclaran que "hay una tendencia hacia un adelgazamiento de la brecha de consumo entre los hogares de menos renta y el resto". Esta visión resulta mucho más optimista que las alcanzadas por Thomas Piketty en sus trabajos sobre la desigualdad y el bienestar en Estados Unidos.
A ello se suma el hecho de que, a nivel mundial, la pobreza extrema se ha reducido de forma drástica en las últimas décadas.
Y lo mismo sucede con la desigualdad...