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Cataluña independiente, ¿la Suiza del sur o la nueva Grecia?

Los políticos secesionistas auguran un futuro idílico. Pero sus políticas y la evolución de la economía de la región apuntan en otra dirección.

Los políticos secesionistas auguran un futuro idílico. Pero sus políticas y la evolución de la economía de la región apuntan en otra dirección.
Artur Mas y el líder de ERC, Oriol Junqueras. | Archivo

La Suiza del sur, la Noruega del Mediterráneo o la Holanda de la Península Ibérica. El nacionalismo catalán ha utilizado todo tipo de metáforas en los últimos meses para intentar aumentar las filas independentistas. En medio de la grave crisis económica que vive España, son imágenes que pueden resultar sugerentes. El mensaje está claro. Si triunfa la opción secesionista, Cataluña se convertiría en un nuevo Estado próspero y avanzado. Un país más pequeño, pero también más rico, una vez que se ha quitado el supuesto peso muerto de las demás regiones hispanas.

El problema es que este relato tiene demasiados interrogantes. ¿Realmente sería tan fácil para Cataluña convertirse en una nueva Dinamarca o Noruega? ¿Qué tienen en común la región española con los países escandinavos? Este miércoles, Convivencia Cívica Catalana (CCC) publicaba un interesante informe, Los falsos paraísos del nacionalismo catalán. La asociación desmonta los presupuestos en los que se basan los políticos secesionistas. Ni la economía catalana, ni su estructura productiva ni sus relaciones comerciales parecen compatibles con este escenario. De hecho, la realidad apunta en otra dirección muy diferente. Una Cataluña independiente tendría mucho más en común con Grecia o Portugal que con Suecia u Holanda.

Los paraísos

Noruega, Suiza, Suecia, Holanda o Dinamarca, los ejemplos más citados por el nacionalismo catalán son países muy diferentes. Sin embargo, tienen una serie de características comunes, además de su alto nivel de vida y su prosperidad.

En primer lugar, son países con una estructura institucional muy sólida. Por ejemplo, todos ellos están en los primeros puestos de la lista que Transparencia Internacional publica cada año sobre la percepción de la corrupción a nivel global. Por ejemplo, la de este año la encabeza Dinamarca, con Suecia en el tercer puesto, Noruega en el quinto y Holanda en el octavo. Mientras tanto, España cae hasta un triste 40º puesto.

Los políticos catalanes parecen insinuar que su paraíso independiente sería parecido a estos países. Nadie puede saber qué ocurriría en una situación así, pero los indicios no son demasiado halagüeños. Por ejemplo, según un estudio de la Comisión Europea publicado este mismo año, Cataluña es una de las regiones más corruptas de Europa: puesto 130 de 172 (y la peor de España en este ránking). Sólo algunas regiones del sur de Italia, de Grecia y de los países del Este que llegaron en la última ampliación tienen peor puntuación. ¿Van a cambiar mágicamente y se van a hacer honradísimos los políticos catalanes en caso de independencia?

El segundo elemento que define la economía de los países ricos de Europa es que tienen una serie de ventajas competitivas que les distinguen de sus vecinos. Los nórdicos, por ejemplo, tienen unos recursos naturales que ninguna región española puede siquiera imaginar. Esto queda muy claro en el informe de CCC. Por ejemplo, Noruega es uno de los mayores exportadores de petróleo del mundo (también tiene importantes reservas de gas). Dinamarca (sumando Groenlandia) genera cuatro veces más energía que Cataluña, es exportador neto de petróleo y gas natural y tiene el primer puesto en capturas pesqueras de la UE. Suecia produce seis veces más energía que Cataluña, con una población sólo ligeramente superior (9,1 frente a 7,5 millones). Incluso Finlandia produce 3 veces más energía que la región española.

Queda el caso de Suiza. Pero tampoco parece que éste sea fácilmente replicable. Además de ser un país muy industrializado, la Confederación Helvética destaca por su sector financiero. Es el país con más activos financieros per cápita del mundo sin contar los pequeños paraísos fiscales. Los bancos suizos gestionan 2,3 billones de euros, frente a los 63.400 millones de los catalanes (cuarenta veces menos). Este estatus no se consigue de un día para otro. Suiza ha conseguido la confianza de las grandes fortunas y los fondos internacionales tras más de un siglo de estabilidad institucional, una moneda fuerte y unas leyes muy atractivas para la inversión. No parece que un nuevo país, surgido de un proceso independentista traumático, sin moneda propia o con una divisa de nueva creación y con un marco legal diseñado desde cero pueda ser su competencia, al menos durante unas décadas.

¿Libertad?

Esto no quiere decir, ni mucho menos, que Cataluña no sea una región con un enorme potencial. Siempre ha sido uno de los motores de la economía española. El problema es que es muy dudosa que su estructura productiva se beneficie, precisamente, de un proceso secesionista.

Así, Cataluña es una región con una industria potente, un sector turístico muy desarrollado y una base comercial muy sólida. ¿Qué es lo más beneficioso para un territorio así? Pues todo apunta a que un país con estas características debe estar abierto a sus mercados naturales, muy globalizado y debe mantener una normativa poco intervencionista y abierta a la inversión exterior. Es lo contrario a la imposición de nuevas fronteras que busca el nacionalismo. Todos los ejemplos que tanto gustan a los secesionistas. Dinamarca, Suiza, Suecia u Holanda están entre los países más libres del mundo desde el punto de vista económico. Incluso con los altos impuestos que sus ciudadanos pagan, casi siempre se sitúan en el top-20 de los rankings sobre libertad económica que se publican cada año.

¿Cumple con este perfil Cataluña o parecen sus políticos especialmente liberales? Pues ni una cosa ni otra. En las últimas décadas, esta región ha sufrido una auténtica involución económica. Ha pasado de ser una de los territorios más dinámicos y competitivos de España a situarse en el vagón de cola. Por ejemplo, según la clasificación de la fundación Civismo sobre la Libertad Económica en las autonomías españolas, Cataluña está en la mitad inferior de la tabla, muy lejos de Madrid o La Rioja. No es de extrañar. Los tipos impositivos que pagan los ciudadanos catalanes están entre los más altos de España, fundamentalmente porque la legislación autonómica así lo ha querido. Los últimos gobiernos de la Generalidad han subido los tributos sin cesar, hasta convertir la región en un auténtico infierno fiscal. Además, no es una cuestión solo impositiva, las restricciones a la libertad económica (el ejemplo más claro está en materia comercial) han crecido en Cataluña de forma constante en los últimos años, tanto con el tripartito como con CiU. Este creciente intervencionismo ha tenido consecuencias. A comienzos de la década de los ochenta, Cataluña era la región más rica de España y el lugar preferido por las empresas extranjeras para instalarse. Hoy ha perdido el liderazgo nacional, mientras Madrid se consolida como la región más atractiva para los inversores. Por cierto, el nacionalismo catalán no ha ofrecido demasiadas explicaciones a este hecho.

Finalmente, la foto económica catalana se completa con las cifras de sus administraciones públicas. Tampoco en este aspecto hay demasiadas semejanzas con esos países del norte que tanto parecen gustar a sus élites políticas. Cataluña es la región más endeudada de España y la tercera en términos de deuda/PIB, una tendencia que se ha agravado durante la crisis, puesto que en los últimos años los números rojos se han disparado muy por encima del nivel de otras autonomías. Dinamarca, Suecia o Suiza tienen una deuda sobre el PIB inferior al 50% del PIB, entre las más bajas de Europa. España está ya rozando el 100%. Una Cataluña independiente tendría que quedarse con la parte proporcional que le correspondería del total nacional y con toda la deuda autonómica; al ser ésta más elevada que la media probablemente el total estaría por encima de esa barrera del 100% del PIB. No es una situación nada tranquilizadora para un nuevo país independiente.

Por último, hay que hacer un apunte sobre su situación en la UE. La aspiración de los nacionalistas es mantenerse en el club comunitario, algo que sería muy improbable. Pero, incluso si lo lograsen y se quedara dentro del euro y la UE, habría una serie de consecuencias evidentes. Cataluña sería un país mucho más pequeño, de 7,5 millones de habitantes. Por lo tanto, su peso en las decisiones comunitarias se reduciría al mínimo. Por ejemplo, en las próximas elecciones al Parlamento Europeo, España mandará 54 eurodiputados, mientras que Bulgaria, con 7,3 millones de habitantes, tendrá sólo 17.

Y esta situación se vería mucho más agravada en la institución con más peso en la UE: el Consejo Europeo, que reúne a los jefes de Gobierno de los 28 y que toma las grandes decisiones. En este órgano, se necesitan mayorías cualificadas para sacar adelante los temas y también existen minorías de bloqueo. Según el Tratado de la UE: "A partir del 1 de noviembre de 2014, la mayoría cualificada se definirá como un mínimo del 55% de los miembros del Consejo que incluya al menos a quince de ellos y represente a Estados miembros que reúnan como mínimo el 65% de la población de la Unión". Es evidente que para alcanzar ese 65% de la población pesan bastante más los 45-47 millones de España que los 7 millones de la futura Cataluña independiente. No es previsible que ningún político catalán lo recuerde cuando hablen de la futura secesión.

De Suiza a Grecia

De esta forma, el futuro probable de la Cataluña independiente a la que aspiran los nacionalistas apunta en una dirección muy diferente a la que venden cada día en sus medios de comunicación. Teniendo en cuenta la evolución de los últimos años y la ideología de sus grandes partidos políticos, es posible hacerse una idea de cómo sería ese escenario:

  • Un país más pequeño y con menos peso en la UE
  • Muy intervencionista. Los dos partidos con opciones de Gobierno son CiU (una formación de corte mercantilista y más bien proteccionista) y ERC (izquierda muy estatista). Sea cual sea la fuerza dominante, y viendo la deriva de la Generalidad en los últimos 20 años, todo apunta a un país menos liberal en la esfera económica.
  • Con pocos recursos naturales y con dificultad de acceso a sus mercados tradicionales. Tanto desde el punto de vista industrial, como comercial como turístico, el principal cliente de Cataluña es el resto de España. En caso de independencia, estas relaciones se resentirían. Cualquier frontera implica una disminución de los flujos económicos, incluso en áreas de libre comercio como la UE (y eso en el mejor de los casos, si se mantiene dentro de la misma).
  • Con una elevada deuda pública y un difícil acceso a los mercados de crédito. De hecho, la Generalidad ha sido la región que más fondos ha pedido al Estado a través del FLA ante las dificultades para financiarse.
  • Con unas instituciones poco fiables, que la propia UE sitúa entre las más corruptas de Europa, algo que tampoco ayudaría nada a la hora de establecer nuevas relaciones económicas, una moneda propia o emitir deuda.

Nada de esto recuerda a Noruega, Suiza o Dinamarca. De hecho, ¿un país periférico, pequeño, con mucha deuda pública, una legislación intervencionista y poco fiable para los inversores internacionales? Ya hay uno: se llama Grecia. ¿Es ése el modelo al que aspiran Artur Mas y Oriol Junqueras? Al menos deberían aclararlo.

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