Sor Lucía Caram, la religiosa argentina, nacida en Tucumán, que vive desde hace años en el monasterio de las monjas de clausura de Manresa, ha ganado fama en los medios, que buscan siempre subrayar sus declaraciones más antiliberales, como si esto fuera original en la Iglesia, o como si el papa Francisco fuera el primero en recelar de la economía de mercado.
Pero la Iglesia, sus representantes y su doctrina social albergan muchos más elementos que el antiliberalismo. De hecho, incluyen elementos liberales, y sobre todo hay algo que la progresía a menudo no entiende. Borja Montoro, el viñetista de Libertad Digital, lo captó maravillosamente hace un año cuando, a propósito de la llegada del nuevo Papa, y del entusiasmo que suscitó entre la corrección política, lo dibujó de espaldas saludando a la multitud y pensando:
Qué chasco se van a llevar muchos cuando se enteren de que soy católico.
Esto es lo que les suele pasar a los papas, las monjas y los curas: suelen ser católicos, y eso significa que pueden tener reacciones liberales ante el pensamiento convencional, como lo demostró la entrevista que a Sor Lucía le hizo el conocido creativo publicitario, escritor y colaborador de la televisión Risto Mejide.
De entrada, cuando le propusieron a Sor Lucía robar en los supermercados para cuidar a los pobres, estrategia que algunos izquierdistas practican y que muchos más disculpa o comprenden, ella se negó en redondo: de robar nada, dijo, robar es pecado, y lo que hicieron ella y sus compañeros fue, como hizo San Francisco, pedir, pedir "a todo Dios", pero no robar.
Preguntada por un culpable de los males, elude los clásicos chivos expiatorios y responde: "Todos somos culpables… todos tenemos que responsabilizarnos". Esta idea de la responsabilidad es profundamente liberal, como lo es también su recomendación de que la gente debería poder ganarse la vida, lo que se opone al dogma políticamente correcto de que el poder tiene que garantizárselo quitándole bienes a unos para dárselos a otros. A la hora de analizar la crisis, Sor Lucía condena a los políticos y banqueros hipócritas, es decir subraya el sector más intervenido por la política y más alejado del mercado libre.
Mejide intenta varias veces meterse con la Iglesia, pero Sor Lucía le pide a él que se comprometa y le habla de religión. Él le tiende trampas pero ella las sortea bien, y siempre asume responsabilidades: "hemos falseado el producto". Y vuelve a la carga: "¿En qué cree Risto Mejide?". En términos de creencias, el popular Mejide parece poco convincente, y abunda en tópicos, como cuando dice que con obras de arte del Vaticano se podría rescatar a un país africano, como si el problema de África y de todos los territorios donde abunda la pobreza fuera realmente obtener dinero del exterior, y no libertad, justicia y paz en el interior.