A lo largo de las diferentes disputas presupuestarias que han tenido lugar en Estados Unidos en los últimos años, numerosos legisladores y analistas han afirmado que no hay mucho margen de maniobra para reducir el gasto público en el país del Tío Sam. Sin embargo, dejando al margen las reformas estructurales que podrían aligerar notablemente el llamado "gasto social", también basta con revisar los presupuestos federales para encontrare incontables ejemplos de despilfarro.
La Fundación Heritage se ha centrado en esta cuestión, llegando a conclusiones sorprendentes. Por ejemplo, el Departamento de Interior gastó 100.000 dólares en construir una letrina en una pista del Estado de Alaska. Este baño público tan costoso ni siquiera incorpora un sistema propio de desagüe.
Otro ejemplo rocambolesco lo tenemos en Arlington, en el Estado de Virginia. Allí, el contribuyente financió una parada de autobús con calefacción incorporada. La gracia ha supuesto un desembolso de 1 millón de dólares.
El Fondo Nacional de las Artes no se escapa del despilfarro. En Texas, financió con 10.000 dólares una actuación artística protagonizada por trabajadores de una empresa de iluminación. El proyecto consistía en que los empleados de la compañía bailasen en los postes de alta tensión al ritmo de una banda de música situada bajo los cables eléctricos.
La NASA también se ha colado en la lista. Concretamente, se trata de una subvención concedida a una empresa que aspira a producir pizza con una impresora 3-D. En este caso, los presupuestos de la NASA movilizaron unos 125.000 dólares.
Más caro aún fue el desembolso del Instituto Nacional de la Salud (INS) en un estudio sociológico financiado con 336.000 dólares. ¿Cuál ha sido el principal hallazgo de este proyecto financiado por los contribuyentes? De acuerdo con el resumen académico, el estudio "determinó que los matrimonios más felices son aquellos en los que las mujeres se tranquilizan más rápidamente tras las discusiones o los conflictos de pareja". El INS también consiguió que otro estudio entrase en este "top 10" del despilfarro. Concretamente, un proyecto financiado con 82.000 dólares y dedicado a "usar Twitter para vigilar a personas con depresión".
Extravagancias millonarias
El Departamento de Estado acumula cerca de seis millones de dólares en diferentes compras relacionadas con la bebida. Por un lado, justo antes del "cierre parcial del gobierno", esta rama del Ejecutivo adquirió un set de cristalería valorado en 5,4 millones de dólares. A lo largo del año, las cuentas públicas mostraron que el Departamento gastó 400.000 dólares en comprar bebidas alcohólicas.
También se registró un gran ejemplo de despilfarro más allá de las fronteras del país norteamericano: en la Embajada de Londres, los diplomáticos estadounidenses se gastaron un millón de dólares en la compra de una escultura de granito que, según el Daily MaIl, "parece simplemente una montaña de piedras". Más de medio millón de dólares es lo que se gastó el Departamento de Veteranos. El organismo rector de los antiguos militares presupuestó 562.000 dólares para una batería de compras con cargo al contribuyente. Entre los artículos elegidos, costosas obras de arte, lujosas piezas de mobiliario, etc.
Pero, tal y como señala Heritage, no todo el despilfarro puede ser cifrado con exactitud. Por ejemplo, el viaje de numerosos empleados federales a un hotel de lujo en el Caribe fue sufragado por los contribuyentes. Sin embargo, la partida se troceó en pequeños bloques de gasto para evitar que el coste de la expedición fuese fácilmente accesible.
A falta del precio de esta "joya de la corona" del despilfarro, la lista concluye con la "mención de honor" para una campaña de 130.000 dólares con la que el Presidente Obama patrocinó a un equipo de fútbol americano, buscando que esta acción ayudase a mejorar la percepción social de su discutida "reforma sanitaria".
La Unión Nacional de Contribuyentes también ha recogido algunos ejemplos de despilfarro que se repiten año tras año. Entre ellos, destacamos cinco:
- 45.000 millones de dólares para la subvención de determinados cultivos.
- Casi 2 millones de dólares para la financiación de bandas de música militar.
- Más de 436 millones para la reforma de un tanque de guerra (el M1-A Abrams) que el Ejército no ve necesario.
- 575 millones de sobrecoste presupuestario por la no digitalización de las bases de datos.
- Más de 16 millones de dólares en fiestas de la NASA para sus contratistas privados.
La bonanza de los burócratas
El sueldo de los empleados públicos también es otro ejemplo de descontrol presupuestario. Como muestra, un botón: 10 de los 15 condados más ricos de EEUU están en Washington y sus alrededores. Es por eso que llama la atención que las quejas de los "indignados" estadounidenses sobre la "desigualdad salarial" y la "concentración de la riqueza" se concentren en Wall Street y no en la capital del país.
Y es que cobrando del gobierno federal se vive muy bien. Lo vemos en la siguiente tabla, que toma el periodo 2000-2008 y muestra la evolución de los sueldos en el sector privado y en la plantilla de trabajadores dependientes del gobierno federal.
En el año 2000 el sector privado registraba un sueldo medio de $38.862 dólares frente a los $51.518 del sector público federal. Ocho años después, los burócratas de Washington ganaban, de media, $79.197 dólares. Mientras tanto, los trabajadores del sector privado tenían un ingreso anual medio de $50.028 dólares.
Considerando los complementos salariales y las retribuciones en especie, el diferencial sigue siendo más que notable: en 2008, la suma ascendía a $119.982 dólares para los empleados del gobierno federal, pero se quedaba en $59.909 entre los trabajadores del sector privado.
El diferencial se ha mantenido en pie a lo largo de la crisis. De hecho, el gobierno de Obama tiene previsto aplicar en 2014 un nuevo aumento de los salarios de los empleados federales.