La reforma fiscal se afrontará "con un razonable grado de optimismo". Cristóbal Montoro, el ministro de Hacienda que más impuestos ha subido en la historia de la democracia española, parece otro. Tras dos años de malas noticias, siempre justificadas por la necesidad de cumplir con los objetivos de déficit pactados con Bruselas, el Gobierno parece dispuesto a endulzar un poco los próximos meses de los contribuyentes. Será la primavera o que queda apenas un año y medio para las próximas elecciones generales, pero el discurso ha cambiado. La duda ahora está en saber si las bajadas compensarán las subidas. Todo apunta a que no.
Este lunes, las jornadas sobre la próxima reforma fiscal organizadas por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) y PwC han sido el escenario escogido por el Gobierno para hacer el anuncio (o más bien, lanzar los primeros mensajes) de lo que nos espera. Primero fue Miguel Ferre, secretario de Estado de Hacienda, el que a primera hora de la mañana aseguraba que la reforma fiscal, en especial en lo que hace referencia al IRPF, sería "ambiciosa". Luego le tocó el turno a su jefe, que clausuraba el acto con una retahíla de anuncios: "tipos nominales más realistas" para el Impuesto de Sociedades, situar fuera del IRPF a un número significativo de contribuyentes, un posible impuesto negativo en el IRPF para determinados colectivos o una nueva fiscalidad sobre el ahorro. Y en lo que respecta al IVA, ni tocarlo, pese a lo que digan los expertos.
No es la primera vez que el Gobierno adelanta que la próxima reforma fiscal implicará la rebaja de algunos impuestos. La novedad radica más en la amplitud de los anuncios (que tocan varios tributos) y en el tono del mensaje. Ya no se habla de un retoque aquí o allá, sino de un conjunto de medidas dirigidas en la misma dirección. Eso sí, ya se sabe que del dicho al hecho hay una buena distancia. Y es más fácil decir que se van a bajar impuestos, que aprobar el decreto.
¿Razones para el optimismo?
La sensación que transmite el Gobierno es que tendrá más margen del esperado para las bajadas de impuestos. La fiscalidad ha sido siempre un lastre muy pesado para Mariano Rajoy, que llegó al Palacio de la Moncloa prometiendo que reduciría la presión sobre el contribuyente y ha acabado subiendo prácticamente todos los tributos a su alcance. La excusa siempre ha sido el cumplimiento de los objetivos de déficit (aunque eso se podría haber conseguido también con más recortes de gasto y no centrando el tiro en los ingresos). Pero el mensaje siempre fue que se cambiaría de política en cuanto fuera posible. De hecho, el impuestazo en el IRPF aprobado en el primer Consejo de Ministros de diciembre de 2011 se presentó como una medida "transitoria" por dos años (aunque ya se ha ampliado a tres).
Teniendo en cuenta que queda un año y medio para las elecciones, parece claro que alguna noticia en este sentido es casi imprescindible por parte del Gobierno. Algo le tiene que dar a su electorado, esas clases medias a las que tanto ha castigado en los primeros 24 meses de legislatura. Y en Moncloa creen que tienen razones para el optimismo.
Por un lado, la recaudación va algo mejor de lo esperado. El propio Ferre avanzó este lunes que en el primer trimestre los ingresos tributarios han crecido un 5% en términos homogéneos: un 7,5% para el Estado, (10,4% en el IRPF, 12,5% en el IVA y 11,9% en los impuestos especiales). Aunque no sería la primera vez que este Gobierno aplica una contabilidad creativa sobre sus ingresos y gastos, de confirmarse estaríamos hablando de las mejores cifras desde el comienzo de la crisis.
Precisamente, en el acto de este lunes, José Luis Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos, recordaba una peculiar característica del sistema fiscal español, que está basado de forma exagerada (al menos si se compara con los de los países de su entorno) en la tributación directa (IRPF y Sociedades). Esto, junto a la elevada progresividad, genera, en su opinión, que sea muy "elástico" a las variaciones del PIB.
En los primeros años de la crisis, "perdimos hasta 6 puntos de PIB de ingresos; esto no ha pasado en ningún país del mundo", explicó. También es cierto que "las subidas de gasto tampoco tuvieron paragón" en ningún otro lugar. Todo ello generó el asfixiante déficit que estuvo a punto de llevarse por delante la economía española. Pero claro, como apunta Feito, el sistema es "elástico para mal y para bien". O lo que es lo mismo, "pequeñas recuperaciones de la actividad económica generan aumentos del ingreso y reducciones del gasto más que proporcionales. Se va a crear más empleo del ritmo de crecimiento de la economía. Y vamos a tener sorpresas positivas en ingresos, gastos y déficit".
Con este panorama, en Moncloa creen que la marcha de la economía es un poderoso aliado en su estrategia. La última cifra que ha ofrecido el Gobierno habla de un incremento de hasta el 1,5% del PIB para este año (frente al 0,7% que aún se mantiene como la previsión oficial). Y no es el único. El consenso de Funcas habla de un 1% para 2014, pero cada nuevo pronóstico tira al alza la cifra. Si se consolida ese punto y medio de crecimiento y se mantiene la creación de empleo al ritmo de los últimos meses, sí podríamos estar hablando de una recuperación de la recaudación bastante importante que se vería acompañada de un recorte del gasto por el menor pago de prestaciones.
Los problemas
El párrafo anterior representa el mejor de los escenarios posibles para Montoro. Casi un sueño. Pero el horizonte del ministro de Hacienda no está del todo despejado. Sigue habiendo nubarrones. Quizás no tantos como hace un año, pero lo suficientemente grises como para que esté preocupado.
Para empezar, hay que recordar que España ha vuelto a incumplir en 2013 su objetivo de déficit. Y ya van… Es cierto que parece que en Bruselas se dan por satisfechos, algo fundamental para un país que tuvo que pedir un rescate para sanear su banca hace menos de dos años. Además, la prima de riesgo está en niveles de 2010, por debajo de los 200 puntos básicos y bajando.
Pero no tenemos demasiado margen. El déficit estructural español sigue siendo el más elevado de la UE (mayor incluso que el de Grecia) y somos uno de los países que más tiempo tardará en llegar al 3% que marca el Pacto de Estabilidad. Con la deuda por encima del 100% desde este mismo año, no hay lugar para demasiadas alegrías presupuestarias y seguro que así se lo recuerdan a Montoro en Bruselas, Berlín y Fráncfort.
Además, no es sólo cuestión de los números absolutos. El sistema fiscal español tiene un problema eficiencia. Los expertos llevan años denunciando su diseño, especialmente en lo que se refiere al elevado peso de los impuestos directos (IRPF, Sociedades y cotizaciones sociales). Las recomendaciones de los organismos internacionales van en la misma dirección.
De hecho, la propuesta de la Comisión Lagares marcha claramente por este camino. El núcleo del documento de los sabios apunta a una rebaja del IRPF (que podría suponer una caída de 7 décimas de PIB de recaudación a corto plazo) unida a otra reducción en Sociedades (tres décimas); a cambio, se financiarían estos movimientos con la reclasificación de los productos del IVA reducido y los nuevos impuestos ambientales (en total, supondrían un punto más del PIB de recaudación). Del mismo modo, la segunda gran propuesta de la Comisión apunta a una reducción en las cotizaciones sociales, que se financiaría con una subida del tipo general del IVA.
La idea sería subir el peso de los indirectos a cambio de reducir la tributación sobre el trabajo y los beneficios. Feito, este lunes, incluso ha pedido aprovechar la buena e inesperada marcha del mercado laboral para profundizar en la rebaja de las cotizaciones (si sigue creándose empleo, incluso podría no tener efectos negativos en la recaudación). Pero este cambio, de tributación directa a indirecta también tendría sus perdedores. El IVA reducido contiene numerosos productos muy sensibles desde el punto de vista de la opinión pública (transporte de viajeros, hostelería, numerosos alimentos,…), por lo que se hace complicado pensar que esto vaya a cambiar.
En esta situación, la duda que surge es si el Gobierno bajará los tipos del IRPF todo lo propuesto por la Comisión (es decir, eliminar el gravamen extraordinario aprobado en diciembre de 2011 y avanzar aún más allá, hasta dejar los máximos alrededor del 44% y los mínimos por debajo del 20%, con un mínimo exento de unos 14.000 euros. O si a cambio de no tocar el IVA optará por una propuesta descafeinada en el IRPF que le permita decir que ha bajado el impuesto pero que no lo retrotraiga al nivel que tenía cuando Montoro llegó al Ministerio.