Programar el aire acondicionado, situarse en un mapa, comprar un billete de metro o colocar a los invitados alrededor de una mesa. Las pruebas de la categoría de "resolución de problemas" de PISA 2012 han dado mucho que hablar. Y sí, se pueden hacer muchas bromas sobre los resultados. Pero más allá de la ocurrencia de turno, lo cierto es que ponen encima de la mesa una cuestión fundamental, de la que pocas veces se habla: ¿está preparado el sistema educativo español para competir en la sociedad globalizada del siglo XXI?
En realidad, lo que quieren decir las notas publicadas este martes no es que los jóvenes españoles no sepan manejar un MP3 o comprar el ticket del tren. De lo que trataban las pruebas era de comprender un texto con instrucciones, analizar información más o menos compleja y comparar alternativas. Es decir, de usar los elementos que se aprenden en la escuela para solucionar un problema.
Como dice el propio informe PISA: "Los problemas son situaciones sin una solución obvia. Si no hay que pensar, no hay problema". Y en esto, los alumnos españoles fracasaron. Sus notas fueron bajas, tanto en términos absolutos como en comparación con las que sacaron los jóvenes de 15 años de los demás países del primer mundo. Sólo Eslovenia, Hungría, Turquía, Israel y Chile lo hicieron peor.
Una conclusión preocupante
Normalmente, cuando se cuestionan la escuela o la universidad española se hace referencia al nivel de formación en las enseñanzas que podríamos denominar como clásicas (matemáticas, historia, lengua o ciencias). En estas materias, PISA ya alertaba en diciembre de que nuestros estudiantes están peor que sus compañeros de otros países. Lo novedoso del martes es que se centra en otro tipo de habilidades, quizás más difíciles de medir, pero igualmente importantes para el éxito personal y profesional. Tampoco aquí hay motivos para presumir. En realidad, en esta categoría de "resolución de problemas" lo hacemos incluso peor que en las de toda la vida: 477 puntos, por 484 en matemáticas o 496 en ciencias (y también en la comparación entre países perdemos puestos).
De hecho, en la parte publicada esta semana destaca una conclusión de la que no se ha hablado demasiado: "Los estudiantes españoles rinden en resolución de problemas por debajo de lo esperado en función de sus resultados en matemáticas, lectura o ciencias".
Hay una cierta correlación entre todos los exámenes, algo que es lógico. Es normal que aquellos que lo hicieron bien en las materias clásicas, también destaquen en "resolución de problemas". Pero esta relación "es más débil" en España que en otros países de la OCDE. Vamos, que nuestros estudiantes no saben sacar todo el partido que deberían a lo que aprenden en la escuela. O por decirlo de otra manera: saben más matemáticas desde el punto de vista académico que en lo que tiene que ver con su aplicación práctica.
Dos mundos que se ignoran
En su último libro, Una revolución liberal, Juan Ramón Rallo explica el estancamiento del sistema educativo de una forma muy gráfica: "En 1970, las tres habilidades que más valoraban las 500 mayores empresas del planeta (Fortune 500) eran la escritura, el cálculo y la lectura. Hoy en día, las tres más valoradas son la capacidad de trabajo en equipo, la capacidad para resolver problemas y la capacidad de comunicación interpersonal".
Son conclusiones muy similares a las que cada año publica, la National Association of Colleges and Employers (NACE), una organización estadounidense que tiene como objetivo conectar los campus con las empresas. Según la última edición de su informe sobre el mercado laboral, las cuatro habilidades que más buscan los departamentos de recursos humanos son "capacidad para trabajar en equipo; capacidad para tomar decisiones y solventar problemas; capacidad para hacer planes, organizar y priorizar el trabajo; capacidad para comunicarse verbalmente con otras personas de la organización".
¿Son la escuela o la universidad españolas lugares donde se prioricen este tipo de facultades? ¿Están las aulas cerca de las empresas en algún sentido o son dos mundos que se ignoran? ¿Es el modelo de clase tradicional, con un profesor que suelta su lección y 20-30 alumnos enfrente que toman apuntes la mejor manera de enfrentarse a un mercado laboral moderno? No son preguntas que se suelan plantear cuando se habla de la educación en España, pero están muy relacionadas con su éxito en su principal tarea: formar a los alumnos para el mundo que se van a encontrar ahí fuera.
No sólo eso, también en los planes de estudio, tampoco nuestra española parece haberse modernizado como lo ha hecho su sociedad. Por ejemplo, en lo que hace referencia al conocimiento de idiomas, una materia fundamental en un mundo globalizado, España sigue en el vagón de cola de Europa. Según el índice sobre conocimiento del inglés que elabora Education First, nuestro país está en el puesto 23 de los 60 países analizados, por detrás de prácticamente todos nuestros socios de la UE (incluidos países como Polonia, Letonia, Portugal o Eslovaquia) y a años luz de los mejor preparados (Suecia, Noruega, Holanda o Dinamarca).
Otra prueba del disfuncional sistema educativo puede verse en la estructura de nuestros licenciados. En la última década, España es uno de los países de Europa con un mayor porcentaje de titulados universitarios (por encima del 30%), algo que en sí mismo no tiene por qué ser malo. Pero es extraño que un país con este alto número de universitarios también tenga uno de los porcentajes más elevado de fracaso escolar (cerca del 30% de alumnos no adquieren siquiera la titulación básica del sistema educativo y alrededor del 15-20% se quedan sólo con el título de ESO) y un bajísimo nível de titulados medios (un 25% con bachillerato o FP superior).
Es decir, entre nuestros jóvenes, hay muchos con estudios terciarios, muchos sin formación o con el título básico o casi nada y poquísimos técnicos medios. ¿Cuántas empresas habrá que sientan que escasean precisamente esos técnicos? En Alemania o Suiza, por ejemplo, más de la mitad de los estudiantes están en este nivel; y hablamos de dos países ricos, exportadores y entre los más productivos del mundo.
Los resultados
No se puede hacer una correlación absoluta entre los resultados de la escuela y los del mercado laboral. Hay muchas razones que explican las elevadas cifras de paro en España. Pero desde luego, todo lo apuntado anteriormente no ayuda. Los siguientes datos deberían preocupar al ministro de Empleo, pero también al de educación:
- La tasa de paro juvenil supera el 55%. Sólo Grecia está peor en la UE. Casi 900.000 menores de 25 años están en paro.
- Casi uno de cada tres españoles está sobrecualificado para su puesto de trabajo. O lo que es lo mismo, tiene una titulación que no le corresponde.
- El 16% de los universitarios españoles de 25 a 34 años están en paro (la media de la OCDE es del 6,8%). Sólo el 19% de los titulados superiores tiene un sueldo superior a 3.000 euros a los seis años de su salida de la facultad. Y sólo el 56% tiene un empleo fijo a tiempo completo.
- La universidad española es una de las menos "rentables" del mundo. Por ejemplo, un titulado superior obtiene a lo largo de su vida laboral unos 120.000 dólares de beneficios respecto a un bachiller (unos 40.000 menos que la media de la OCDE). Los beneficios públicos de la educación superior en España son de 27.605 dólares en el caso de los hombres y 41.805 en el de las mujeres (más de 100.000 dólares de media en la OCDE).
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Según el índice de competitividad global que publica cada año IMD, España (con 56,2 puntos) no gana a ningún otro gran país de la OCDE y se sitúa por detrás, incluso, de países Lituania, Polonia, Estonia, Turquía o Indonesia.