El Congreso aprobará la semana que viene la nueva Ley de Consumo que, entre otros muchos aspectos, regula el cigarrillo electrónico (e-cig), prohibiendo su uso en algunos espacios, tales como centros docentes y sanitarios, edificios de la Administración, transporte público y parques infantiles. Si no hay cambios, la nueva normativa seguirá las directrices marcadas al respecto por Bruselas, cuya Directiva en esta materia concede a dicho producto una categoría propia, ya que lo diferencia claramente del tabaco y los fármacos.
Durante su tramitación en el Senado, el PSOE intentó equiparar el e-cig con el tabaco, defendiendo así los intereses que representan tabaqueras y farmacéuticas, cuyos negocios se están viendo afectados de forma muy significativa por la rápida y creciente aceptación que está teniendo el cigarrillo electrónico entre los fumadores. Sin embargo, su enmienda fue rechazada de forma mayoritaria en la Cámara Alta, con lo que, previsiblemente, la Ley de Consumo se aprobará en el Congreso sin cambios sustanciales.
El e-cig se ha convertido en una temible competencia para ambos sectores. Prueba de ello, es que el negocio del cigarrillo electrónico, de muy reciente implantación en España, ya factura 24 millones de euros al año y da empleo a cerca de 3.000 personas a nivel nacional. Según estimaciones de la Asociación Nacional del Cigarrillo Electrónico (ANCE), en España ya hay cerca de 800.000 vapeadores -término por el que se conoce coloquialmente a los usuarios de este producto-, mientras que esta cifra ronda los 500 millones a nivel mundial, según Tobacco Vapor Electronic Cigarette Assocoation (TVECA), la patronal internacional del sector.
Hay muchos intereses creados y, por ello mismo, el e-cig es objeto habitual de críticas y suspicacias de todo tipo para tratar de frenar su extensión o, cuanto menos, restringir de forma muy estricta su uso, sin descartar incluso la posibilidad de disparar su fiscalidad, tal y como sucede actualmente con el tabaco.
En este sentido, uno de los principales argumentos esgrimidos por los enemigos del e-cig consiste en arrojar dudas acerca de sus posibles efectos perjudiciales para la salud. Pero, hoy por hoy, los estudios existentes no arrojan ninguna prueba concluyente en contra del cigarrillo electrónico, más bien al contrario, según han destacado las patronales del sector este jueves en una rueda de prensa celebrada en Madrid.
Ray Story, CEO de TVECA, señala que los informes médicos llevados a cabo por organismos oficiales en EEUU han concluido que el e-cig es hasta 14.000 veces menos perjudicial que el tabaco. Así, mientras que el cigarrillo normal posee hasta 68 elementos potencialmente cancerígenos, el electrónico tan sólo consta de cinco componentes que, si bien pueden generar adicción -como la nicotina-, no resultan perjudiciales, según los informes existentes.
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E-liquids: la Sociedad para el estudio de las adicciones de la Universidad de Ginebra analizó 20 modelos de las 10 marcas más populares de e-liquids y encontró que en todos los casos el grado de nivel de nicotina expuesto en las etiquetas correspondía con el grado real. No se encontró dietilenglicol en ninguna de las muestras y la calidad de estos líquidos se definió como "sorprendentemente buena", sin producir adicción -salvo nicotina-.
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Los principales ingredientes de los líquidos para vapear son el propilenglicol y la glicerina vegetal. Ambos componentes están calificados como "aditivos seguros" por la FDA Americana (Food and Drug Administration) y por la FEMA (Flavour and Extracts Manufacturers Association).
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Nicotina: un estudio de la Universidad de Londres-Este concluyó que el suministro de nicotina en un e-cigarrillo es inferior que la del tabaco, pero esta exigua dosis permite superar el síndrome de abstinencia, facilitando así el cambio de fumar a vapear, con la consiguiente mejora para la salud. Los análisis muestran que el cuerpo recibe un 54% menos de nicotina al vapear que al fumar.
Menos perjudicial que el tabaco
Lo más relevante, sin embargo, es que numerosos estudios concluyen que el e-cig es mucho más saludable que el tabaco, cuando no inocuo para el usuario.
- Análisis toxicológico del propilenglicol (Revista Elsevier, Carsn Warrs Consulting, North Carolina, EEUU): se analiza la presencia del propilenglicol como producto humectante de los e-cigarrillos. Este componente, al introducirlo en el tabaco, no aumenta la toxicidad del mismo, ni siquiera a temperaturas de combustión de 800º-900ºC. Aún existe menos peligro en el caso de los e-cigarrillos, que nunca alcanzarán temperaturas cercanas a esas. En definitiva, el propilenglicol utilizado en los cigarrillos electrónicos no tiene consecuencias toxicológicas sobre el cuerpo.
- Función pulmonar (Revista Médica Informa Healthcare, Univ. Pompeu Fabra): se realiza un estudio sobre los efectos agudos del vapor del e-cigarrillo para el vapeador y las personas a su alrededor, en relación a la función pulmonar. Detecta que tras más de una hora expuesto de manera directa al vapor del cigarrillo electrónico, ni el vapeador activo ni otras personas presentes han sufrido cambios significativos en su función pulmonar.
- Cardiología:
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Sociedad Europea de Cardiología: el tabaco crea una considerable disfunción cardíaca, pero los cigarrillos electrónicos no tienen ningún efecto adverso en las contracciones del corazón del consumidor. Se realizó un análisis a través de electrocardiogramas enfocados a la observación del ventrículo izquierdo, que recibe la sangre oxigenada de los pulmones. Se detectó que fumar provoca aumentos sistolíticos y diastólicos de la presión sanguínea y la frecuencia cardíaca. Sin embargo, en este análisis, tras vapear no se encontró ningún efecto ni diferencia en la función del ventrículo.
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Instituto Nacional de Salud de EEUU: se crea un modelo de laboratorio clínico para evaluar los efectos agudos del cigarrillo electrónico. En este análisis se aprecia que el e-cigarrillo no expone ninguna peligrosidad en cuanto a dosis de nicotina ni de monóxido de carbono, lo que no afecta al sistema cardiovascular.
- Circulación sanguínea (Food and Chemical Toxicology, Universidad de Wolverhampton Creta y Thessaly): el uso del cigarrillo electrónico no provoca ninguna alteración en el sistema de riego sanguíneo, ni en fumadores activos ni pasivos. En contraposición, la inhalación del humo del tabaco, de forma activa o pasiva, eleva y acelera el riego sanguíneo de células blancas, linfocitos y granulocitos durante, al menos, una hora.
- Vapeadores pasivos:
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Revista Elsevier Masson (Universidad de Pierre et Marie Curie y Universidad de Paris Diderot): se comparan las emanaciones de un cigarrillo electrónico y de un cigarro tradicional. El vapor del dispositivo desaparece de la atmósfera en un máximo de 11 segundos. El humo del tabaco tarda, de media, unos 20 minutos en desaparecer por completo (110 veces más).
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Informa Healthcare, Inhalation Toxicology (Universidad de Clarkson): esta universidad realizó un estudio en una sala cerrada para valorar las consecuencias del vapor del e-cigarrillo sobre terceras personas y la calidad del aire en comparación con el tabaco. En el vapeo no existe la figura del "vapeador pasivo", ya que el vapor del cigarrillo electrónico no representa ningún riesgo para salud de las otras personas presentes en la sala. Al vapear no se produce una combustión, como ocurre cuando se fuma tabaco, lo que se produce es una condensación. Y el vapor de agua ni contamina, ni perjudica al resto de personas presentes.
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Revista Indoor Air: este estudio analiza las consecuencias del e-cigarrillo sobre terceras personas. Tras no observar ninguna alteración relevante sobre el organismo, concluye que "no existe la figura del vapeador pasivo", ya que el vapor no perjudica la salud de ninguna persona presente junto a un vapeador.
Piden un "sistema de licencias"
Los vendedores y fabricantes insisten en su mensaje: se mire por donde se mire, el cigarrillo electrónico es mucho menos perjudicial para la salud que el tabaco. Pese a ello, ambas patronales defienden la necesidad de que su sector cuente con una regulación específica, adaptada a sus características particulares.
Por ello, entre otras medidas, defienden la implantación de un "sistema de licencias" de venta del producto que asegure que "solo puedan operar establecimientos que cumplan con una serie de requisitos mínimos en términos de experiencia, formación y calidad". Actualmente, el e-cig se comercializa libremente en todo tipo de locales.
Por su parte, ANCE, fundada el pasado septiembre y que representa a unas 500 tiendas en España, propone a sus asociados adelantar dos años la obligatoriedad fijada por la Directiva europea de vender cigarrillos electrónicos con una concentración máxima de nicotina de 20 miligramos por mililitro, y que sus productos incluyan la informacion sobre los ingredientes que contienen en el envoltorio.
Asimismo, también plantean que los productos vendidos por sus asociados incluyan un "seguro de responsabilidad del fabricante o del importador" en relación a la calidad y seguridad del producto.