La relación de políticos, miembros de la casa real, sindicatos, empresas y hasta clubes de fútbol con la Agencia Española de Administración Tributaria (AEAT) ha sido y es uno de los temas que genera un mayor interés en nuestro país. Casos recientes como el de la imputación de la infanta Cristina alimentan la idea de que Hacienda no es igual para todos, pese al mantra siempre repetido desde las tribunas políticas de que "hacienda somos todos".
La Agencia vive una época complicada: las constantes subidas de impuestos aplicadas desde el Ejecutivo de Mariano Rajoy desde que accedió a la Moncloa, hay que sumar polémicas disposiciones dirigidas al incremento de la recaudación, como la autorización de los inspectores para actuar en fiestas familiares (bodas, comuniones, bautizos, etc.) o la vinculación de la retribución de dichos inspectores con las cantidades recaudadas por fraude fiscal. También hemos vivido recientemente la dimisión del director del Departamento de Inspección Financiera y Tributaria, Luis Jones, la purga de delegados provinciales o la investigación al que fuera el mismísimo socio de Cristobal Montoro en el despacho Equipo económico -antes, Montoro y Asociados-, Ricardo Martínez Rico.
Además, en los últimos tiempos se han multiplicado los casos de corrupción que implican a miembros de la realeza, políticos, deportistas, clubes de fútbol, empresarios y sindicatos. El problema es que el ciudadano medio tiene la sensación de que la relación de estos sujetos con Hacienda viene siendo fluida desde hace años. Así, han sido frecuentes las visitas a los despachos de la AEAT de estos personajes para pedir clemencia y facilidades en el pago de los impuestos pendientes previamente descubiertos por la inspección.
De ello da fe quien fuera el mismísimo director de la Agencia entre 1998 y 2001, Ignacio Ruiz Jarabo –en la actualidad presidente de la asociación del Club del Asesor (Adecla)- en su libro Estado fiscal y democracia. La Agencia Tributaria en perspectiva (Tirant Lo Blanch). Por ejemplo, narra cómo a su despacho acudió, el actual líder de CCOO, Ignacio Fernández Toxo -entonces presidente de la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI)- para pedirle facilidades para "una cuestión determinada", evidentemente, relacionada con la puesta al día en materia impositiva.
Pero los casos de corrupción que afectan a la propia Agencia también ocuparon entonces las primeras páginas de los diarios nacionales. "Ni entonces, ni ahora la Agencia Tributaria ha actuado igual para todos", reflexionaba para Libre Mercado Ruiz Jarabo en una reciente entrevista.
Uno de esos casos que hizo mella en la propia Agencia y con cuyos coletazos tuvo Ruiz Jarabo que batirse el cobre fue el del jefe de la Inspección de Hacienda de Cataluña José María Huguet y el que entonces era delegado especial de Hacienda en esa comunidad autónoma, Ernesto Aguiar.
Tal y como cuenta Ruiz Jarabo, ambos montaron su chiringuito. Elaboraron entre ambos una suerte de censo de empresarios y asesores a quienes solicitaron jugosas comisiones a cambio de hacer la vista gorda de forma selectiva en materia impositiva. Y ambos tiburones de Hacienda se hicieron con un importantes carteras en bolsa o suntuosos dúplex.
Lo más llamativo del caso fue el papel que jugó el secretario de Estado de Hacienda que los nombró: Josep Borrell se vio obligado a renunciar a favor de Joaquín Almunia a la candidatura socialista a la presidencia del Gobierno debido al escándalo.
El poder de los inspectores
El caso Huguet Aguiar demostraba lo permeable de la agencia a la corrupción. En el caso Gescartera, en cambio, no hubo modo de que los funcionarios de la Agencia sucumbieran a las tentaciones del dinero fácil. Al menos, así lo destaca el que fuera director de la AEAT en aquellos años.
Otro ejemplo del poder que atesora un alto cargo de Hacienda es el trasiego de personalidades que por sus despachos ruegan favores para atender las obligaciones tributarias sin descuidar demasiado sus balances. En esto ha habido de todo. Cuenta Jarabo que Manuel Ruiz de Lopera, cuando era presidente del Real Betis Balompié, acudió a la AEAT para pedirle a él mismo que acabase con su eterno rival, el Sevilla Fútbol Club. Según recuerda Ruiz Jarabo, Lopera le propuso: "Se trata de que tú le aprietes al máximo, yo me encargo de los jueces y de mover a los medios y, entre todos, acabamos de una vez con el Sevilla". Pero, siempre según el testimonio del exdirector de la AEAT, la cosa no pasó de la propuesta verbal.
El anecdotario de este alto cargo está repleto de historias similares. Otra de las más pintorescas fue cuando irrumpió en la Agencia solicitando audiencia con el director todo un Jesús Gil y Gil rodeado de su cohorte de de guardaespaldas para suplicarle que no fuera tan duro con el Atlético de Madrid. "No puede ir contra el Atleti", le dijo. El problema con el club colchonero es que mantenía en ese momento importantes deudas con el fisco.
En la memoria de Jarabo se encuentran otras anécdotas, como las sugerencias de Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, para que Hacienda no ahogara selectivamente a los clubes de fútbol.
Un habitual de la vida empresarial de la época fue Ruiz Mateos, que trató de convencer a Ignacio Ruiz Jarabo de que le aplazara sus deudas con Hacienda con su palabra de honor como único aval. Para Ruiz Mateos, según el exidrector de la AEAT, su palabra de honor era la mejor garantía posible para avalar el aplazamiento que solicitaba.
Gracias al testimonio de Ruiz Jarabo y a la investigación periodística y policial, casos como el de Huguet y Aguiar, así como las anécdotas de los clubes de fútbol han salido a a la luz. Ahora, años después, resulta curioso imaginar qué podrían contar, si hablaran, las paredes del fisco, con casos como el fichaje de Neymar, los fondos públicos destinados a la formación de parados desviados ilícitamente, el caso de los ERE, las propiedades misteriosas de la infanta que aparecen y desaparecen de los informes de la Agencia Tributaria, o los gastos de Urdangarín y la infanta pagados con la tarjeta de Aizoon.