Desde que el nacionalismo catalán proclamó abiertamente la deriva separatista, han sido numerosos los informes y advertencias acerca del brutal impacto económico que conllevaría su consecución, tanto para Cataluña como para el resto de España, pero ninguno ha profundizado en los efectos que implicaría la mera celebración de la polémica consulta, con independencia de cuál sea su resultado.
Este análisis es, precisamente, una de las principales novedades que incluye el nuevo estudio de Panel Cívico sobre la Cuestión Catalana, cuya presentación oficial tiene lugar este jueves. El informe en cuestión, titulado Razones y sinrazones económicas del independentismo catalán, ha sido dirigido por el economista José Luis Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos, por encargo de la Junta Directiva de Panel Cívico, una asociación integrada por destacados empresarios y altos directivos, cuyo objetivo es contribuir al debate público sobre cuestiones relevantes para el presente y futuro del conjunto del país.
Así, más allá de estimar el "desorbitado" coste económico que supondría la independencia para Cataluña, el documento incide en las consecuencias que tendría la consulta que plantea el Gobierno de Artur Mas. Y, para ello, se centra en la negativa deriva que ha sufrido la provincia canadiense de Quebec en los últimos 30 años, desde que, en 1980, celebrase el primer referéndum sobre esta materia.
En este caso, los costes para Cataluña serían mucho menores que la culminación de la independencia, ya que no saldría ni de la UE ni del euro, pero "no serían desdeñables". El problema es que, de celebrarse la consulta separatista, los mercados -incluyendo las empresas y familias que residen en Cataluña- empezarán a descontar "la probabilidad de una hipotética aunque lejana secesión", según advierte el documento. Es decir, los agentes económicos comenzarán a incluir en sus cálculos de decisión ese futuro escenario, y, por tanto, los "dos motores de depresión" asociados al mismo, "si bien a mucha menos velocidad":
- Por un lado, el desplome de las exportaciones catalanas al resto de España (de hasta el 50%) y de la inversión del resto del mundo, incluido el resto de España, en Cataluña, así como la pérdida de población cualificada.
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Y, por otro, su salida de la Unión Europea y del euro, con todo lo que ello supone en materia de PIB, empleo o inversión.
Los inversores no contemplan la secesión
Si la deriva separatista no ha tenido costes apreciables hasta ahora es, según el texto, porque "los principales agentes económicos no están descontando que la secesión se vaya a materializar". Efectivamente, los inversores internacionales, simplemente, no contemplan dicho escenario.
"Por el momento, los mercados financieros, las empresas multinacionales y nacionales, tanto catalanas como del resto de España, e incluso la mayoría de los ciudadanos de Cataluña y del resto del país, no han incorporado a sus decisiones de gasto e inversión la posibilidad de una Cataluña independiente, ni siquiera la de una Cataluña que se adentre por una senda de consultas soberanistas que eventualmente pudiera desembocar en la secesión", añaden los expertos.
Sin embargo, la realización de la consulta, vinculante o no, siempre y cuando arroje un resultado "ambiguo" (sin una mayoría contundente a favor o en contra), abriría la puerta de forma inevitable a consultas o elecciones de la misma naturaleza más o menos distanciadas en el tiempo y, como consecuencia, los agentes empezarían a tener en cuenta ese riesgo, tal y como ha sucedido en Quebec en las últimas décadas, según el estudio. Su experiencia "se asemeja notablemente a lo que ocurriría si en Cataluña se realiza la consulta", afirma Feito.
Para empezar, ambas regiones tienen un peso importante en sus respectivos países, representando alrededor de un 20% de su PIB y 23,5% de su población. En el caso de Quebec, celebraron una consulta a principios de los 80 y, tras perderla, las tensiones secesionistas se recrudecieron en los años 90, desembocando en nuevos referéndum en los que volvió a ganar el "no" a la independencia de Canadá.
El declive económico de Quebec
Pese a ello, esta deriva ha provocado graves consecuencias económicas a dicha provincia, tal y como avanzó Libre Mercado. Por un lado, el estudio recoge que, entre 1981 y 2007, su crecimiento anual medio fue del 2,3% frente al 3% del resto de Canadá. Esto significa que, mientras Canadá acumuló un crecimiento del 109,9%, el PIB de Quebec sólo aumentó un 76,6% en el mismo periodo, pasando de representar el 23,5% del PIB del país en 1981 al 20,56% en 2006. Además, Quebec ha registrado una evolución demográfica más negativa debido a la emigración de su población hacia otras provincias.
Por otro lado, la brecha entre el nivel de vida del resto de Canadá y el de Quebec se ha ampliado un 68%, desde los 3.652 dólares en 1981 hasta 6.137 en 2007.
Es decir, el canadiense medio es hoy cerca de 6.000 dólares más rico que su equivalente quebequés. De hecho, las provincias más pobladas y ricas (Alberta, Ontario, British Columbia) miran desde la distancia a sus otrora prósperos vecinos quebequeses.
"Es evidente la influencia nociva de las tensiones independentistas en el desequilibrio económico relativo de Quebec", aclara Feito. Entre 1976 y 1980, el período inicial del independentismo, treinta de las mayores empresas canadienses salieron de Quebec y alrededor de 100.000 de sus ciudadanos por debajo de 25 años se fueron a vivir a otras provincias.
La capitalidad económica y financiera del país que, hasta entonces, ejercía Quebec, en los setenta se desplazó claramente a Toronto, y hoy la diferencia de renta y población entre las dos ciudades es muy favorable a la segunda. Así, mientras que en 1976 el área metropolitana de ambas ciudades tenía prácticamente la misma población (unos 2,8 millones), hoy la de Toronto es de 5,6 millones (el doble) y la de Montreal 3,6 millones (un 30% más).
Por ello, el economista concluye que si Cataluña se adentra en la senda de las consultas tendría una "caída significativa de su crecimiento en relación con el del resto de España (y en relación con el que tendría Cataluña en ausencia de consultas). En el momento en que el riesgo separatista empiece a ser descontado por los agentes financieros nacionales e internacionales, por las familias y empresas de Cataluña y del resto de España, por pequeño que sea ese riesgo, tendría consecuencias económicas negativas para Cataluña y positivas para el resto de España (de la misma manera que el separatismo de Quebec ha sido beneficioso para Ontario y otras provincias canadienses)".
En este sentido, Feito considera que "las insinuaciones veladas que hoy hacen muchas empresas nacionales y multinacionales sobre su deslocalización se haría realidad con una frecuencia e intensidad que superaría la categoría de anécdota. La deuda catalana, hoy fuera de mercado, sufriría un aumento no despreciable de su prima de riesgo (como sucede, por cierto, con la deuda de Quebec en comparación con las de las otras provincias de Canadá). Las exportaciones de Cataluña al resto de España también se verían afectadas, aunque obviamente en mucha menor medida que en el caso de independencia".
De hecho, según el estudio, la consulta podría generar en Cataluña unas consecuencias peores a las sufridas por Quebec debido, sobre todo, a su delicada situación fiscal y financiera. Así, si España se recupera de la crisis, es de esperar que Cataluña también crezca, "si bien los haría en menor medida".
Pero, teniendo en cuenta que se adentraría en la senda de las consultas sin haber resuelto su grave problema fiscal, "también podría ocurrir que Cataluña quedara descolgada de la recuperación del resto de España. Quizá no inicialmente, porque los efectos negativos de los que estamos hablando serían de pequeña entidad al principio, pero su gradual acumulación debilitaría antes o después el desenvolvimiento económico de Cataluña".
Todo ello lleva a pensar a estos expertos que "los costes económicos para Cataluña serían superiores a los que viene sufriendo Quebec desde que decidió recorrer el camino hacia la independencia".