La publicación de la Encuesta de Población Activa (EPA) genera cada tres meses todo tipo de comentarios. Los cientos de datos que proporciona el Instituto Nacional de Estadística (INE) dan para todo tipo de lecturas. Y claro, Gobierno y oposición se aprovechan. Siempre hay alguna cifra a la que agarrarse, tanto si se quiere ofrecer una imagen positiva como si se quiere destacar algo negativo.
En esta ocasión, con los datos del cuarto trimestre del 2013, el argumentario oficial se ha centrado en la pequeña pero significativa caída del paro y en la cifra de ocupados, que desciende pero mucho menos de lo esperado y a gran distancia del ritmo al que lo hacía en años anteriores. Por su parte, los que quieren ver el vaso medio vacío, han destacado especialmente la caída de la población activa a causa del efecto desánimo y la salida al exterior de muchos parados desesperanzados.
Entre todo este maremágnum de datos, hay dos que destacan por lo que suponen de cambio de tendencia y lo que apuntan acerca de los efectos de la reforma laboral que se aprobó hace ya dos años. Uno de ellos es claramente favorable para el departamento de Fátima Báñez; de hecho, quizás sea el mejor dato de toda la EPA. El otro permite más interpretaciones. El PSOE lo ha utilizado hoy para atacar al Gobierno. Aunque no está tan claro que sea negativo (ni positivo).
Los contratos
De acuerdo con la EPA, en España había a finales de 2013 13.737.300 asalariados. No es una gran cifra para un país con 47 millones de habitantes. Y resulta aún más preocupante si tenemos en cuenta que en los últimos meses de 2007 y en los primeros de 2008 rozamos los 17 millones. La buena noticia es que en el último trimestre la caída ha sido mínima, de apenas 10.000 personas, lo que parece anticipar un cambio de tendencia que se espera desde que comenzó la crisis.
Estos asalariados se dividen entre aquellos que tienen contrato indefinido y temporal. Se ha hablado tanto sobre la dualidad del mercado laboral español que casi parece un tópico, pero lo cierto es que la forma en que se ha producido la destrucción de los tres millones de contratos desde que comenzó la crisis nos dice mucho acerca de las implicaciones que esta legislación tiene en la vida diaria de los trabajadores españoles.
En los dos primeros años de crisis, la destrucción de empleo se cebó claramente en los temporales. A finales de 2007 había 11,66 millones de contratos fijos; tres años después, con una caída importante del PIB y la actividad, esta cifra apenas se reducía hasta los 11,51 millones (unos 155.000 menos). Mientras tanto, el número de temporales pasaba de 5,38 millones en septiembre de 2007 a 3,8 millones a finales de 2010 (lo que implica una caída de 2,5 millones).
Las empresas se deshicieron de sus empleados temporales, tanto si eran los más productivos como si no, por una cuestión de coste y facilidad. Y a estos trabajadores les resultó luego mucho más complicado reengancharse el mercado. A mediados de la crisis, esta tendencia cambió. Desde 2010 hasta la actualidad, el número de temporales ha seguido cayendo, pero a un ritmo mucho menor (500.000 en tres años) y lo que se aceleró fue la destrucción de empleo indefinido, a lo largo de todo 2011 y 2012: se han perdido más de un millón de contratos fijos en los últimos tres años.
Pues bien, esto ahora podría estar empezando a cambiar. En el último trimestre de este año, el número de contratos fijos ha aumentado en 45.600 respecto a los que había en septiembre. En el último trimestre del año, no había un dato positivo en la contratación indefinida desde 2010 (y entonces la mejora fue de sólo unos 7.000 contratos).
Tiempo parcial
Si los 45.600 nuevos contratos indefinidos son uno de los grandes datos de la EPA, la pérdida de 218.000 ocupados a tiempo completo parece una de las peores noticias. El PSOE denunciaba a lo largo de toda la jornada que el incremento en los ocupados a tiempo parcial certifica el crecimiento del empleo precario y de los contratos basura que, en su opinión, ha traído la reforma laboral.
En esta cuestión, todo depende del cristal con que se mire. En los países del norte de Europa es habitual que haya un alto porcentaje de trabajadores a tiempo parcial. Y no es malo. Es una consecuencia de las necesidades de los empresarios y de las prioridades de muchos trabajadores. Lo que es negativo es la contratación a tiempo parcial indeseada (es decir, el empleado que querría tener un contrato de ocho horas y no puede acceder al mismo). Y en España ocurre eso con mucha más frecuencia de la que sería deseable.
Pero los datos concretos de esta EPA (218.000 ocupados menos a tiempo completo y 153.000 más a tiempo parcial) tienen otra lectura, más aún si se combinan con los datos de los indefinidos. Las empresas se están empezando a lanzar a hacer contratos fijos. Y eso es bueno, incluso aunque sean a tiempo parcial.
De hecho, los contratos indefinidos a tiempo completo han caído en el último trimestre (55.000 menos) y han subido los indefinidos a tiempo parcial (hay 100.000 más). Lo normal es que esos nuevos empleados fijos se mantengan en el tiempo. Y que cuando llegue la recuperación, y su empresa empiece a tener unos resultados más sólidos, sean los primeros candidatos a ampliar la jornada, si así lo desean. Dirán algunos que no tiene por qué ser así. Y es verdad. Pero tampoco tendría por qué suceder lo contrario. Sólo el tiempo lo dirá. Habrá que ver cómo evolucionan las cifras.
Tabla (click para ampliar) con datos de asalariados y contratación.