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Juan Ramón Rallo

Montoro celebra los dos años del rejonazo fiscal

¿Seguimos en crisis cuando se trata de continuar incrementando los impuestos pero ya hemos salido de ella para entrar en precampaña electoral?

¿Seguimos en crisis cuando se trata de continuar incrementando los impuestos pero ya hemos salido de ella para entrar en precampaña electoral?

Reconoce Montoro algo que, a estas alturas de esta terrorífica película, no debería sorprender a nadie: la próxima reforma fiscal no irá dirigida a bajar impuestos sino a subirlos. En contra de lo que nos prometieron cuando nos propinaron una profunda estocada fiscal que dejó, en aquel momento, a Cayo Lara a la altura de un izquierdista moderado, Montoro no tiene el menor propósito de suprimir ese socialdemócrata "recargo extraordinario de solidaridad" que llevó los tipos sobre la renta españoles a los niveles más altos del mundo. Al revés: su objetivo declarado es camuflarlo para consolidarlo; convertir la anormalidad fiscal en un imperceptible saqueo penumbroso.

"Me permitirán que trate de recaudar más", sentencia el ministro de Hacienda que más ha hecho por ahogar fiscalmente a los españoles. Todavía más, debería haber añadido. Eso sí, amablemente nos aclara que su ilimitada voracidad tributaria responde a un sano propósito: reducir el déficit público para consolidar la recuperación. Lo dice al mismo tiempo que declara finiquitada la austeridad verdaderamente sana (la consistente en reducir gastos) y el mismo día en que la Intervención General de la Administración del Estado ha retratado sus auténticos planes: hasta noviembre de 2013, la recaudación del Gobierno central había crecido casi un 7% con respecto a 2012, mientras que el déficit se expandía en más de un 8%. ¿La razón? El gasto público que recae bajo el control directo de Montoro se ha disparado por encima de los niveles alcanzados en 2012 e incluso en el zapateril 2011.

He ahí, pues, el auténtico motivo por el que Montoro ambiciona más recaudación: para poder gastar más. Toda vez que el PP renunció a pinchar la burbuja estatal, la única alternativa para costear nuestro Estado sobredimensionado pasaba por instituir un infierno fiscal; tarea a la que el titular de Hacienda se ha dedicado en cuerpo y alma, aun cuando ello implique incurrir en flagrantes y desvergonzadas contradicciones.

Comparen, si no, estas dos declaraciones del ministro de Hacienda, separadas apenas por unos meses. En materia fiscal, insiste en que la crisis hace inexorable la subida de impuestos: "Estamos en crisis y los ciudadanos y contribuyentes de más capacidad económica y las empresas con más capacidad económica van a contribuir comparativamente más. Eso, vaya por delante, que estamos en crisis. Que quede claro, porque si no, esto no encaja". En materia propagandística, pregona la conclusión de la crisis: "Este año [2013] será el último de crisis económica". ¿Seguimos en crisis para continuar incrementando los impuestos pero ya hemos salido de ella cuando se trata de entrar en precampaña electoral? Broteverdismo asimétrico.

El descaro de Montoro no termina aquí. Tratando de hacer un guiño al público liberal, al que debe de reputar como hondamente iletrado, el titular de Hacienda proclama: "Milton Friedman, antes de ser el gran monetarista y liberal de nuestro tiempo, fue la persona que reformó el impuesto sobre la renta norteamericano para introducir un impuesto progresivo. Por tanto, hasta Friedman promovió un sistema más recaudatorio a través de la progresividad fiscal. Y a mí, que soy mucho más modesto, también me permitirán que trate de recaudar más, porque si no, este país nunca saldrá de la crisis".

Como suele suceder con Montoro, resulta difícil deslindar la ignorancia del embuste, pero lo intentaremos.

Primero, el impuesto sobre la renta estadounidense ya nació siendo progresivo en 1913, momento en el que Friedman contaba con un añazo de edad. Segundo, Friedman defendió en Capitalismo y Libertad (1962) un impuesto de tipo único sobre la renta: "La estructura ideal del impuesto sobre la renta parece ser la de un tipo único a partir de un mínimo exento". Tercero, lo que Friedman sí contribuyó a implantar durante la II Guerra Mundial fueron las retenciones sobre la renta (supongo que un catedrático de Hacienda como Montoro sabrá distinguir entre retenciones y progresividad), una calamidad estatista por la que, por cierto, terminó pidiendo perdón: "[Cuando ayudé a crear las retenciones sobre la renta] nunca se me ocurrió que estuviera ayudando a construir una maquinaria que haría viable un Gobierno como el que tantas veces he criticado: demasiado grande, demasiado intrusivo, demasiado destructivo de la libertad. Pero eso era precisamente lo que estaba haciendo". Y, por último, se me antoja complicado que el responsable de que se hayan subido más de 30 veces los impuestos en España se intente acercar mínimamente a un liberal que, si bien cometió muchos fallos a lo largo de su vida, al menos tenía los principios tributarios bastante claros: "Estoy a favor de recortar impuestos bajo todas las circunstancias y por cualquier razón imaginable, porque creo que el problema no es la falta de tributación: el gran problema es el excesivo gasto". Calcado a Montoro, vaya.

En definitiva, el ministro de Hacienda ha querido celebrar el segundo aniversario de aquel infausto Consejo de Ministros del 30 de diciembre de 2011 –el del solidario rejonazo fiscal– recuperando su esencia espiritual: anunciar nuevas subidas de impuestos envueltas en el engaño sistemático.

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