El escritor Juan Jacinto Muñoz Rengel proclamó:
Es el consumismo a gran escala, unido al desarrollo de la tecnología, el que rige nuestra civilización. Al fin, nos hemos rendido por completo a las ciegas exigencias del capital, carente de ética y de moral, en un vano intento de lograr una adormecida felicidad.
Nada en la realidad avala tan popular diagnóstico. No hay un consumismo excesivo e irracional a gran escala, y mucho menos uno que mande sobre la civilización. La tecnología es prácticamente siempre una fuerza liberadora. El capital tiene la ética y la moral de cada capitalista y, sea como fuere nuestro diagnóstico sobre los capitalistas, lo que es absurdo es pensar que nos hemos rendido ante ellos.
Empresarios y capitalistas en el mercado no tienen el poder de obligar a nadie a que compre sus bienes o servicios. El capitalista más rico de España, Amancio Ortega, no puede forzarnos a que compremos nada en Zara, por la obvia razón de que somos libres para no comprar. Por lo tanto, no existen las "ciegas exigencias" a las que alude don Juan Jacinto.
Como suele ocurrir, las prédicas contra el capital no van más allá, y los predicadores antiempresariales nunca piensan que cuando no hay empresas en el mercado el mundo no desaparece sino que entra en acción otro actor, peculiar y diferente de los capitalistas. Naturalmente, ese actor es el Estado, que sí manda y sí puede obligarnos a pagar. Él sí que nos vence y nos rinde, porque de hecho puede meternos en la cárcel si no le pagamos lo que desea, independientemente de nuestra voluntad.
Sospecho que al señor Muñoz Rengel esa coacción usurpadora no le parecerá carente de ética ni de moral, y mucho menos que se produzca para lograr nuestra adormecida felicidad.