Por fin el Banco Central Europeo ha hablado, ha dado ideas, aunque no se sabe si llegará la medida y menos aún cuándo. Mil y una veces hemos repetido que el negocio bancario de tomar dinero prestado del Banco Central a un cuarto de punto porcentual para adquirir títulos de deuda soberana es una operación que, siendo legítima, contraviene los principios en que se basa la actividad financiera como servicio a la economía real, es decir, al crecimiento económico y al bienestar de la sociedad.
En el mundo moderno, la carencia de financiación de las actividades productivas supone apostar por la extinción de estas, con lo que ello trae consigo: contracción económica, cierres empresariales, despidos de trabajadores, desempleo masivo; todo lo cual desemboca en una retroalimentación del propio error, pues un desmesurado sector público, que precisa día a día mayor financiación, incrementa sus necesidades financieras como consecuencia de unos mayores gastos sociales, motivados por el colapso financiero de las actividades productivas del sector privado. El viejo efecto expulsión del que tanto se ha hablado en la teoría de la Hacienda Pública.
Por fin el Banco Central Europeo parece dispuesto a tomar medidas para salir al paso de la situación en que vive nuestra economía, envuelta en una espiral de endeudamiento que requiere recursos para su financiación. Las empresas, pequeñas, medianas y grandes, claman por la ausencia financiera para sus inversiones reales, pero su clamor no llega a comprometer el cómodo camino de la financiación de la deuda pública, que, cada semana en dos ocasiones, supone un drenaje de recursos para financiar objetivos estériles en muchos casos y de escasa productividad en casi todos.
¿Es la deuda soberana un activo seguro? Cuando la cuantía del endeudamiento público está al borde de la del Producto Interior Bruto, ¿podemos afirmar que la seguridad es una característica de estos títulos? Las quitas sobre el nominal de la deuda, de países con dificultades, ¿no son un signo de preocupación para sus acreedores? ¿No hay ya una excesiva concentración de riesgos, dados los niveles de deuda soberana en los activos bancarios? Sé que es muy duro hablar de toxicidad de los activos de deuda soberana, pero ¿no será peor poner en riesgo la solvencia del sistema financiero?
A mí no me ha sorprendido la advertencia del Sr. Draghi al sistema financiero español; como tampoco me ha resultado extraño que, por el BCE, se hable de la necesidad de provisionar los riesgos originados en la tenencia de deuda soberana, para que los balances sean representación del estado real de la economía de cualquier entidad, más aún de las entidades financieras.
La situación no puede ser más contradictoria: la economía del sector privado no puede sostenerse con una financiación tan escasa, pese a los esfuerzos en materia de productividad, mientras el sector público, contando con una financiación cómoda, puede mantener actividades que nada tienen que ver con el bien de la comunidad.