La división interna que vive la zona euro desde el estallido de la crisis de deuda, entre los países que conforman el núcleo -especialmente Alemania- y la periferia, se ha recrudecido en las últimas semanas tras las polémicas decisiones aprobadas por las autoridades comunitarias.
El Banco Central Europeo (BCE) bajó una vez más el tipo de interés hasta mínimos históricos, situándolo en el 0,25%. De hecho, algunos de sus miembros avanzan incluso la posibilidad de activar la compra masiva de activos financieros y deuda pública para tratar de impulsar la recuperación europea. Y a todo ello se suma, además, el expediente abierto por la Comisión Europea contra Alemania por registrar un excesivo superávit por cuenta corriente. Estas tres medidas contradicen por completo la política económica y monetaria que defiende Berlín y, como consecuencia, la reacción de los alemanes no se ha hecho esperar.
Lejos de elevar el tipo de interés, el BCE aplicó una nueva rebaja y no descartó nuevas reducciones, siguiendo así la estela de otros grandes bancos centrales, como la Reserva Federal de EEUU (FED), el Banco de Inglaterra o el de Japón. Además, el presidente de la entidad monetaria, Mario Draghi, afirmó que mantendrá los tipos en niveles mínimos el tiempo que sea necesario. Pero dicha decisión no se adoptó de forma unánime. Hace tiempo que los miembros alemanes del BCE -conocidos como halcones por su ortodoxia monetaria- no apoyan la política contra la crisis que está llevando a cabo la institución.
Esta última rebaja ha recibido nuevas críticas en Alemania. El presidente del Bundesbank (banco central gemano), Jens Weidmann, advirtió el pasado miércoles de que el impacto de las bajas tasas de interés disminuye con el tiempo y, en ningún caso, pueden ser permanentes. De igual modo, recordó que los gobiernos periféricos no deberían relajarse en la aplicación de reformas y ajustes, a pesar del reciente abaratamiento de la deuda pública que se deriva de esa laxa política monetaria.
Weidmann no fue el único en criticar esta medida. Hans-Werner Sinn, presidente del prestigioso instituto de análisis alemán IFO, también cargó contra la bajada de tipos y las políticas expansivas del BCE, al otorgar un balón de oxígeno artificial a los países del sur que, en el fondo, desincentiva y retrasa el saneamiento de sus sobreendeudadas economías. Sinn considera que el BCE está dificultando la necesaria devaluación interna (ajuste relativo de precios y salarios) que deben completar los países periféricos -de hasta el 30% respecto a la media de la zona euro- para corregir los desequilibrios generados durante la burbuja crediticia, a través de la mejora de su competitividad.
Por su parte, Andreas Dombret, miembro del Bundesbank, añadió que el mantenimiento de tipos bajos durante demasiado tiempo puede acabar generando nuevas burbujas, poniendo en riesgo la futura estabilidad financiera. En este sentido, el aumento de los precios inmobiliarios en Alemania está siendo vigilado muy de cerca por dicha entidad. Mientras, el diario germano Bild Zeitung acusó al BCE de dañar el ahorro de los alemanes.
Compra masiva de deuda
Sin embargo, en lugar de dar marcha atrás, el BCE parece dispuesto incluso a comprar de forma masiva deuda pública y privada con el fin de expandir el crédito y, de este modo, generar inflación. Un alto cargo de la institución, Peter Praet, indicó que todas las opciones están sobre la mesa para combatir la temida deflación, entre ellas, la flexibilización cuantitativa (Quantitative Easing, en inglés) al estilo de la FED.
Esta posibilidad siempre ha sido una línea roja para Alemania. El propio Weidmann advertía la semana pasada de que la deuda pública debería ser considerada, igualmente, como un activo de riesgo, a diferencia de lo que sucede en la actualidad, lo cual supondría exigir a los bancos determinadas provisiones para cubrir posibles impagos soberanos.
Por último, una de las decisiones que más ha llamado la atención ha sido el expediente abierto por la Comisión Europea a Alemania por su superávit exterior excesivo, bajo el argumento de que está dañando a la economía de la zona euro, en línea con las recientes críticas del Tesoro de EEUU. Bruselas considera que Alemania debe fomentar su consumo interno y, por tanto, gastar más para beneficiar a las exportaciones procedentes del sur.
La prensa germana respondió con dureza. Die Welt, por ejemplo, alertó de que se trata de un enfoque "peligroso", ya que persigue debilitar la competitividad germana, lo cual es negativo y contraproducente no sólo para Alemania sino para cualquier país. Mientras, el prestigioso diario económico Handelsblatt respondía de la siguiente forma a las críticas de Washington: "Querido Tío Sam, las exportaciones son nuestro orgullo […] Los brasileños tienen el fútbol, los rusos sus misiles nucleares y nosotros nuestras exportaciones".