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Venezuela sigue los pasos de Zimbabue hacia el caos económico y social

Maduro pretende fijar el precio de todos los bienes y servicios para combatir la inflación. Mugabe hizo lo mismo en 2007 con resultados desastrosos.

Maduro pretende fijar el precio de todos los bienes y servicios para combatir la inflación. Mugabe hizo lo mismo en 2007 con resultados desastrosos.

Venezuela profundiza, poco a poco, en el caos económico y social imitando algunas de las políticas que llevó a cabo el dictador comunista Robert Mugabe en Zimbabue a lo largo de la pasada década, y cuyo resultado fue un aumento histórico de la pobreza y una hiperinflación galopante en un país que años atrás era conocido como el granero de África gracias a su potente industria agroalimentaria, hoy completamente arrasada.

El Gobierno bolivariano de Nicolás Maduro lleva varios meses inmerso en una "guerra económica" contra la especulación y la subida de precios. Con una inflación que supera ya el 50% interanual, al presidente de la República no se le ha ocurrido otra cosa que decretar la "ocupación" de una conocida cadena de electrodomésticos (Daka), acusándola de elevar "injustificadamente" sus precios, lo cual desembocó en saqueos y colas kilométricas para hacerse con sus productos a importes rebajados un 50% por el Gobierno.

Y ahora amenaza con extender dichas prácticas a un amplio abanico de bienes y servicios considerados "esenciales". Maduro anunció el pasado domingo un estricto control de precios al consumidor, así como la reducción de muchos de ellos, a través de una operación cívico militar contra el acaparamiento y la "especulación" que, según afirma, lidera la burguesía del país para desestabilizar su particular régimen. "Esto es más que usura, es robo" y los empresarios privados la perpetran en el marco de la "guerra económica" que han declarado al Gobierno "los parásitos burgueses, especuladores y saqueadores" con el objetivo de derrocarlo, manifestó.

Según Maduro, nada justifica la intensa escalada de precios que sufre el país, más allá de la conspiración urdida por Estados Unidos, la oposición y los empresarios para acabar con su Gobierno. Por ello, Maduro avanzó que decretará "márgenes mínimos y máximos de ganancias" en todos los servicios y productos del país, fijando los precios por ley. Mientras, hasta que tales medidas sean aprobadas por el Parlamento, el Gobierno fiscalizará las tiendas de electrodomésticos, juguetes, vehículos, alimentos, textiles, calzados y ferreterías para que vendan sus productos a "precios justos", es decir, por debajo de lo que estipula hoy el mercado.

La reacción de algunas tiendas ha sido, directamente, cerrar, dado que se ven obligados a vender a pérdidas, pero la respuesta del Estado ha sido imponer su apertura hasta que agoten existencias, bajo amenaza de detención e intervención de sus negocios, acusados del delito de "usura". Los empresarios, por el contrario, alegan que están atados de pies y manos, ya que el coste de las importaciones se ha disparado y no tienen más opción que trasladar dicho encarecimiento al precio final de venta para poder mantenerse en pie.

Intervencionismo monetario y económico

El problema de fondo estriba en el creciente intervencionismo monetario y económico que ha ido instaurando el chavismo a lo largo de los últimos años. La fuerte caída de la producción nacional, que es consecuencia de la expropiación y estricto control gubernamental de ciertos sectores productivos, se ha visto agravada por el control de tipo de cambio impuesto por el Gobierno de Venezuela. Desde 2003, el Estado fija la tasa de cambio de bolívar muy por debajo del valor de mercado. En la actualidad, el precio oficial es de 6,30 bolívares por dólar, pero en el mercado negro ronda los 60 bolívares, casi ocho veces más. Venezuela importa la mayoría de sus productos, pero los dólares para efectuar su compra son proporcionados por el Estado.

¿Resultado? La escasa oferta de dólares al cambio oficial -del todo irreal- obliga a muchas tiendas a acudir al mercado negro para conseguir dólares y comprar sus productos en el mercado mayorista, y luego trasladan este coste al precio de venta. Es decir, la brutal depreciación de la moneda venezolana en medio de una economía muy dependiente de las importaciones se traduce en alta inflación.

Sin embargo, en lugar de combatir la raíz del problema (intervencionismo monetario y económico), Maduro, primero, intensificó las expropiaciones y los controles de precios en algunos sectores, provocando el desabastecimiento de ciertos productos básicos, y, ahora, aboga por decretar el "precio justo" de todos los bienes y servicios. Así pues, se propone nacionalizar algo tan esencial como los precios, un indicador básico en toda economía.

Algunos economistas venezolanos ya han advertido de sus consecuencias: mayor escasez y aumento de precios. A medio plazo, su decisión "generará mayor escasez y mayor inflación", afirma a Efe Henkel García, de la consultora de análisis económicos Econométrica. Según José Guerra, exdirectivo del Banco Central de Venezuela y hoy parte del equipo económico de la opositora Mesa de la Unidad (MUD), "lo que viene es una escasez más pronunciada todavía" porque se están agotando las existencias.

Mugabe, el espejo de Maduro

No son meras advertencias infundadas. La experiencia demuestra hacia dónde se encamina Venezuela en caso de mantener esta senda. Las medidas decretadas estos últimos días por Maduro son idénticas a las aplicadas por Mugabe en 2007 a través de su particular Operación Reducción de Precios. Por entonces, Zimbabue vivía los inicios de una hiperinflación que, poco después, se convirtió en la segunda más grave de la historia. Sin embargo, el aumento de precios fue la excusa que empleó el régimen de Mugabe para cargar contra los "especuladores".

Al igual que hace ahora Maduro, el Gobierno ordenó aplicar recortes masivos de precios en numerosos productos y sacó el Ejército a las calles para asegurarse de que las empresas afectadas cumplían las órdenes. El presidente Mugabe decretó que todos los precios de las tiendas se redujeran en al menos la mitad y prohibió a los empresarios que cerraran sus negocios. Los televisores a precios por debajo del mercado fueron los primeros en desaparecer de las estanterías, seguidas de zapatos, ropa y múltiples alimentos. Los concesionarios fueron obligados a vender sus coches al tipo de cambio oficial, pasando de 15.000 libras a tan sólo 30, bajo amenaza de cárcel. No fueron los únicos. Miles de comerciantes fueron detenidos acusados de "especulación".

Todo ello se tradujo en asaltos a tiendas y escasez de todo tipo de bienes, causando un caos y un desorden que fue aprovechado por Mugabe para completar la nacionalización y militarización de una economía otrora próspera. Pocos meses después, Zimbabue pasaba a la historia por sufrir la segunda hiperinflación más devastadora de la humanidad. Dicha situación tan sólo se logró corregir recientemente gracias a la libre circulación y cotización de divisas, es decir, permitiendo la libertad de moneda.

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