Aunque, sin duda, existen algunos brotes verdes en la economía española, siguen presentes importantes riesgos que amenazan con tumbar la salida de la crisis, según alertan empresarios, economistas y prestigiosos inversores. En este sentido, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), España podría registrar la recuperación más lenta y frágil del mundo desarrollado, con un crecimiento exiguo y una tasa de paro superior al 26% hasta 2016.
Y es que, la clave de una economía sana consiste en acumular altas tasas de ahorro privado, un estado reducido, impuestos bajos, y pocas trabas para que las empresas generen riqueza y empleo. En el caso concreto de España, la receta para lograr crecimientos sólidos y sostenidos en el tiempo pasaría por reducir de forma drástica el gasto público, rebajar impuestos y liberalizar al máximo la economía.
En este sentido, los gestores de Bestinver -uno de los mejores fondos de inversión de Europa- advierten lo siguiente: "Si no logramos reducir el gasto público y bajar los impuestos, a España sólo le quedará el impulso exportador. No creo que sea suficiente de cara a alcanzar las tasas de crecimiento necesarias para reducir el desempleo, y en cualquier caso se trata de un camino frágil, en cuanto que dependeríamos excesivamente del crecimiento del resto del mundo […] Si algo se torciese, no son totalmente descartables ni la suspensión de pagos ni una salida del euro".
Y el problema es que, hoy por hoy, España no presenta ninguna de estos tres requisitos clave para impulsar con fuerza el crecimiento económico, más bien todo lo contrario. Los grandes nubarrones de la economía nacional se resumen, básicamente, en tres graves problemas:
1. Sector público insostenible
El tamaño del sector público sigue siendo insostenible financieramente. El gasto público total ha crecido durante la crisis, desde los 413.000 millones en 2007 hasta rozar los 494.000 millones en 2012. De este modo, el conjunto del sector público gasta un 20% más que en el pico de la burbuja (81.000 millones extra) pese a recaudar un 12% menos (-50.000 millones), como consecuencia del desplome de la actividad económica (menos recaudación), el aumento de las prestaciones sociales (desempleo, pensiones), el incremento de los intereses de la deuda y el rescate público de cajas de ahorros.
Esta divergencia entre ingresos y gastos demuestra que la famosa austeridad pública es un mito, ya que el gasto público total ha seguido creciendo de forma muy sustancial durante la crisis, a diferencia de lo que han hecho familias y empresas (sector privado), obligados a apretarse el cinturón con el fin de recomponer sus balances y empezar a amortizar su elevada deuda.
La prueba evidente de estos excesos es el abultado déficit y deuda que sigue presentando el conjunto de las administraciones públicas. España lideró el déficit de toda la UE el pasado año, con un agujero del 10,6% del PIB, incluyendo ayudas financieras, equivalente a más de 100.000 millones de euros. El problema, además, es que el FMI prevé que España no alcance el objetivo del 3% del PIB hasta 2017, un año más tarde de lo acordado con Bruselas.
Fuente gráfica: Perpe
Mantener un abultado agujero fiscal no sólo daña la solvencia del Estado y del propio país sino que, además, retrasa el crecimiento económico y prolonga la agonía de las empresas y los ciudadanos, lastrando su competitividad, según alertan los expertos. Nada hace pensar que el Gobierno del PP vaya a poner en marcha un plan firme para adelgazar la estructura estatal. De hecho, el Plan de Estabilidad 2013-2016 muestra cómo el tamaño del gasto sobre el PIB continuará creciendo hasta 2020.
Un déficit elevado se traduce en una deuda pública creciente. Por el momento, el conjunto de las administraciones públicas adeuda un total de 942.758 millones de euros al cierre el segundo trimestre, equivalente al 92,2% del PIB, y avanza hacia el umbral del 100% el próximo año. Se trata del mayor nivel de deuda desde 1909.
Fuente: Perpe
Desde el inicio de la crisis internacional, a mediados de 2007, la deuda pública oficial se ha disparado en 543.858 millones de euros, a un ritmo medio de 250 millones al día, al pasar de casi el 40% del PIB a más del 92% en los últimos seis años, lo que supone un aumento próximo al 130% durante este período.
Los analistas del Círculo de Empresarios advierten de que "el crecimiento continuado del endeudamiento público dificulta el acceso a la financiación del sector privado". Como consecuencia, no se ha producido un significativo desapalancamiento de la economía española en su conjunto, lo que dificulta la recuperación del crédito.
2. Una presión fiscal muy elevada
Primero el PSOE y después el PP han disparado los impuestos en España durante la crisis. La cifra asciende a un total de 50.948 millones de euros entre 2010 y 2014, según revela el propio Ministerio de Hacienda. Esta cuantía equivale al 5% del PIB, un aumento medio de la presión fiscal próximo a 10.000 millones de euros al año. Nunca antes en la reciente historia de la democracia española se había producido un incremento tan sustancial de tributos en un período tan corto de tiempo. Y eso, sin incluir las numerosas subidas fiscales aplicadas a nivel autonómico y local.
Familias y empresas soportan en la actualidad uno de los esfuerzos tributarios más elevados de la zona euro y el conjunto de países desarrollados, englobados en la OCDE, lo cual dificulta la acumulación de ahorro privado -esencial para amortizar deudas e invertir-, lastra la actividad empresarial -menor creación de empleo y riqueza- y desincentiva la llegada de capital privado, esencial para impulsar la recuperación económica.
3. Escasa libertad económica
Por último, uno de los puntos más cruciales para lograr una recuperación sólida y sostenida en el tiempo es contar con un marco regulatorio favorable a las empresas y a los autónomos, auténticos artífices del crecimiento. El problema aquí es que, si bien se han aprobado algunas medidas positivas en los dos últimos años, como la reforma laboral, éstas son claramente insuficientes para recolocar a los casi 6 millones de desempleados que se ha cobrado la crisis.
España tiene la 46ª economía más libre del mundo. Así lo aseguran The Wall Street Journal y la Fundación Heritage, las organizaciones que cada año publican el Index of Economic Freedom (Índice de Libertad Económica - ILE), la clasificación más conocida en esta materia, descendiendo 18 puestos desde el estallido de la crisis.
Además, si bien las exportaciones están creciendo, la economía nacional ha perdido competitividad en comparación con el resto de países, descolgándose así un poco más del grupo de economías que está llamado a liderar el fenómeno de la globalización y, por tanto, el crecimiento mundial, durante los próximos años. Según el Índice de Competitividad Global que elabora anualmente el Foro Económico Mundial, España ha bajado del puesto 29 en 2007 al 35 en 2012, de un total de 148 países, perdiendo seis escalones en el ranking internacional de economías más competitivas durante este período.