Buena parte de los mejores conocimientos científicos generados por España acaba "apropiado" por empresas extranjeras para generar patentes. Esa es una de las principales conclusiones de un estudio encargado por el Gobierno y que ha analizado la cantidad de ciencia española que sustenta patentes extranjeras; patentes que a su vez pueden ser el fundamento de los inventos y tecnologías que mañana comprarán los españoles. Entre los casos más paradigmáticos se encuentran estudios claves para generar placas fotovoltaicas más eficientes, enzimas con posibles usos en medicina, alimentación o generación de biodiésel o nuevos fármacos para enfermedades crónicas cada vez más frecuentes en los países desarrollados.
"No tenía ni idea". Esa es la respuesta que dan los investigadores españoles contactados por Materia cuando se les dice que uno de sus estudios aparece citado en la patente de una empresa extranjera. En el caso de Carlos Sánchez, profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y fundador del grupo MIRE (Materiales de Interés en Energías Renovables), se trata de un estudio sobre el uso en placas solares de la pirita, un material barato y abundante que por su apariencia y color se apoda el oro de los tontos. La empresa japonesa Sharp citó tres estudios del equipo de Sánchez en una patente de enero de 2012 sobre la producción de nuevos semiconductores basados en pirita.
"Por un lado siento satisfacción y por otro dolor", comentaba hace unos días Sánchez sobre la patente de Sharp, que desconocía. Este físico de 71 años que trabajó durante 13 años en una empresa española llamada Femsa que después pasó a manos de la multinacional alemana Robert Bosch, es consciente de que su trabajo puede tener una aplicación directa para generar riqueza, aunque por ahora no ha podido lograrlo dentro de nuestras fronteras "Siempre he buscado en España empresas que pudieran poner en práctica mi trabajo, pero las pocas que encontré me preguntaban '¿cuántas unidades puede fabricar?' y cuando les contestaba que yo solo había hecho un prototipo perdían el interés", relata.
El trabajo de Sánchez es uno entre miles que aparecen contabilizados en el estudio "Análisis de apropiación del conocimiento científico", realizado por Scimago por encargo de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, dependiente del Ministerio de Economía. El estudio analiza cuántas patentes aprobadas entre 2007 y 2012 citan estudios dirigidos por españoles entre 2003 y 2007. Los resultados muestran que, de media, el 22% de los estudios científicos españoles de mayor calidad (los que tienen un mayor nivel de excelencia) fueron "apropiados" por otros países para hacer patentes. En algunos períodos el porcentaje rozaba el 40%, asegura Felix de Moya, investigador del Instituto de Políticas y Bienes Públicas del CSIC y fundador del grupo SCImago.
La mayoría de los "apropiadores" extranjeros son empresas, y los países que más usan la ciencia española para patentar son EEUU, Alemania, Francia, Japón y Reino Unido, todos miembros del club de los ocho países más ricos del planeta. España es en realidad el segundo mayor apropiador de ciencia made in Spain, pero la diferencia es que, en nuestro país, la mayoría de las patentes no las hacen las empresas, sino instituciones públicas de investigación, según el trabajo.
El líder absoluto en "apropiar" ciencia española es EEUU. Según los datos de SCImago, este país produjo 6.861 patentes que citaban trabajos españoles en el periodo analizado. España, el segundo en la lista, generó en ese mismo periodo 5.895 patentes. España es el décimo país del mundo si se atiende al porcentaje de toda la producción científica que acaba sustentando patentes. El 2,8% de toda la ciencia que produce nuestro país es referenciada en patentes. En EEUU el porcentaje es del 7,8%, en Alemania del 5,8%, en Francia del 5,6% y en Italia del 4,4%. En esto nuestro país está más cerca de China (2,2%) o de India (2,2%).
Pero, ¿es son las citas en patentes realmente importantes como indicador? "Las citas a estudios científicos en las patentes las suelen pedir los supervisores externos que las evalúan y que consideran que ese conocimiento es necesario para desarrollar la invención", explica De Moya.
El caso de la microbióloga de la Universidad de Barcelona Pilar Díaz también es significativo. En 2003 su equipo publicó un estudio sobre el funcionamiento de una enzima de un género de bacterias llamado paenibacillus. Ocho años después, la empresa danesa Novozymes citó dos estudios de Díaz en una patente. Díaz no tenía ni idea hasta ayer. Lo más curioso es que Novozymes, una multinacional con 6.000 empleados dedicada al uso de enzimas en la fabricación de detergentes, refrescos, cervezas, alimentos, combustibles, piensos animales y un largo etcétera, contactó hace poco con Díaz para establecer una colaboración público-privada. "Ahora estamos colaborando con ellos en el estudio de dos enzimas capaces de producir biodiésel de muy nueva generación", explica la microbióloga. Si el trabajo llega a buen puerto, las patentes y la tecnología serán propiedad de Novozymes. "En España deberíamos tener empresas iguales que pudiesen patentar aquí, pero no las hay", lamenta la experta.
Las empresas tres extranjeras que más ciencia española patentan son IBM, la farmacéutica suiza Novartis y Microsoft . También ocupan lugares destacados Sanofi-Aventis, Basf, Siemens, Thompson y Bayer. Los tres sectores en los que más ciencia española se "apropia" son materiales médicos, nuevos fármacos y el uso de enzimas. En uno de esos sectores trabaja el equipo de Gabriel Herrero-Beaumont, médico e investigador de la Fundación Jiménez Díaz, en Madrid.
Al igual que los otros investigadores españoles citados en este artículo, Herrero-Beaumont desconocía que en junio de 2008 la empresa Keratec citó uno de sus estudios sobre osteoartritis en una patente para usar queratina en la curación de heridas. El médico reconoce que en España "no hay interés en la industria farmacéutica" por el tipo de resultados que su grupo obtienen sobre el funcionamiento de fármacos y nuevas sustancias contra la osteoartritis, una dolencia muy común provocada por el desgaste de las articulaciones. Y eso a pesar de que esta dolencia, dice, "es una enfermedad con incidencia creciente y una de las primeras causas de incapacidad laboral".
Pero el experto reconoce que este es un problema complejo y que no hay un único responsable. "Los científicos también somos culpables porque no nos preocupamos por buscar aplicación práctica a nuestra producción científica, hay que crear un ambiente para que eso sea posible", concluye.