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Juan Ramón Rallo

Estatolatría presupuestaria

Este Gobierno no da más de sí: llegó al poder clamando austeridad y se marchará como el que más ha incrementado los impuestos y la deuda pública.

Este Gobierno no da más de sí: llegó al poder clamando austeridad y se marchará como el que más ha incrementado los impuestos y la deuda pública.

Lejos de resultar tranquilizador, el desglose por partidas de los Presupuestos Generales del Estado que Montoro dio a conocer el pasado viernes solo ha servido para agravar la preocupación por la insostenibilidad de nuestras cuentas públicas.

Primero, el Gobierno estima que en 2014 alcanzaremos un nivel de deuda pública equivalente al 99,8% del PIB. Tal era la cifra que el Ejecutivo confiaba rozar en 2016: por tanto, la acumulación de deuda pública, lejos de frenarse con ese potaje broteverdista de (falsa) austeridad y (exigua) recuperación, continúa acelerándose. Pero descuiden, que si las previsiones de Montoro son tan atinadas como las de hogaño, en el próximo ejercicio desbordaremos con amplitud el 100% (ese nivel que Rajoy se comprometió a no superar jamás). No en vano debíamos cerrar 2013 con una deuda del 91,4%, y lo haremos, según los nuevos cálculos hacendísticos, con el 94,2%. Como ya predijimos algunos, el déficit y la deuda se mantienen fuera de control.

Y aquí nos topamos con el segundo y preocupante dato clave: pese a que el pronóstico de crecimiento del PIB para 2014 es del 0,7%, el gasto de la administración central y de la Seguridad Social se expandirán un 2,7%; es decir, cuatro veces más rápido. Lejos de ajustarse a la razonable política de incrementar el gasto por debajo del aumento del PIB (no les generemos urticaria pidiéndoles recortar los desembolsos públicos), lo multiplican a calzón quitado. No es austeridad, sino estatolatría, la nota dominante de estos Presupuestos.

Acaso caigamos en la trampa de pensar que el incremento del gasto se produce como consecuencia del pago de mayores intereses. Pero no: el coste financiero de la deuda se reduce un 5,2%. O dicho de otra manera, si excluimos los intereses del gasto público total, éste aumenta un 3,5%. Este año la cantinela estatista de que gastamos más por los pérfidos gnomos de Zúrich no sirve: gastamos más porque padecemos un Ejecutivo socialdemócrata muy parecido al de Zapatero.

De hecho, el gasto público se incrementa en casi todas las partidas: políticas activas de empleo (+6%), desempleo (+10%), vivienda (+4,4%), educación (+10%), agricultura (+0,7%), industria y energía (+26%), comercio (+5%), subvenciones al transporte (+36%) e I+D (3,4%). Las pocas rúbricas que sufren recortes (justicia, defensa, seguridad, sanidad, cultura o infraestructuras) lo hacen de un modo más bien testimonial.

Pero el aumento del gasto más preocupante de todos no es ninguno de los anteriores, sino el de las pensiones. Pese a que el Ejecutivo las ha congelado de facto (revalorización del 0,25%), los desembolsos totales en pensiones crecen un 5%, o sea, en unos 6.000 millones de euros (aproximadamente, el monto de déficit que el Gobierno debe reducir en 2014 con respecto a 2013). Las pensiones ya consumen el 12,5% del PIB y casi el 30% de todo el gasto público del Estado.

En suma: la irresponsable y chapucera reforma de las pensiones impulsada por el Gobierno el pasado viernes no sirve de nada. Aun cuando se congelen por muchos años las pensiones (como desde luego programa hacer el PP), la inercia del sistema es tal que amenaza con quebrar el sistema: a este ritmo, el fondo de reserva no durará ni cuatro años más. Resulta del todo indispensable restablecer la versión original del informe de los expertos, donde se contemplaba la posibilidad de recortar nominalmente las pensiones en caso de un desequilibrio persistente de las cuentas de la Seguridad Social como el que desde luego padecemos ahora mismo.

Así pues, si los presupuestos de 2012 fueron los de los sablazos fiscales y los ajustes chapuceros y los de 2013 fueron los de la irresponsabilidad, los de 2014 podemos calificarlos como los del broteverdismo manirroto. Reabiertos los mercados de capitales merced a Draghi, retomamos las viejas costumbres de dilapidar el dinero de los contribuyentes en lugar de devolvérselo.

Claro que tampoco deberíamos esperar mucho más. Este Gobierno no da más de sí: llegó al poder clamando austeridad del sector público y se marchará como el Gabinete que más ha incrementado los impuestos y la deuda pública en toda nuestra historia. Plas, plas.

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