El Consejo de Ministros ha aprobado este viernes el proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2014, y tanto la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, como el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, han destacado que se trata de unas cuentas públicas "austeras", equilibradas e ideadas para afianzar la recuperación económica. La realidad, por desgracia, es muy diferente. El Ejecutivo del PP da por concluidos los recortes de gasto público e incluso se aventura a elevar ciertas partidas presupuestarias ciertamente prescindibles y contraproducentes, como las destinadas a Vivienda o Cultura, por ejemplo, jugándose así la imprescindible reducción del déficit a una sola carta: el aumento de ingresos derivado del crecimiento del PIB. En el fondo, ni siquiera se trata de un cambio de estrategia, ya que en los dos últimos años Montoro se ha negado a reducir de forma drástica el tamaño del Estado, al tiempo que disparaba los impuestos hasta niveles récord con el único fin de mantener en pie su sobredimensionada estructura. Sin embargo, ahora que parece que la economía empieza a repuntar levemente, el Ministerio de Hacienda pretende incluso avanzar por esa senda, dejando en mínimos los recortes y confiando en que la recuperación se encargue de llenar las arcas públicas para cumplir así con el objetivo de déficit marcado por Bruselas.
De hecho, el boceto presupuestario presentado este viernes –las cuentas completas se conocerán el lunes– hace temer lo peor. Y es que, a pesar de que el Gobierno ha anunciado una reducción del gasto ministerial del 4,7% interanual para 2014, hasta los 34.584 millones, lo cierto es que éste se situaba en 32.053 millones en los PGE de 2013. Es decir que, lejos de bajar, dicha partida aumenta en 2.531 millones, casi un 8% interanual. La trampa contable en este caso consiste en comparar la previsión presupuestaria para 2014 con la ejecución de gasto realmente efectuada en 2013, lo cual no sólo es un error sino un intento de engañar a la opinión pública. Asimismo, Montoro ha remarcado que no subirá los impuestos el próximo ejercicio, pero, una vez más, se trata de una verdad a medias. Pues lo que no dice el ministro es que la tremenda subida fiscal aprobada nada más llegar al Gobierno era, en principio, "temporal", ideada tan sólo para 2012 y 2013, pero finalmente se extenderá también a 2014. Así pues, sí habrá subidas fiscales el próximo año, siempre y cuando se atienda a los compromisos adquiridos por el Ejecutivo.
Pese a ello, lo más grave no radica tanto en las cifras concretas de ingresos y gastos como en el espíritu de estos Presupuestos. El PP ha abandonado todo atisbo de austeridad, negándose así a pinchar la burbuja del sector público, cuestión clave para lograr que la economía se recupere con unas bases sólidas. Si el gasto público, lejos de reducirse, sigue aumentando con mayor intensidad el próximo año, eso significa que la confiscatoria política fiscal urdida por Montoro seguirá también vigente, dañando con ello el ahorro, la inversión, el desarrollo empresarial y, en última instancia, la creación de empleo. No hay nada peor para la recuperación económica que un déficit elevado, una deuda pública desbocada –que avanza sin pausa hacia el 100% el PIB– y una estructura fiscal abusiva, diseñada para financiar el ingente despilfarro político. Mientras no se reduzca el tamaño del Estado hasta niveles previos al del inicio de la burbuja crediticia no se podrá hablar de recuperación. Los Presupuestos de 2014 demuestran de nuevo que en la particular balanza de Moncloa pesan más los intereses electorales que el tan mentado interés general.