La huella olímpica en las ciudades anfitrionas a lo largo de la historia ha propiciado la aparición de no pocos grupos de estudio en diferentes administraciones y universidades. El análisis del urbanismo generado a partir de la organizción de los Juegos Olímpicos (JJOO) y su posterior destino, una vez finalizada la competición, arroja conclusiones nada desdeñables en periodos de elección de sede olímpica.
La historia del olimpismo ha dejado a su paso numerosas cadáveres en forma de estadios cerrados, velódromos en ruinas, o villas olímpicas desiertas. Pero precisamente la evolución de este tipo de construcciones permite el diseño de proyectos olímpicos orientados al aprovechamiento de las nuevas infraestructuras una vez que la llama olímpica abandone a la ciudad organizadora.
Así, según atestiguan numerosos informes, durante el transcurso del siglo XX (fundamentalmente a partir de 1930) el modelo de construcción de espacios para acoger los JJOO ha ido cambiando y haciéndose más complejo constituyendo una categoría en sí mismo, el "urbanismo olímpico".
La evolución de las villas olímpicas
La construcción de infraestructuras olímpicas ha pasado de las meras instalaciones destinadas a pruebas deportivas a jugar el papel de la organización urbana vinculada a los juegos. Precisamente, las villas olímpicas han pasado de ser construcciones efímeras como barracas militares o campamentos complementados con alojamientos en hoteles de la ciudad, a convertirse en experiencias de transformación de lo construido.
(Roma, en 1960 | Archivo)
La primera villa olímpica propiamente dicha se construyó en Los Ángeles con motivo de los JJOO de 1932. Junto a los JJOO de Berlín 1936 suponen las "villas inaugurales". Pero no fue hasta Roma 1960 cuando se introducen elementos de complejidad y funciones del modelo básico de villa olímpica. Unos cambios orientados a la programación de zonas residenciales que van mucho más allá de la solución inmediata al alojamiento temporal de atletas. De este modo, el urbanismo olímpico se integra en programas de desarrollo de gran ambición como prueban las villas de los 70 (Munich 1972 y Montreal 1976) que se plantean más que en virtud del crecimiento urbano, en la recalificación y renovación de la ciudad ya existente.
Seúl, Barcelona y Londres
Pero si hay unos ejemplos palpables de diseño enfocado ala inserción del urbanismo olímpico en programas de renovación, son los de Seúl o Barcelona. Valga como ejemplo la recuperación de grandes zonas como Chansil -un área inundable a orillas del río Han- en Corea del Sur o el Poblenou, antiguo corazón industrial de la Ciudad Condal del siglo XIX en el caso de Barcelona 92.
Seúl 1988 y Barcelona 1992 presentan elementos de renovación urbana. Experiencias similares a los de Battery Park en Nueva York, los Docklands de Londres, la Défense parisina o la incontable colección de frentes marítimos transformados en áreas de ocio y entretenimiento.
Además, tanto en las experiencias del Parque Olímpico de Londres como en la villa olímpica y zona portuaria de Barcelona se observa la prioridad de inversión en la renovación y reinserción de antiguas áreas degradadas, devueltas a la ciudad.
(Hotel de las Artes y Torre Mapfre en la Villa Olímpica de Barcelona | Foto: German Ramos)
En el caso de Barcelona, el uso posterior de las unidades residenciales de la Villa Olímpica fue revertido para el mercado inmobiliario y según algunos prestigiosos arquitectos, como Oriol Bohigas, la villa olímpica fue"uno de los barrios creados de cero que se integró bien al entorno y no degeneró en un espacio de marginación". Por otro lado, son innegables los beneficios urbanísticos que esa nueva zona ha aportado al área del Port Vell, que, al mismo tiempo que concentra restaurantes, bares y equipamientos de ocio de uso privado, ofrecen un espacio público de calidad. Así, algunas experiencias enseñan que las inversiones propiciasdas por los Juegos, utilizadas la renovación, pueden ofrecer buenos legados para los ciudadanos en general.
(Puerto de Barcelona, antes y después de los JJOO de 1992)
Junto a Seúl y Barcelona, sobretodo Londres constituye uno de los mejores ejemplos de aprovechamiento de las inversiones urbanísticas en el periodo posterior a los JJOO. Un aprovechamiento en esa dirección de dejar un buen legado para los ciudadanos. Así, se proyectaron numerosas instalaciones deportivas efímeras diseñadas únicamente para los pocos días de competición, tanto es así que sólo cuatro instalaciones deportivas construidas serán permanentes.
El estadio olímpico de Londres, por ejemplo, tenía una capacidad para 80.000 espectadores gracias a la construcción de un anillo temporal, cuya retirada después de los juegos reduce su capacidad hasta los 25.000 espectadores. En este sentido, el Basketball Arena, con capacidad para 12.000 personas, el Waterpolo Arena, con 5.000 asientos, y las gradas para 17.500 espectadores del icónico Centro Acuático de la angloiraquí Zaha Hadid han quedado desarmados. El espacio que han dejado libre los estadios desmontables que se diseñaron para los Juegos se han utilizado además para construir nuevos barrios residenciales completos en una zona del este de la capital británica tradicionalmente deprimida y que se pretende poner en valor. También se desarrolla Una nueva barriada bautizada como Chobham Manor con 850 viviendas, que se suma a los 2.818 apartamentos de la villa de los atletas que salen al mercado inmobiliario una vez remodelados.
Evitar Elefantes blancos
Este análisis de la evolución de las obras inherentes a las ciudades anfitrionas de los JJOO, su aprovechamiento tras los juegos y el papel de las villas olímpicas permite diseñar candidaturas que eviten los "elefantes blancos", uno de cuyos mejores ejemplos es el famoso estadio olímpico conocido como Nido de Pájaros de Pekín 2008 que sigue hasta hoy en situación de infrautilización, lo que lo configura como un "juguete" de casi 350 millones de euros.
Volviendo al ejemplo de Londres, su diseño permite el ahorro en construcciones y propone el uso de estructuras efímeras que pueden ser desplazadas hacia otros eventos. En la edición de de los JJOO de 2012 se puso en marcha el germen de lo que podría entenderse como un punto de inflexión en el uso de los Juegos como instrumento de aceleración de la mercadotecnia urbana.